'El viejo roble' y el ADN solidario de Ken Loach
El veterano cineasta probablemente se despide del cine con una película que rastrea el nacimiento del nuevo racismo europeo, que advierte del peligro de la extrema derecha y que reivindica el sentido de comunidad y la solidaridad. Premio del Público en Locarno y en la Seminci, donde también ganó mejor actor (Dave Turner).
Madrid-Actualizado a
Ken Loach cumplió 86 años en pleno rodaje de El Viejo Roble. Aquel día, 17 de junio de 2022, el equipo trabajaba en una secuencia en la catedral de Durham. Hasta allí llegan en un par de ocasiones los dos personajes principales de esta historia, con la que el cineasta cerrará, probable y muy tristemente, una filmografía absolutamente excepcional. El humanismo y el compromiso de este creador han sido, son y serán insuperables. Este mundo de capitalismo feroz y crueles desigualdades necesita más que nunca a Ken Loach.
No es extraño que en esta película, que ha hecho de nuevo acompañado por el guionista Paul Laverty, el cineasta haya querido recuperar el pasado de lucha solidaria, traerlo a este presente tan hostil e intentar con él contagiar de sentido de comunidad y de esperanza esta historia de hoy. “Si los obreros fueran conscientes de su poder y lo usaran, cambiaría el mundo”, dice uno de sus personajes, que habla con las palabras de Loach y Laverty.
Tiempos oscuros
El Viejo Roble, cierre de la trilogía del noreste de Inglaterra – Sorry, We Missed You y Yo, Daniel Blake-, retrata una realidad negrísima, pero no podemos permitirnos pensar en ella como algo inmutable, dice el cineasta desde esta ficción. “Habíamos hecho dos películas en el noreste, historias de personas atrapadas en esta sociedad fracturada. Inevitablemente, ambas terminaron mal. Aun así, conocimos a muchas personas fuertes y generosas, que responden a estos tiempos oscuros con valentía y determinación. Sentíamos que teníamos que hacer una tercera película que reflejase eso, pero que tampoco minimizara las dificultades que la gente tiene que afrontar y lo que ha sufrido esta zona en las últimas décadas”.Dave Turner y Ebla Mary, protagonistas de la película - Vértigo Films
De hecho, fue un suceso muy trágico el que arrancó este proyecto. En una de las visitas de Paul Laverty a los pueblos mineros de la zona, hubo un entierro. “Una madre joven había acompañado a su hijo, a pie, a la escuela, y cuando volvió a casa, se ahorcó”, recuerda el guionista. Una mujer mayor le contó después cómo otras jóvenes se habían quitado antes la vida. “Conforme iba rondando por estos pueblos, hablando con jóvenes y viejos, y viendo el abandono y el deterioro de las calles principales, me hacía preguntas sobre la vida interior y el espíritu de la vieja generación, comparados con la trágica historia de la joven madre que se había quitado la vida.”La extrema derecha
Loach no endulza en el filme las dificultades extremas de los habitantes de estos pueblos, pero dirige la mirada hacia el camino necesario para recuperar la esperanza con esta historia. A un pueblo del noreste llegan familias de refugiados sirios. Los habitantes, herederos del cierre de las minas en la época de Thatcher, viven desencantados el abandono y la pobreza, y descargan su rabia en los recién llegados. T.J. Ballantyne, dueño del único pub que queda abierto, El Viejo Roble, intenta convertir el lugar en espacio de encuentro para toda la comunidad. ¿De dónde vienen el racismo y la xenofobia que se vive en Europa? ¿Por qué se siente tanto miedo y tanto odio? Son preguntas que se hace ý que contesta esta película.
“Creo que para comprender cómo se desarrolla el racismo tenemos que ver cómo se despliega. Tenemos que entender las raíces del racismo, las semillas de la hostilidad con los emigrantes. En la película intentamos explicar que cuando una comunidad pierde la esperanza, se ve abandonada y sin un futuro, cae en la desesperanza, entonces es en ese momento cuando la extrema derecha entra en escena y dice que hay que echar la culpa a los emigrantes”.Paul Laverty y Ken Loach, en la 68 Seminci - Seminci
“Para ver esto en acción es más interesante contar una historia que lo explique y eso es lo que puede hacer el cine. La película es un relato, no un discurso político. Mostrar que hay buena gente susceptible al problema del racismo es importante -añade Loach-. La esperanza reside en la solidaridad, si reconocemos lo que compartimos todos y si nos apoyamos vamos a ser fuertes, será posible ver una salida hacia delante. Sin la solidaridad no hay solución”.El ADN de Ken Loach
“Elijo ver solo la esperanza y la fortaleza cuando miro por la cámara. Si pierdo la esperanza, mi corazón dejará de latir”. Son palabras de la joven siria protagonista de esta historia, pero nacen del espíritu de Ken Loach y de Paul Laverty, inseparables en los últimos treinta años. “Hemos hecho muchas películas juntos, en muchos lugares del mundo. He visto a Ken (Loach) tratar a todo el mundo, desde niños a ministros de gobierno, con amabilidad y buen humor. Tiene convicciones políticas muy profundas y se enfrenta sin problema a personas de distinta visión política, pero nunca, ni una sola vez, le he visto agotado. Nunca, ni una sola vez, le he visto tratar a nadie, fuese el que fuese su origen político, racial o religioso, con nada que no fuese el más absoluto respeto. Está en su ADN, y es un ejemplo extraordinario”, afirma el guionista.
“Estoy convencido de que lo que le ha dado fuerzas hasta el final han sido sus convicciones políticas. Igual le provocará una sonrisa si ahora cito aquí a San Agustín, que dijo hace más de mil quinientos años que Esperanza tenía dos hijas maravillosas. Una, Rabia, por cómo son las cosas. Y la otra, Valentía, para intentar cambiarlas. Esto ha sido su vida y su trabajo. Un cuerpo muy delgado, el suyo, para llevar dentro tanto coraje”.
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