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La televisión sí da la felicidad

Última jornada del festival Estrella Levante SOS 4.8, que volvió a tocar techo de asistencia el sábado con otras 35.000 personas

JESÚS ROCAMORA

Un susto: la segunda y última jornada del festival Estrella Levante SOS 4.8, que volvió a tocar techo de asistencia el sábado con otras 35.000 personas, comenzó con un chaparrón repentino. El agua impuso que se suspendiera la primera actuación (la de los murcianos Varry Brava, prevista para las 18.30 horas) y obligó a parte del público a buscar refugio en el auditorio y el edificio Mustang (donde tras una lectura de poesía de mano de Houellebecq se proyectaba la película adaptación de su novela La posibilidad de una isla). Aunque los nubarrones se quedaron, la cosa paró y el resto se desarrolló con normalidad.

Un fenómeno extraño: hasta medianoche, un impulso empujaba a la gente hacia el escenario Jägermeister, más modesto y especializado ayer en grupos españoles que ya han tocado al gran público de una manera u otra, como We Are Standard, Dorian y Love of Lesbian. 'Desde aquí no se ve el final', decía desde el escenario uno de los miembros de Dorian, impresionado por aquel mar de cabezas que sabía sus letras. Los afectados fueron los grupos del escenario principal: Mystery Jets, enérgico y poderoso, con un líder que impresiona como Blaine Harrison, que se eleva por momentos de la silla a la que está atado a causa de espina bífida. Y los más hippies y familiares, los componentes de The Magic Numbers, que son como ositos de peluche (son dos parejas de hermanos) y que conectan sin dificultad con el público a la hora de la cena.

Lo que valen las tablas: la leyenda del ska pop Madness era uno de los conciertos que había que ver. Formados en 1976, se mostraron en un estado envidiable: son elásticos y entrañables, impusieron el trote como estado de ánimo y parada obligatoria en sus temas más universales (Our House, It Must Be Love). Y otras dos leyendas del buen rollo cerraron el escenario principal, Orbital y Fatboy Slim, tan curtidas en música de baile para estadios que era imposible fallar.

Más atmosférico, Orbital invita al trance y tiene tantos hits que puede soltar de golpe Lush 3, Satan y Chime para dar la bienvenida. Lo de Fatboy Slim es más homogéneo que etéreo, más físico que mental, y deja impresión de verbena pasada, con los lásers y sus gestos de hooligan animando al personal.

Lo más interesante: a la vez, en el escenario Jägermeister, dos propuestas interesantes que juegan con las imágenes. El misterioso Chris Cunningham, conocido por sus videclips tecno-terroríficos para Aphex Twin, Björk y Madonna, consiguió inquietar alternando ritmos retorcidos y crujientes con ambientes opresivos, mientras pasaba imágenes de su universo, túneles, alienígenas, carne rara y un verde tóxico impregnándolo todo.

Addictive TV hizo bailar jugando a poner música a escenas de películas montadas con ritmo y guasa: de Antonio Banderas de mariachi a un Star Trek bailongo, Prodigy con dagas voladoras a Guns N'Roses y después AC/DC para hacer el jevi. Así más o menos.

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