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La quinta marcha

RUBÉN ROMERO

Drive

 

Director: N. winding refn

Nacionalidad: EEUU

Género: Thriller

Reparto: Ryan Gosling, Carey Mulligan, Albert Brooks

Duración: 100 minutos

SINOPSIS

Un conductor anónimo se gana la vida pluriempleado como especialista de cine, mecánico y piloto a sueldo para ladrones. Su solitaria vida se complicará cuando conozca a una vecina con un marido en la cárcel y su jefe decida introducirle en el mundo de las carreras de coches. Fuera del interior del chasis de sus coches, el mundo resultará más hostil de lo que él creía.

COMENTARIO

El irresistible atractivo de la diferencia es lo que parece regir la obra de Winding Refn, realizador danés y uno de los mayores bocazas de la industria cinematográfica, sólo comparable a su odiado compatriota Lars von Trier.

La también danesa Phie Ambo nos ofreció un magnífico retrato de un tipo de orgullo temerario en el documental ‘Gambler’ (2006). En él se retrataba la ruinosa vida del antiguo niño prodigio del cine danés, aquel que fuera saludado como el Scorsese escandinavo cuando con 26 años firmó su ópera prima, ‘Pusher’ (1996). Por más que no tuviera para pagar el alquiler, Winding Refn seguía convencido de que era un genio y no le faltaba tiempo para soltar bravatas a diestro y siniestro.

Por el contrario, sus héroes suelen ser personajes asociales con serios problemas comunicativos, que se mueven llevados por la inercia en un inframundo delictivo. Así ocurre también en ‘Drive’, última de sus películas que, para aquellos que no visiten blogs o lean revistas de cine, se ha convertido en el filme de culto del año y casi diríase que del último lustro. La crítica la adora y el Festival de Cannes le concedió el premio a la mejor dirección. ‘Drive’ es, formalmente, un artefacto estético impecable.

En sus cien minutos se acumulan buena parte de los tics que se asocian con el anglicismo ‘cool’: el héroe mudo y sin pasado de raíz existencialista que bebe del western clásico, así como su posterior reconversión en un cowboy motorizado en filmes como ‘Easy Rider’ (Dennis Hopper, 1969), ‘Carretera asfaltada en dos direcciones’ (Monte Hellman, 1971) y, sobre todo, ‘Vanishing Point’, (Richard C. Sarafian, 1971); el ‘revivalismo’ de la música electro de la década de los ochenta y de su pope Giorgio Moroder (periodo también de sus fluorizados títulos de crédito inspirados en ‘Risky Bussiness’), que tanto hace gozar a los festivaleros indies a altas horas de la mañana y a los diseñadores de moda a cualquier hora en cualquier escaparate; la violencia teatralizada de ‘grand guiñol’ del Tarantino de los noventa… y esa chaqueta con un escorpión bordado que ni puede ni quiere negar que su responsable ha visto el clásico ‘queer’ ‘Scorpio Rising’, de Kenneth Anger. Pero, por encima de todo, ‘Drive’, es el reverso actual de ‘The Driver’ (1978), obra de uno de los mejores directores vivos de la historia, Walter Hill, filme totémico del que han bebido desde el citado Tarantino al hiperalabado Michael Mann. Sin embargo, ‘Drive’ no se queda en la mera superficie.

No es un simple tuneo de la obra de Walter Hill. Bajo la chapa y pintura de este utilitario tan molón late el corazón de un Ferrari. Hay auténtico amor por el género, nada de ironía (en el mejor de los casos) o reinterpretación (en el peor) posmoderna. La pluralidad de referencias resulta digerible al espectador porque, por encima de los neumáticos quemando el asfalto se oye el sufrimiento sordo de una mujer y su hijo, o la desesperación que arrastra junto a su pierna inútil un discapacitado (maravilloso papel del ‘breaking bad’ Bryan Cranston).

La guinda la pone el irrenunciable espíritu autoral de Winding Refn: como en sus anteriores obras, hay música atronadora como contraste al imperceptible masticar de mondadientes de su personaje, sangre de un ‘pantone’ que nada tiene que envidiar al del cine de terror de la Hammer y exabruptos inesperados de violencia animal. Ver una película como ‘Drive’ es algo muy similar a viajar por un relato en Rolls Royce.

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