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Raúl Arévalo: “He sacado lo que llevo dentro y algunas cosas no me gustan demasiado”

El conocido actor ha debutado como guionista y director con ‘Tarde para la ira’, historia de una venganza con la que ha ido ni más ni menos que a Venecia, donde ha cosechado elogiosas críticas internacionales. Antonio de la Torre y Luis Callejo le acompañan en esta aventura.

Raúl Arévalo, Antonio de la Torre y Luis Callejo, en el rodaje.

MADRID.- “De cuando en cuando, el cine español lanza un mugriento y precioso thriller auténticamente español, en lugar de una imitación de los modelos estadounidenses (…) una película de venganza perturbadora e intensa”. Son palabras de Jonathan Holland publicadas en The Hollywood Reporter. Y esta es solo una de las decenas de elogiosas críticas que se han escrito en medios internacionales en el Festival de Venecia sobre la ópera prima de Raúl Arévalo, ‘Tarde para la ira’. Protagonizada por Antonio de la Torre y Luis Callejo, la película es, efectivamente, una historia de venganza, calculada y fría, y que lleva el ADN español marcado a fuego.

Seguramente, uno de los mejores debuts de los últimos años en el cine nacional, la película tiene ambición y cero pretensión, fundamentales ambos en una ópera prima hecha con libertad y, por tanto, con dosis interesantes de riesgo. Rodada en súper 16 “por cabezonería”, su aspecto estético era esencial para el director -“eso le da la suciedad que la historia necesitaba y empaque y personalidad”- le ha hecho aprender a su autor muchas cosas, entre otras, “que tengo mucha ira dentro”.

¿Estará dando saltos de alegría después de las críticas de Venecia?

Bueno… Vale, sí, estoy pegando saltos, pero debo decir que al ser actor uno aprende a relativizar mucho. Como actor te entrenan en esto, que es parte del juego. Además, me he dado cuenta de que soy mucho más exigente como director que como actor. He pasado un tiempo torturándome por cosas que no me gustan de la película cuando ya estaba terminada.

Ha estado con este proyecto hasta que lo ha sacado adelante ocho años. ¿Cómo se puede convivir todo ese tiempo con la idea de la venganza, que no es especialmente saludable?

Hace ocho años se me ocurrió la idea, sí. Poco a poco he ido modificando el guion. Quiero decir que no hice la película para obtener resultados y ahora lo veo y lo que más valoro es que me han permitido hacer la película que he querido. He sido libre al hacer la película y he podido jugar un poco a equivocarme.

Pero… dedicar ocho años a la venganza…

Ya. Un año más y ya no hubiera contado esta historia. He pasado una época oscura. Ahora estoy en un momento más luminoso y lo haría de otra forma. Además, yo, que toda mi vida he tenido el discurso de que se tienen que hacer más películas con personajes femeninos y sobre el universo femenino, voy y hago este thriller sobre la venganza. No era mi intención. Ahora, cuando lo veo, pienso que la película tiene un punto de vista muy masculino.

Un tipo que calcula fríamente un plan de venganza, ¿es normal, como usted le retrata, o es una especie de sociópata?

David Pulido, autor del guion conmigo, es psicólogo de profesión. Profundizando en el tema, he aprendido que yo, que soy un cagón y que soy pacífico, tengo mucha ira dentro. También sé ahora que la venganza en frío te lleva a una conclusión, el que la lleva a cabo es alguien que se aferra a esa idea y que se queda solo son esa sensación de ira, venganza y rencor. Si hubiera seguido con su familia, con sus amigos… no lo hubiera hecho. Pero los de Puerto Hurraco y gente así son personas que se quedan atrapadas en esa mierda, el 95% son neuróticos. Decidimos, claro, que no podíamos ser tan fieles a la realidad con el protagonista.

¿Se refiere a que había que atenuar un poco para conseguir una empatía del espectador con el personaje?

Sí, claro, para empatizar tenía que venderme y hacerme el loco. Tuvimos que hacer otro personaje. Y esa era, sin duda, la dificultad más grande del guion. Y por eso a veces no estoy tan contento con la película, pero armé una película quizá demasiado ambiciosa para una primera obra. Sentía que no quería ser tramposo, pero que tenía que hacer lo que me interesaba.

No me parece una trampa.

Ya, pero yo sentía algo así.

Además, la ambición es necesaria en la primera película, ¿no?

Creo que sí. Y yo quería ser ambicioso pero sin ser pretencioso. Creo que buena parte de las críticas de Venecia, que algunas me parecen exageradas, es justo por eso, porque han rescatado lo bueno y no lo malo.

Por el punto de vista del que hablaba antes ¿cree que es más fácil para un hombre que para una mujer empatizar con su personaje?

Sí, me ha salido un punto de vista muy masculino. Consciente o inconscientemente he sacado lo que llevo dentro y algunas cosas no me gustan demasiado. Y una de esas cosas es que me he dado cuenta justo de eso de que es más fácil empatizar con el protagonista si eres hombre que si eres mujer. También me lo dicen mis amigas.

Y ¿qué le hizo pensar en cómo sería una venganza en frío?

Un comentario típico que todos hemos oído y que yo oí en el bar de mi padre. Escuché una conversación sobre un hecho que contaban en el telediario y alguien dijo: “Si le pasa eso a mi familia, cojo una escopeta y…”

Fotograma de 'Tarde para la ira'.

Fotograma de 'Tarde para la ira'.

Se nota que ha tenido un debate interno acerca de cómo mostrar la violencia, ¿le preocupaba la ética de esto en concreto?

Sí, mucho. Por mucho que a mí me guste el cine de Tarantino, por ejemplo, para mi película yo quería huir de la estética de la violencia. No quería caer en eso. Quería una cosa más seca, más áspera y más realista. Cuanto más potente fuera la situación emocional, menos brutal y explícita debía ser la violencia.

La película lleva claramente el ADN español ¿cómo era esto de importante para usted?

Mucho. Quería hacer cine con identidad, ya que estaba tan alejado del argumento, quería al menos llevármelo a mi terreno: la forma de hablar de los barrios, las partidas de mus en los bares, los campos de Castilla. El peligro aquí era caer en el costumbrismo, pero trabajamos mucho con los actores y con el equipo de arte.

También hay una inclinación hacia el realismo, ¿ha sido difícil encajar eso con el género?

Al hacer la película me di cuenta de que era más ambiciosa de lo que pensaba. Era muy difícil mezclar esos dos mundos, el hiperrealismo y casarlo con la estructura de género. Pero quise ver hasta dónde llegaba.

¿Cómo ha sido dirigir a actores que son amigos suyos?

A Antonio le daba tortazos y le cogí gusto. Eso dice muy poco de mí como actor. El guion estaba escrito para él y para Luis, y a los otros los escogí a dedo, no hice casting. Las teles querían imponerme tías y tíos buenos, ya sabes… Trabajar con ellos ha sido lo fácil porque les conozco, sé cuáles son sus puntos fuertes y débiles.

Y ¿a partir de ahora?

Mi sueño es compaginar. Seguir actuando y dirigiendo, pero haciendo solo las películas que quiera hacer.

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