Entrevista a Nabil Al-Raee"Los palestinos han sido asesinados durante 76 años pero nadie cree nuestro relato"
Ha trabajado con The Freedom Theatre en un campamento de refugiados de Cisjordania y estrenará en Madrid Atrapado en la esperanza, una producción de Teatro del Barrio.
Madrid--Actualizado a
El actor palestino Nabil Al-Raee nació en un campo de refugiados de Cisjordania y ejerció en otro como director artístico de The Freedom Theatre [El Teatro de la Libertad]. Tras una residencia artística financiada por el INAEM en el Castillo Palacio de Magalia, ensaya en Madrid —con la colaboración de Miguel Oyarzun y Juan Ayala— Atrapado en la esperanza. Producida por el Teatro del Barrio, la obra parte de su propia experiencia y se estrenará el 19 de noviembre.
¿Cómo ve a Occidente y cómo Occidente ve a Palestina?
Soy una persona que puede distinguir entre diferentes culturas. No voy a meter a todo el mundo en el mismo saco. Portugal, España, Italia o Grecia son muy familiares para mí. La cercanía, la atmósfera, el tiempo, la forma de hablar con la familia… Por supuesto que hay diferencias culturales, pero en estos países me he sentido en casa, no como un extraño. Sin embargo, más al norte, en Alemania o en Suecia, siento que hay una gran diferencia.
Para nosotros, el mundo occidental es América y Europa, aunque haría una distinción entre Estados Unidos y aquí. Durante muchos años no he estado de acuerdo con el punto de vista del mundo occidental respecto a Palestina. Los palestinos han sido perseguidos, desplazados y asesinados durante 76 años. Sin embargo, nadie quiere comprar ni creer este relato, porque la propaganda sionista se ha impuesto durante este tiempo.
Políticamente, hemos tenido muchas discrepancias, pero la situación está cambiando y asistimos a un levantamiento, y me alegro de que Palestina sea la razón de esa revuelta. Siempre he creído que mi tierra sería el punto de inflexión que podría cambiar el mundo, porque lo que pasa en Palestina tiene una implicación muy profunda en la política a nivel internacional. Creo que somos el punto de partida.
¿Concibe The Freedom Theatre como un elemento transformador a través del arte? ¿Cómo se crea en un contexto de ocupación? Las bombas pueden destruir un edificio, una ciudad o un país, pero ¿permanece el arte?
Efectivamente, porque el arte es una necesidad, no un accesorio ni un entretenimiento. En los campos de refugiados de Yenín o de Al-Arroub, donde vivo actualmente, hacemos arte para que nuestros niños, jóvenes y adultos sobrevivan y abran sus mentes y corazones para que puedan lidiar con la problemática actual y cambiar la realidad a través del arte.
Tal vez la gente olvide que el arte y el teatro siempre han formado parte de cualquier revolución contra la injusticia. Estos lugares, con una buena historia y una buena forma de contarla artísticamente, pueden ser influyentes. Son necesarios y son nuestra voz.
Nació y se crio en el campamento de personas refugiadas de Al Arroub y ha trabajado y vivido en el de Yenín. ¿Hacer teatro en un lugar así es un acto de resistencia?
Absolutamente. Te pueden castigar y, de hecho, a mí me encarcelaron durante un mes en 2012. Durante los interrogatorios, los militares israelíes no dejaban de preguntarme: "¿Por qué haces arte?".
Usted recurre a vivencias personales para explicarlo todo. ¿Por qué es tan importante la construcción del relato?
Cada ser humano es una historia, no importa su raza, su religión o su nacionalidad. Cuando te mueres, lo que queda es la historia, por ello es importante saber cómo protegerlas y conservarlas, porque el relato puede ser modificado fácilmente. De la misma forma que el arte es una forma increíble de impulsar el cambio, también puede ser una peligrosa herramienta de destrucción, como hizo el movimiento sionista transformando el relato.
¿Cuál sería su historia o su relato si hubiese nacido judío en Israel?
¡Guau! Quizás me habrían engañado, como han hecho con muchísima gente. Ahora bien, si fuese un artista terminaría conociendo la realidad con el paso de los años, porque el arte es investigación y un laboratorio donde puedes discutir sobre religión, política, etcétera. No sé como reaccionaría, pero seguramente gritaría que somos unos ladrones.
Usted se aferra a la esperanza y atisba una Palestina libre que verán sus ojos. ¿Cómo se pondrá fin a la ocupación? ¿Y cuándo se crearán los dos Estados y se logrará una vida en paz?
Antes de nada, deberíamos recordar que Palestina era la tierra de todos: judíos palestinos —no israelíes sionistas—, cristianos palestinos, musulmanes palestinos, drusos palestinos, etcétera. Todos los credos vivían en armonía porque era nuestra tierra. Mi esperanza es que la Palestina histórica sea libre y volvamos a ese lugar de partida, o sea, a ese lugar donde la gente vivía en paz. Ahora bien, no recibiría con los brazos abiertos a los sionistas, porque no puedo respetar a quienes han robado nuestras casas y cometido una limpieza étnica y un genocidio.
¿De qué herramientas dramáticas se vale para narrar la historia de la resistencia palestina?
Todo lo que cuento en Atrapado en la esperanza está basado en hechos reales. Mi historia como refugiado nacido en un campo discurre en paralelo a la historia de Palestina. No hemos tenido que inventar nada, porque el drama está ahí, tanto en lo cotidiano como en los grandes acontecimientos. Como actor no tengo que pedir prestado un sentimiento, porque los vivo a diario. Lo más importante es que no estamos hablando de una historia que ocurrió, sino de algo que sigue ocurriendo ahora mismo, mientras se cometen asesinatos, robos y expropiaciones de casas y tierras.
¿Qué puede cambiar esta obra de teatro?
Venir a España y girar por Europa le da a la gente la oportunidad de pensar y compartir la historia, ya que nuestro relato ha sido robado y deturpado. Creo que puedo convencerla, pero le advierto de que a lo mejor le estoy mintiendo, por lo que le animo a seguir investigando. Una vez terminada la función, el público tiene que hacer los deberes.
¿Cree que el movimiento ciudadano de solidaridad con Palestina es suficiente? ¿Por qué los Estados occidentales y los organismos supranacionales no se implican en su lucha?
Durante mucho tiempo nos han dejado solos, aunque ahora valoramos que la gente se movilice. Los palestinos apreciamos lo que están haciendo los españoles y el posicionamiento de su Gobierno, que ha reconocido que Israel está cometiendo un genocidio.
Esperamos que eso ocurra en todas partes, aunque los países árabes no están reconociendo el genocidio, excepto Yemen, porque están gobernados por dictadores. Incluso la Autoridad Nacional Palestina está bajo las garras de los israelíes. Sin embargo, la voz de la resistencia crece en nuestra tierra en paralelo al movimiento internacional, por lo que estoy convencido de que el mundo entero y su estructura política cambiarán.
Después de una residencia artística financiada por el INAEM en el Castillo Palacio de Magalia y de los ensayos en el Teatro del Barrio, regresará a Cisjordania. El 19 de noviembre volverá a Madrid para estrenar la obra, aunque todavía no sabe cómo lo hará.
Nada está garantizado en mi vida. Antes de venir a España, no sabía si me darían el visado. Y una vez en Palestina no sé si podré volver, pero tampoco si sobreviviré. Temo el aniversario de los ataques de Hamás a Israel del 7 de octubre, porque junto al reconocimiento del Estado palestino por parte de varios países está acelerando los planes israelíes de sanciones contra Cisjordania, lo que significa la destrucción de todos los campos de refugiados. A lo mejor vuelvo y el de Al Arroub ya no existe, como ya ha sucedido con el de Yenín.
Estudió dirección teatral en Túnez y ha pasado temporadas trabajando en Europa. ¿Por qué volvió?
Tengo una responsabilidad, a través del arte, con mi comunidad, con mi familia y con la causa palestina. Si todos nos marchamos en busca de una vida confortable fuera de nuestra tierra, no tendremos un país.
Al principio le preguntaba cómo veía Occidente a Palestina. ¿La obra no pretende desmontar algunos tópicos?
El arte es una gran respuesta, por eso estoy aquí. Cuando digo que soy un refugiado, veo la mirada del público, como si no se lo creyese: "Imposible, no está sucio ni demacrado". Por eso quizás sea necesario explicar que un refugiado es un ser humano como otro cualquiera, que sueña, ríe, llora, tiene planes e intenta todo el tiempo mejorar su vida.
Por cierto, ¿a qué saben las naranjas?
A gloria. Las naranjas de Jaffa son las mejores del mundo. Son un recuerdo que me transporta al pasado, concretamente a un momento hermoso. Por eso son tan importantes en la obra…
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