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Ómicron y la inflación abren un panorama de incertidumbre económica y dejan en el aire el ritmo de la recuperación

El encarecimiento de los costes de producción tira al alza de los precios de manera generalizada y abre una brecha de poder adquisitivo mientras la vertiginosa expansión de la nueva variante del coronavirus comienza a paralizar las industrias del ocio, dos factores que entrañan el riesgo de ralentizar la salida de la crisis pandémica.

Varias personas en una frutería en Madrid. REUTERS/Susana Vera
Varias personas en una frutería en Madrid. Susana Vera / REUTERS

"Estamos en una segunda fase del proceso inflacionista, que es la del traslado de los mayores costes de producción hacia los precios finales al consumo", explica María Jesús Fernández, economista senior de Funcas, la Fundación de las Cajas de Ahorro, tras el adelanto de la escalada del IPC interanual al 6,7% que ha adelantado este jueves el INE (Instituto Nacional de Estadística)

Se trata de la cota más elevada en casi tres décadas, ya que no se alcanzaba desde marzo de 1992, en los albores de la última crisis de ese siglo, y se debe, principalmente, a "la subida del precio de la electricidad, mayor este mes que en diciembre de 2020", y, "en menor medida, al aumento de los precios de la alimentación, frente al descenso registrado el año pasado", informa el INE.

Ese potente ascenso de la inflación general, que prácticamente ha duplicado su intensidad en la segunda mitad del año al socaire de la tormenta energética, está comenzando a proyectar nubarrones de incertidumbre sobre la fortaleza de la recuperación y sobre el ritmo que esta tendrá en los próximos meses, un proceso de turbulencias en el que el IPC comparte protagonismo con la variante Ómicron.

Esta variante, por su vertiginosa capacidad de transmisión pese a la menor gravedad de las infecciones que provoca frente a otras cepas, está comenzando, en unos casos por las restricciones y en otros por las decisiones de cuidado de sus potenciales usuarios, a frenar la actividad de la industria del ocio, que sigue siendo el principal sector de la economía española.

"Ómicron sigue destrozando servicios muy importantes para el comercio mundial", advierte el economista Manuel Garí, que pone como ejemplo el colapso de los servicios aéreos en EEUU, con 2.800 vuelos cancelados y 6.000 retrasados por falta de personal de tripulación tan solo el pasado martes.

"El caso de la aviación de EEUU es paradigmático", indica, mientras la nueva variante "sigue siendo aquí la espada de Damocles que pende sobre el turismo, la hostelería y la restauración, parte de la famosa ‘industria del ocio nocturno’, mientras seguimos con la incógnita de las mutaciones del covid en el inmenso mundo no vacunado".

Paralelamente, la aceleración del IPC interanual viene acompañado de un indicio claro de ese impacto de la apreciación de la electricidad en los procesos productivos, ya que la llamada "inflación subyacente", que no incluye la energía y los combustibles por la mayor tendencia a la volatilidad de sus cotizaciones, "ha ascendido por encima de lo esperado", destaca Fernández, hasta situarse en el 2,1%, con un avance de cuatro décimas que cierra otro de más de un punto a lo largo del trimestre.

Ese segundo dato vendría a confirmar que el encarecimiento de uno de los factores clave en los procesos de producción de bienes y de prestación de servicios, como es la electricidad (junto con los hidrocarburos), ha comenzado a impactar de lleno en los precios que pagan los consumidores intermedios y finales.

"Es difícil estimar la magnitud del traslado" de un encarecimiento al resto y aventurar "cuánto tiempo puede prolongarse" ese proceso, lo que "añade incertidumbre a cualquier previsión de inflación", apunta Fernández, que anota que "en cualquier caso, muy probablemente esta se encontrará en niveles más altos de lo previsto en 2022".

La economista senior de Funcas coincide en el diagnóstico con Garí, que añade otros factores al cuadro básico que expone el INE. "La inflación no puede asociarse sólo a que 2021 viene después de un 2020 con menor actividad económica y que la recuperación de la misma tiene un efecto inflacionista", señala, sino que "las causas hay que buscarlas en el encarecimiento de materias primas, tanto energéticas como otras, y también de productos intermedios para ciertas actividades como por ejemplo el plástico, además de en los costes disparados de los fletes y el precio de los contenedores".

Las turbulencias en la cadena global de suministros y la escasez de derivados del petróleo y de determinados materiales, algunos ya escasos por naturaleza como las llamadas tierras raras, llevan, efectivamente, meses tensionando la actividad de la industria en todo el planeta.

Las previsiones y las revisiones

Las previsiones de los veinte analistas y centros de estudio que Funcas reúne en su panel de expertos para este año oscilaban en noviembre entre el 2,4% y el 3,1% en términos de media, con una tendencia generalizada al alza que se ha visto superada por la realidad, ya que su promedio de consenso del 2,9% se ha quedado dos décimas por debajo del resultado final.

Para el año que viene, esos mismos expertos pronosticaban una horquilla del 1,7% al 3,9%, con el consenso en el 2,4%, que probablemente revisarán al alza en los próximos meses, al menos para la primera mitad del año, ya que las previsiones de las propias compañías energéticas apuntan a una prolongación de la tormenta de precios de la electricidad y el gas.

Las tendencias inflacionistas, en las que hace unos meses parecían compartir influencia el drenaje del ahorro embolsado durante los confinamientos en las capas sociales de mayores rentas con los precios de la energía, y las dudas sobre los efectos que Ómicron acabará teniendo sobre la actividad productiva proyectan sobre la economía española (y sobre la global) uno de los ingredientes más contraindicados para cualquier proceso de recuperación: la incertidumbre, cuyo efecto más frecuente suele ser una desincentivación de la actividad.

En este caso, llega después de una serie de buenos datos como la revisión al alza de crecimiento en el tercer trimestre, que se elevó al 2,6% para marcar un interanual del 3,4% que, con la excepción del 3,8% de 2015, no se daba desde los tiempos de la burbuja inmobiliaria, o el hecho de que la Agencia Tributaria tenga virtualmente batido su récord de recaudación en un año como este.

Dos respuestas de decenas de miles de millones

Sin embargo, ese cuadro deja en el aire los pronósticos de crecimiento para el año que viene, que alcanzan el 7% en los Presupuestos Generales del Estado pero que los expertos rebajaban hace mes y medio a una horquilla del 4,7% al 5,7%.

Coinciden en que la actividad de la economía española avanzará y en que sin Ómicron lo habría hecho a un ritmo desconocido en este siglo, aunque todas esas previsiones quedan ahora en stand by a la espera de conocer cómo evolucionan la variante, el IPC y otros factores macroeconómicos como las revisiones salariales, los efectos del nuevo marco normativo en el mercado laboral y, también, las decisiones de las instituciones.

¿Aumentarán, mantendrán o retirarán los estímulos la UE y el BCE? ¿seguirán los intereses a tipo cero? España se juega tener o no la posibilidad de acceder a otros 70.000 millones en la primera respuesta y 14.000 por cada punto porcentual, a cobrar si baja y a pagar si sube, en la segunda: unas magnitudes con potencia suficiente para descuadrar cualquier marco teórico.

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