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Garbajosa pone la autoestima

Los de Messina ganan al Cajasol de Sevilla por 67-60 el partido definitivo de los cuartos de final

MIGUEL ALBA

Vive el Madrid entregado a un baloncesto fuera de normas. Sólo explicable a través de una tesis de sensaciones. Cargado de bipolaridad en función de sus actores. Tan excéntrico por momentos, como desatado en sus aspiraciones en cuanto sopla a favor el marcador. Tan rácano en los episodios de mayor estrés, como estrepitoso en cuantoBullock y Garbajosa tocan pelo. Los triples del primero templaron inquietudes en el diván mental que ha convertido Plaza cada partido de la serie. Estuvo a punto de salirle bien.

Hasta el 21-14 (min. 10), los de Messina se sentían satisfechos con su yo gris. El que celebra el sacrificio defensivo o el rebote arañado con el último dedo como un espectáculo digno de su escudo. Un ego quebradizo ante la amenaza constante de Savanovic (7 puntos en el primer cuarto), siempre ganador del duelo con Felipe Reyes, y las fluctuaciones de ventajas.

Con Garbajosa llegó la fase de la máxima autoestima. El baloncesto equilibrado construido desde la solución continua que lleva aportando el de Torrejón en los dos últimos partidos. Minutos sin el miedo que le ha agarrotado, durante toda la temporada, desde el triple; minutos en los que su omnipresencia está a la altura de su ficha; minutos cargados de liderazgo; minutos, en definitiva, capaces de sostener a un equipo que gana el descanso enfervorecido (41-29) y regresa a la cancha con sus pilares hechos añicos.

El vestuario sirvió de catarsis para el Cajasol. Allí Plaza volvió a reiterar su discurso metódico de alternancia extenuante de defensas especialmente la zona, largas posesiones y el tiro de gracia de Ellis, Kirskay y Savanovic. Una combinación tan sencilla como hiriente. En seis minutos, reiteró su falta de respeto al Madrid con una canasta de Savanovic (41-41, min. 25) que cerraba el gran período oscuro de los de Messina (5:40 minutos sin anotar). Garbajosa apareció de entre los fantasmas para proporcionarle algo de oxígeno (51-44, min. 30) a la enésima mutación del Madrid. Volvió la brega, el basket del ardor guerrero que tan bien maneja Llull. Suyas fueron las dos explosiones que rearmaron anímicamente al Madrid y le permitieron sobrevivir.

Las semifinales le cruzan con el Baskonia y el factor cancha en contra. Un ejercicio que obliga a un estado de ánimo único. A una única piel.

 

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