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Movistar Hugh Laurie juega a ser un 'tory' contra el mundo y los escándalos en 'Roadkill'

Movistar Seriesmanía estrena este lunes el primer episodio de esta miniserie británica centrada en un político con tanto que esconder como ambición para seguir medrando.

Hugh Laurie en 'Roadkill'.
Hugh Laurie en 'Roadkill'. — MOVISTAR

Ego, ambición y desvergüenza se aúnan en la persona de Peter Laurence, el dirigente conservador interpretado por Hugh Laurie protagonista de Roadkill, una miniserie británica de cuatro episodios que llega este lunes a Movistar Seriesmanía. Estrenada antes en Reino Unido, ofrece una propuesta clásica con una trama sobre un político y sus tejemanejes en la que se pone en evidencia cómo se tiende la red para hacer caer al poderoso presuntamente inmoral sacando a la luz sus trapos sucios y cómo este logra esquivarlos.

El galardonado David Hare (El lector, Las horas) es el responsable de la creación de un escenario altamente reconocible y con el que es fácil conectar por lo accesible que resulta. Tanto, que es apto incluso para quienes no gustan de las ficciones de este estilo. Se puede entrar por la trama política o por la humanidad de los temas a tratar que se desprenden de su planteamiento inicial.

Porque aunque el contexto que lo envuelve todo es el de gobernar un país, lo que apunta el primer episodio visto antes del estreno es que se trata más de una historia de un tipo moralmente cuestionable y con muchos frentes abiertos que un tratado sobre lo que es o debería ser la política. Es decir, no tiene nada que ver con El ala oeste de la Casa Blanca (referente recurrente cuando se habla de series sobre política) ni con la reciente La ley de Comey. Tampoco lo pretende en ningún momento.

Una salida del juzgado triunfal ante los micrófonos y las cámaras de multitud de medios vanagloriándose de haber ganado un caso de difamación en el que una de las testigos clave, una periodista (Sarah Green), cambió su testimonio una vez en el estrado se convierte en la primera toma de contacto con Laurence. Ahí se ha salido con la suya, pero ¿seguirá haciéndolo? ¿Le salvarán siempre su carisma y su imagen pública? ¿Hasta dónde llegará para encubrir los escándalos que llaman a su puerta?

A medida que se suceden las escenas y la presentación del resto de piezas de ajedrez se van conociendo los muchos frentes que tiene abiertos. Su esposa, su amante, una supuesta hija de cuya existencia no tenía noticia, un asistente aparentemente solícito y una primera ministra, Dawn Ellison, que igual no le tiene en tan alta estima como él cree y ella asegura cuando lo tiene delante. Ella es el otro pilar de Roadkill. Ese 10 de Downing Street ficticio y a la vez tan real (especialmente para británicos y aficionados a sus series), lo ocupa Helen McCrory (Peaky Blinders, MotherFatherSon).

Esos cara a cara de Laurie y la que fuera matriarca de los Shelby son una delicia. Como si fuesen partidos de tenis dialécticos e interpretativos o duelos a cara en cubierta de un western moderno en el que ninguno de los duelistas enseña completamente sus cartas de entrada. Se sabe, se ve y se saborea. Verles en acción a ellos dos es todo un espectáculo. Y lo mejor es que no están solos. Los secundarios tienen su parcela de protagonismo y espacio para crecer.

Cada cual puede elegir su bando. A destacar, Iain De Caestecker como el asistente Duncan Nork y Sarah Greene (Dublin Murders, Normal People) como la periodista que quiere desenmascararlo ante la opinión pública y la justicia. Ambos merecen toda la atención y se la ganan desde el arranque. Y también conviene seguir la pista a Sidse Babett Knudsen en el papel de la amante de Laurence y a Saskia Reeves interpretando a su esposa.

A favor de Roadkill, dirigida de principio a fin por Michael Keillor (Line of Duty), juega contar con un primer episodio tremendamente entretenido y certero en lo que quiere ser. Cierto es que el planteamiento puede resultar clásico. Quizá para algunos parezca hasta poco atractivo debido un panorama plagado de títulos donde elegir. Aún así, que solo sean cuatro capítulos y ver a Laurie hacer de caradura sin conciencia es más que suficiente para picar y ver dónde le llevará el guion y si este tendrá moraleja. Al final, ¿ganarán los de siempre?

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