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Portazo a la cultura rusa: caza a los no alineados

La cultura rusa vuelve a ser tema candente de la actualidad. Cancelaciones, despidos y declaraciones forzadas: los representantes más prestigiosos del ballet y la música rusa sufren el cerco de la política y de las relaciones institucionales en plena guerra de Rusia con Ucrania.

(25/10/2021) Presentación de ‘El lago de los Cisnes’ del Ballet Nacional Ruso en el Teatro Lope de Vega (ARCHIVO).
Presentación de ‘El lago de los Cisnes’ del Ballet Nacional Ruso en el Teatro Lope de Vega (ARCHIVO). Fernando Sánchez / Europa Press

En España, el Festival de Mérida ha cancelado la actuación de la compañía del Ballet de San Petersburgo que iba a inaugurar esta edición. El Ballet de Bolshói ya no pisará las tablas del madrileño Teatro Real, misma suerte para El lago de los cisnes, la obra de Chaikovksi, cancelada en todo el Reino Unido, Irlanda y Grecia.

Y mientras la prestigiosa Royal Opera House de Londres anula una residencia del Bolshói prevista en verano, en Estados Unidos el Carnegie Hall y la Ópera Metropolitana de Nueva York se suman al boicot. Otros, como el director de la Filarmónica de París, Olivier Mantei, matizan su postura rescindiendo solo los contratos de los artistas rusos que, si bien han manifestado su rechazo a la guerra, rehúsan retirar su apoyo a Putin.

"Aquí en Rusia los casos más llamativos son de Gergiev y Netrebko", cuenta Anna Fomicheva, hispanista y catedrática en la Universidad de San Petersburgo. La soprano Anna Netrebko no se retractó cuando hace unos meses felicitó a Putin por su 50º cumpleaños, y la Ópera de Nueva York no tardó mucho en contratar en su lugar a una cantante ucraniana.

El caso de Valeri Gergiev, el amigo íntimo del presidente, es más turbio. El director de orquesta evitó hacer cualquier declaración pública, pero la Filarmónica de Múnich prescindió de su colaboración, al igual que la Scala de Milán. Al músico no le quedó otra que volver a la Madre Rusia.

Vuelve la guerra fría cultural

"Por supuesto que estoy en contra de la guerra", afirma Mariana Gurkova, de origen búlgaro, pianista y catedrática del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid. "Pero boicotear el arte de cualquier país me parece una barbaridad. Estamos hablando de una cultura que ha sido creada durante siglos, muchos de ellos han sufrido. Por ejemplo, Rajmáninov emigró y Prokófiev también. Estamos añadiendo sufrimiento a un pueblo que ya ha sufrido bastante, es como dar patadas a un perro moribundo".

"Boicotear el arte de cualquier país me parece una barbaridad"

Bajo el perenne cielo gris de San Petersburgo, a Anna Fomicheva le cuesta encontrar un sentido lógico: "Es la guerra más extraña. Cada día los rusos llaman a Ucrania para saber cómo está la tía o el amigo, todos tienen familia ahí. Lo que había que hacer desde hace años con la ayuda de la literatura y de la música para hablar y entendernos, no lo hicimos".

Los veranos de mi adolescencia han trascurrido en los pasillos de un Conservatorio de Italia. Mientras el sol veraniego filtraba a través de las ramas del tilo que bordeaba el patio, el staccato retenido de la Sonatina para piano de Ravel acompañaba el avanzar de la noche. Hasta llegar a ese rallentando fuerte de los ultimísimos compases que arrasa el corazón y roba el aliento.

Entre viejos pianos abandonados y usados para apresuradas pruebas antes de la clase, ahí en el vestíbulo, camillas plegables iban a formar parte del mobiliario. Los bedeles se convertían temporáneamente en guardianes, los estudiantes de composición entraban en clausura durante varios días para asegurar la autenticidad de sus piezas. Ironía del destino: ahora les obligamos a que salgan de su perseverante retiro.

30 años de avances culturales arrebatados

Nos encontramos frente al deán (sacerdote) de la Iglesia ortodoxa de Madrid y director de la Casa Rusia, Andréy Kórdochkin. Nunca he visto un azul tan intenso, los ojos se encienden, está acostumbrado a las inquietudes del alma y a los trastornos de la conciencia. "Tengo un dilema ético", le confieso. "Le pedimos a la cultura que levante la voz, y al mismo tiempo queremos defender el arte por encima de la política. Sin embargo las obras de autores rusos como Gógol, Pushkin, Tolstói o Dostoyevski nacen de la lucha social".

Padre Andréy asiente: "Pushkin tuvo su propio trayecto dentro de la historia política de su tiempo. Él también estuvo pensando mucho en la elección entre la persona y el Estado, como por ejemplo en Boris Godunov, entre otras obras", explica. En ese sentido, los escritores rusos nunca fueron neutrales. "Pero yo creo que el espacio del arte debe ser un espacio libre. Nadie debería ser forzado a hacer declaraciones públicas", aclara. "Ya vivimos un tiempo suficiente en el que estuvimos presionados para decir ciertas cosas. Aquí, en el mundo occidental, mi idea de sociedad libre no es forzar a alguien a hacer declaraciones", recuerda sobre la Unión Soviética.

Andréy Kórdochkin explica que "en ese entonces [en la Unión Soviética], el mejor pintor de San Petersburgo, Vladimir Shinkarev, vivía en una habitación de un piso compartido, pintaba lienzos muy pequeños porque sabía que no iba a venderlos. Decía que tenía que estar preparado para que todo lo que iba pintando cupiera en su cuarto. Ahora las cosas han cambiado, ya puedes pintar cuadros del tamaño que quieras, presentarlos en los museos o en las exhibiciones y venderlos. Hasta las últimas semanas."

Sonríe desesperanzado cuando le digo que la Universidad de Milán acaba de cancelar un curso sobre Dostoyevski: "Ni sabemos qué diría Dostoyevski si estuviera vivo ahora mismo, estaría dando vueltas en su tumba si recibiera las noticias de la guerra. Pero sería absurdo cancelar un concierto de Chaikovski solo porque es Chaikovski, como no podemos hacer que Johann Sebastian Bach sea responsable por los delitos del Tercer Reich".

Me enseña una pequeña estampa bizantina colgada en la pared de la iglesia; es Santa Sofía con sus hijas: Esperanza y Caridad. Pienso en la antigua basílica ortodoxa de Hagia Sophia en Estambul. En sus antiguos frescos y relieves, hasta en la particularidad de su arquitectura todavía quedan las huellas de las religiones que a lo largo de los siglos se han sucedido.

De pronto recuerdo algo que me dijo al principio de la entrevista el padre Andréy: "Cuando acusaron al escritor alemán Thomas Mann por dejar su país y su cultura, él dijo: la cultura alemana es donde estoy yo. Creo que cada ruso puede decirlo, no en el sentido de que somos los propietarios, sino en el sentido de que el gobierno no es el dueño de la cultura rusa".

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