Este artículo se publicó hace 2 años.
¿Y si Elon Musk al final no compra Twitter?
El ser humano más rico del mundo es imprevisible. Tras anunciar el acuerdo para comprarse Twitter, cabe recordar que aún puede echarse atrás si paga una penalización de 1.000 millones de dólares. Y eso no puede descartarse aún.
Madrid-Actualizado a
La última semana de abril de 2022 será recordada, si acaso, por la irrupción de Elon Musk en el mundo de la comunicación con el acuerdo para comprarse el 100% de Twitter por casi 40.500 millones de euros. La influyente red social se ha llenado de memes, de preocupados por la libertad de expresión y de tensión por la posibilidad de que se eliminen los filtros y estalle el discurso de odio (o algo incluso peor) en esta plataforma abierta a todos y a todas. Pero el ser humano más rico del mundo puede recular y abandonar esta nueva 'aventura' incluso antes de consumarse la compra.
Musk sigue desatado desde su cuenta en Twitter -87,2 millones de seguidores y subiendo, aunque curiosamente aún lejos del 'rey', Barak Obama, con 131 millones- y se dedica a bombardear esa red social con mensajes irónicos, festivos o supuestamente humorísticos. Por otro lado, la compra (la tercera más grande de la historia del sector, apunta Fortune) ya tiene el respaldo bancario necesario.
Lo que pasa es que con este super magnate, nunca se sabe: su peculiar personalidad pública -y privada- confunde a prácticamente todo el mundo.
Algunos analistas ya apuntan a esa posibilidad. Tal es el caso de Lauren Silva Loughlin y Gina Chon, ambas columnistas en Reuters Breakingviews, que en un artículo enumeran las razones por las que el milmillonario sudafricano podría dar marcha atrás.
"No sería la primera vez", recuerdan, ya que hace cuatro años, Musk se planteó crear una empresa para enfrentarse a la icónica marca de dulces See's Candies, propiedad del conocido magnate estadounidense Warren Buffett.
Luego, el flamante creador de Tesla y Space X cambió de opinión simplemente porque no encontró un dulce mejor. Buffett no movió una ceja.
Pese a que esa anécdota no es comparable con la apuesta por Twitter, sí da una idea de la manera de actual de Musk: triunfar o cerrar. El célebre empresario había estado comprando acciones de a red social poco a poco, por valor de 2.600 millones de dólares; con cerca de un 9% de la empresa, solicitó un puesto en el consejo de administración a principios de abril. Pocos días más tarde, renunció a esa silla. Y el lunes 25 se anunciaba el acuerdo para la adquisición de toda la compañía.
Un rato más tarde, acudía a una entrevista en TED 2022. Tranquilamente, aseguró que esa compra no era una cuestión de inversión para ganar dinero. No le importa nada eso, sino la "libertad de expresión". O lo que él entiende por libertad de expresión.
La compra, pendiente aún del examen de los reguladores de EEUU, ha estado precedida de un alto grado de tensión, hasta el punto de que las negociaciones se prolongaron durante en fin de semana anterior. La anunció el propio Elon Musk en la (propia) red social. Ha logrado financiación y el acuerdo con los accionistas actuales. Hasta el cofundador Jack Dorsey bendice el pacto. Vendió unos 4.000 millones de dólares en acciones de Tesla esta isma semana. Parece que va en serio.
Sin embargo, el acuerdo incluye una penalización de 1.000 millones de dólares que cualquiera de las dos partes debe pagar a la otra en el caso de que una incumpla el contrato. ¿Y qué son 1.000 millones para alguien dispuesto a pagar 43.000 millones?
En su columna para Reuters, Siva y Chon apuntan a que el principal problema que afronta Musk tiene que ver con Tesla y su mayor mercado, China. Allí se fabrican la mitad de sus vehículos y también se venden una cuarta parte de los mismos. Y la idea de eliminar todo filtro en la red social más influyente del mundo en pos de la "libertad de expresión" absoluta choca con el régimen de Pekín, como ha pasado en varias ocasiones.
También la cuestión regulatoria puede suponer un obstáculo importante. Por ejemplo, en la Unión Europeo, el Tribunal de Justicia de la UE acaba de consolidar la obligación de los prestadores de servicios en internet -como Twitter- de vigilar los contenidos ilegales o prohibidos.
Mientras los problemas van apareciendo en el horizonte, Elon Musk se dedica a tuitear lo que le da la gana y acapara la lógica atención que merece el ser humano más rico del mundo.
Visto lo visto, ¿alguien se sorprendería de que Musk, al final, no comprase Twitter?
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