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Entrevista Maria Ressa, periodista y Nobel de la Paz: "La violencia en las redes sociales crea un terreno fértil para la violencia física"

María Ressa, Justo después de ganar el premio Nobel de la paz 2021.
María Ressa, Justo después de ganar el premio Nobel de la Paz 2021. Mark R. Cristino. EPA/EFE

La célebre periodista filipina, azote del régimen de Rodrigo Duterte —el llamado 'Trump asiático'—, brinda una lección de humildad en una larga entrevista en la que sostiene que ser periodista hoy requiere mucho valor y mucha empatía.

La co-ganadora del Premio Nobel de la Paz de 2021—la única mujer en esta edición— tiene una voz clara y amable. Maria Ressa (Manila, 1963), abrumada por la repercusión de su premio, busca un hueco en su imposible agenda para hablar sobre la importancia de un periodismo libre y valiente. Para ella, "el trabajo de ser periodista, de decir la verdad al poder, de exigir responsabilidades, se ha vuelto no sólo más difícil, sino mucho más peligroso".

El Nobel es el último de una interminable lista de galardones internacionales para esta periodista, de aspecto frágil y sonrisa generosa, que estudió biología molecular en la Universidad de Princeton en los años 80. Su incansable labor de denuncia de las violaciones de derechos humanos, tanto en Filipinas como en gran parte de Asia, la ha convertido en el azote del Gobierno de Rodrigo Duterte (el llamado 'Trump filipino'), un régimen cuasi dictatorial en el que cualquiera puede ser acusado de terrorismo si protesta contra el Gobierno bajo el paraguas de la sangrienta 'guerra contra las drogas'.

La periodista tiene abiertos seis procesos judiciales contra ella simplemente por hacer su trabajo — "mi libertad está en juego", afirma tranquila, "podría ir a la cárcel el resto de mi vida"— y, de momento, no puede salir de su país, cuyo Gobierno ha sido acusado por crímenes de lesa humanidad ante la corte penal internacional de La Haya; la ONU tiene comprobados al menos 248 asesinatos de defensores de derechos humanos, juristas, sindicalistas y periodistas.

En una larga conversación con Público a través de videollamada, Ressa habla en primer lugar de las redes sociales como un instrumento de dominación y represión por la cantidad de datos a los que los gobiernos pueden acceder, y por su poder para distribuir información sesgada basada en sus propios algoritmos. También por el ciberacoso —que ella misma sufre— que termina degenerando en violencia física.

Además, son un campo abonado para la desinformación; para una periodista como Ressa, para quien los hechos son sagrados, no hay otra formula contra la desinformación que seguir haciendo periodismo. En uno de sus libros más conocidos, 'From Bin Laden to Facebook' (2012), hace una década Ressa ya relacionaba el auge del terrorismo internacional con la difusión (intoxicación) de los mensajes a través de las redes sociales.

También cuenta por qué tuvo que fundar su propio medio, Rappler, un bastión de independencia informativa frente a los grandes poderes económicos y políticos. El propio Duterte ha llegado a calificar a ese influyente medio de "sucursal de noticias falsas". Convertida en un símbolo de libertad de expresión y defensa de los débiles frente a las atrocidades de los gobiernos y las multinacionales, ella se ve a sí misma, por encima de todo, como una periodista más.

¿Qué significa para usted haber ganado el Nobel de la Paz?

Creo que es un reconocimiento apropiado para el tiempo en que vivimos. La última vez que un periodista ganó esto fue hace 85, 86 años, y languideció en un campo de concentración nazi. Creo que hay una señal. Hay algo que está mal. Hoy en día, el trabajo de ser periodista, de decir la verdad al poder, de exigir responsabilidades, se ha vuelto no sólo más difícil, sino mucho más peligroso. Yo misma podría ir a la cárcel por el resto de mi vida. Cuando era una joven periodista, jamás pensé que llegaría a esto.

Llevo haciendo periodismo 35 años, y es impactante mirar hacia atrás y recordar lo que por lo que hemos tenido que pasar en los últimos cinco años. Pero es que la cita de Nietzsche siempre es verdad: lo que no te mata te hace más fuerte. Creo que eso es lo que exigen estos tiempos. Y por eso creo que el Nobel es una inyección tremenda de energía y adrenalina para los periodistas filipinos.

También para los periodistas en todo el mundo, ¿no?

Sí, claro. Para mí, el mayor cambio que hemos experimentado en nuestra labor como periodistas ha sido cómo la tecnología quitó a las organizaciones de noticias el poder de distribución, cómo arrebató el poder de los medios de proteger la esfera pública y abdicó de toda responsabilidad. Todo lo que podemos hacer como periodistas es seguir haciendo nuestro trabajo, pero estamos compitiendo en un campo de juego desigual, donde los algoritmos de distribución están en realidad sesgados contra los hechos.

María Ressa en un restaurante de Taguig City, Manila.
María Ressa en un restaurante de Taguig City, Manila. Mark R. Cristino / EPA/EFE

Además, existe ese tipo de manipulación insidiosa de las emociones de las personas que reciben las noticias, lo que hace que sea significativamente más difícil tener un discurso público. De hecho, se hace imposible.

En 35 años de periodismo siempre frente a los poderosos, ¿qué precio ha tenido que pagar por ello?

[Se rie] ¡Ya tengo canas! En realidad no me hago ese tipo de preguntas porque es difícil de responder, porque la única alternativa es perder las ganas de hacer tu trabajo. Sin embargo, mientras la administración de Duterte me ataca, yo sé por qué hago lo que hago. De hecho, yo he escrito las normas y manuales de ética de algunas organizaciones de noticias. Sabía dónde me metía y conocía la misión. Creamos Rappler precisamente para ser independientes de cualquier tipo de presión comercial o política.

Los cuatro cofundadores habíamos trabajado antes en grandes grupos de noticias y nos dimos cuenta de que si no tienes independencia económica, no tienes poder. Cada organización de noticias debe encontrar un modelo de negocio sostenible. Y esto me lleva a otro argumento: creo que las organizaciones de noticias deberían estar dirigidas por periodistas, buenos periodistas que sepan de negocios o que sepan cómo construir modelos de negocio alternativos. Porque entonces ya sabes las líneas que no puedes cruzar.

Otra cosa que hace de Rappler diferente es que fue creado por gente mayor, veterana; yo dirigía la mayor organización de noticias de Filipinas. Y aunque yo sabía que la tecnología estaba poniendo todo patas arriba, es complicado darle la vuelta a un Titanic, a un medio tradicional. Sin ánimo de ofender a mis antiguos empleadores [se ríe], tienen un problema bien gordo.

Como usted sabrá quizá mejor que nadie, estamos rodeados de noticias falsas y desinformación. ¿Existe la posibilidad de que ganemos esa guerra informativa?

Por supuesto que sí. Por eso, de las 24 horas que tiene un día, intento cómo hacer para poder invertir un 20% de mi tiempo en algo que me reporte el 80% de los resultados. En Rappler tenemos tres pilares fundamentales: tecnología, periodismo y comunidad.

Me preocupa que las plataformas tecnológicas en las que estamos todos nos estén entrenando a todos también. Me refiero a la muerte de la democracia por miles de pequeños ataques. Los algoritmos de las plataformas están sacando nuestro peor yo, y lo está haciendo por dinero, para obtener beneficios. En este sentido, cuando vi a la última denunciante de Facebook, Francis Hogan, cómo explicaba [las manipulaciones de esta red social] en el Senado de EEUU la semana pasada, me reafirmé en que merece la pena sobrepasar este virus de mentiras que se ha desatado en nuestro ecosistema de información.

La distribución algorítmica actual nos está cambiando como personas a peor. Nos está dividiendo. Y esas grietas están siendo explotadas por el juego de poder geopolítico. Así que estamos siendo insidiosamente manipulados.

"El dinero que ganan las redes sociales no puede ser a costa de destruir una democracia o de enviarme a mí a la cárcel"

Por eso considero la tecnología como algo vital: en 2022 tendremos elecciones presidenciales, y hay que tener en cuenta que en Filipinas, Facebook es sinónimo de internet [hay 47 millones de cuentas activas, casi la mitad de la población del país]. Y esta es la razón por la que he estado trabajando la mayor parte de los últimos dos años con grupos internacionales como Real Facebook Oversight Board y Forum on Information and Democracy. He copresidido un grupo de trabajo para proponer doce soluciones sistémicas lo que llamamos la infodemia y 250 tácticas. Ya no estamos en el momento de hablar del tema, sino de actuar: tiene que haber una regulación.

También es importante para mí trabajar con las plataformas para mostrarles el impacto de las decisiones algorítmicas que están haciendo: apelo a su propio interés cuando les muestro que el dinero que ganan no puede ser a costa de destruir una democracia o de enviarme a mí a la cárcel. Porque este es otro punto muy importante: las plataformas sociales han creado un entorno que permite a las autoridades silenciar a los periodistas de una forma más eficaz.

Los medios sociales son como un fertilizante para campos de exterminio. Y por eso estamos construyendo nuestra propia tecnología. Al fin y al cabo, la democracia no es nada si no existen razonamientos basado en hechos y pruebas: las discusiones, los debates políticos, tienen que tener eso. Y esos insultos de jardín de infancia que fomentan las plataformas de medios sociales nos lleva al sinsentido. Me pone mala.

De modo que es necesario cambiar los algoritmos, porque a través de ellos ganan dinero a costa de nuestra democracia y de nuestra gente. Puedes hacerlo tú mismo. Y las plataformas pueden hacerlo. Después de las elecciones presidenciales de Estados Unidos sabemos que pueden fomentar y dar más visibilidad a las noticias basadas en hechos. Pueden hacerlo. Ganan menos dinero, pero protegen al público.

¿Qué más se puede hacer?

Tenemos que ayudar a las organizaciones de noticias independientes a sobrevivir a este periodo. El modelo de negocio del periodismo está muerto: la publicidad se ha marchado hacia las mismas plataformas que están matando los hechos. Por esta razón dije sí a copresidir el Fondo Internacional para los Medios de Interés Público (IFPIM) junto con el ex director general de The New York Times Mark Thompson.

¡Yo ya estaba haciendo esto antes de que mi mundo se pusiera patas arriba con el Premio Nobel! Ojalá logremos recaudar 1.000 millones de dólares al año para organizaciones de noticias en las que los periodistas corren enormes riesgos por decir la verdad sobre el poder.

Y, por último, es imprescindible para los medios generar comunidad. Nosotros exponemos información independiente y denunciamos la insidiosa manipulación que se hace a nuestro pueblo. En 2011, cuando aún no había salido Rappler, ya estábamos construyendo comunidad.

Antes, tras pasar tantos años con la CNN, ya me había dado cuenta de que era una mera observadora; entraba y salía rápidamente de muchos de los países que cubría. Pero es que yo quería construir algo. Creo que una democracia se compone esencialmente de la sociedad civil, de las ONG, de los ciudadanos que se preocupan, que conocen los hechos y presionan para actuar. Así que esa fue la razón por la que lanzamos Rappler, también creo que esto funciona en una dinámica global.

La labor fundamental es presionar en EEUU, porque las plataformas de redes sociales más extendidas son de allí. Nosotros tenemos elecciones en Filipinas en 2022. ¡Por favor, hagan algo desde ya!

Usted ha investigado el poder de las redes sociales y su libro 'From Bin Laden To Facebook' lo dice casi todo con el título. ¿Qué es más peligroso, enfrentarse a los poderosos cara a cara o enfrentarse a las multinacionales que se están lucrando con estos mensajes de odio?

Creo que ambas cosas son difíciles de diferentes maneras. Una lo sabe cuando dices la verdad al poder, cuando exiges respuestas. A partir de ahí te encuentras con un problema de seguridad: en Rappler hemos tenido que aumentarla ya seis veces desde 2016. La violencia online se convierte en violencia en el mundo real. Fue parte de lo que que vimos, por ejemplo, en la 'convocatoria' para llevar a cabo el atentado de Christchurch (Nueva Zelanda). Hemos podido verlo desde el 11-S. Así que tenido que aumentar la seguridad; mi libertad está en riesgo. Encima, ahora mismo no puedo viajar fuera de Filipinas. Es una locura.

Hay días en los que me digo ¿qué estoy haciendo? ¿Por qué estoy haciendo esto? Y luego me siento y me tomo una copa con los amigos y simplemente dices: "Bueno, es lo que hay". Yo soy quien soy. Creo que llegamos maduros a un momento difícil para el periodismo, pero es un buen momento porque determinaremos en qué se convertirá.

Parece que es un precio extra que ha pagado…

Siempre digo que parece que estamos corriendo una carrera de relevos, cada generación pasa el testigo a la siguiente. Y resulta que me he convertido en una nueva líder en mi país, en un momento en el que me han pasado el testigo. Y siento que en lugar de correr por una pista lisa ésta está llena de clavos. Pero tienes que seguir para poder pasar el testigo a la siguiente persona.

Y después de todo lo que le están haciendo por defender la libertad de expresión y la verdad, los hechos, frente a la propaganda y las presiones, con todo un régimen en contra… ¿cómo lo hace para seguir?

Me lo han preguntado varias veces antes y he estado pensando en que creo que lo primero está en tu mente, en cómo defines lo que tienes que hacer. Y estuve meditando sobre el tema especialmente cuando me preguntaron en Filipinas por qué el gobierno tardó tanto en felicitarme [Maria Ressa es la primera mujer filipina en recibir un Nobel; el Gobierno de su país tardó cuatro días en felicitarla], algo tan simple que para mí es duro.

"La razón del Nobel a los periodistas es por los cambios en el mundo y lo peligroso que es para el oficio"

Estoy pensando que lo difícil es no definirme como periodista; una no se define en oposición a una persona o a un gobierno. Cuentas las historias, cuentas los hechos, y cuando violan tus derechos pues también lo cuentas. Pero, en general, ha habido violaciones sistemáticas de la Constitución [filipina], puedo probarlo y lo cuento. Al final no siento que lo que me está pasando sea algo personal, sino que resulta que soy el símbolo al que querían golpear. Sí, es cierto. Así que es extraño, recibo tanto lo mejor como lo peor.

La razón por la que el Comité del Nobel premia ahora a los periodistas es por los cambios en el mundo y lo peligroso que es para el oficio. Y la razón por la que nos eligieron a Dmitri [Muratov, director de Novaja Gazeta y defensor de las libertades en Rusia] y a mí es porque somos un símbolo de todos los periodistas que, como nosotros, simplemente hacemos nuestro trabajo. Por eso yo no me defino como una oposición frente a nada, yo defino la misión y ésta se ha vuelto más difícil. Tengo mis valores que me hacen mantener la línea de acción porque sé que si no lo hiciera, no sería yo. Así es como he construido mi identidad: soy periodista.

¿Cómo se construye un personaje como Rodrigo Duterte? O como como Teddy Lux Jr. [el controvertido ministro filipino de Exteriores] y ese tipo de gente similar a Donald Trump ¿Cuáles son los hechos que has visto para que un hombre así se convierta en presidente?

Pienso en Trump y Duterte y me sale la imagen un hombre machista, como mínimo sexista o, peor, misógino. Tienen un ego tal que toman el poder de forma muy paternalista. No se preocupan por cumplir con las leyes sino que se preocupan porque tú cumplas sus leyes. En este caso es muy sencillo verlo: Duterte siempre ha estado en el poder. Su familia y él mismo han gobernado la ciudad de Davao [la tercera ciudad más poblada de Filipinas] desde 1988.

Es casi como un clan político, muy feudal. Es un sistema feudalista impulsado por la propaganda. Y esa es parte de la razón por la que se comporta de esta manera. Gobernó la ciudad de Davao a través de la televisión y la radio; cada semana tenía un programa de radio y televisión, en donde abordaba los problemas más o menos la forma en que está tratando de hacerlo ahora, pero en todo el país. Lo que pasa es que se ha dado cuenta de que una nación de 110 millones de personas es mucho más compleja que una ciudad de un millón de habitantes.

Maria Ressa, coganadora del Nobel de la Paz junto con el periodista ruso Dmitry Muratov, en Manila.
Maria Ressa, coganadora del Nobel de la Paz junto con el periodista ruso Dmitry Muratov, en Manila. Mark R. Cristino / EPA/EFE

Así, por ejemplo, una de las prácticas que se ha llevado de Davao a Manila es el concepto de 'sustitución'. La semana pasada tuvo lugar la presentación de las candidaturas para las presidenciales de 2022. Antes de Duterte, era cuando se formaban las agrupaciones y comenzaba la campaña informal. Ahora, se aprovecha de una laguna legal para poder cambiar candidatos hasta el 15 de noviembre.

Se basan en un tecnicismos legales y explotan las grietas del sistema, como cuando Duterte fulminó a la presidenta del Tribunal Supremo porque no le gustaba: la amenazó y se deshizo de ella, de la misma manera que yo me estoy enfrentando con él. ¡A mí me han condenado por cibercalumnia por una historia que se publicó antes de que existiera la ley que supuestamente violé!

Las plataformas sociales permitieron su ascenso, el mensaje de que él y su partido político nos salvarían. Los medios de comunicación social fueron fundamentales para su victoria. Y los medios de comunicación social —Facebook, especialmente— facilitaban datos de 'engadgement' a Duterte, la compañía incluso mandó a Filipinas a Katie Harbath, la entonces responsable mundial de políticas públicas de la red socal. Y líderes como él, que proclaman "ellos contra nosotros", utilizan las redes sociales para propagar la violencia y el miedo.

A ello hay que sumar una desilusión general con la clase política, con las élites. Lo estamos viendo en todo el mundo. Durante la pandemia, la tendencia global es que los ricos son más ricos y los pobres, más pobres. Y esto, en lugar de desencadenar una crisis hacia un cambio, parece un goteo de malas noticias que llegan demasiado lentamente. Todo lo anterior unido creo que forma la tormenta perfecta para el surgimiento de estos líderes, hombres fuertes, al igual que en 1938, 1939... Es decir, son elegidos democráticamente y luego, una vez que están en el poder, lo aumentan y lo acaparan desde dentro. Yo o veo así.

Y todo esto pasa delante de nuestras narices

Y tú vives en un país que también está yendo hacia allá, ¿verdad? [se ríe]

Hace un rato, gracias a un tuit de una compañera de profesión, me enteré que en esta edición de los Nobel sólo hay una mujer premiada —usted—, los demás son hombres; de hecho, hay más hombres llamados David (cuatro) que mujeres. Quizá sin entrar en tópicos, y siendo una mujer poderosa a influyente, ¿cree adecuado hacer un llamamiento mundial para evitar este tipo de desigualdades?

Lo único que puedo señalar es que las mujeres reciben, al menos, diez veces más ataques que los hombres en Filipinas, porque éste es un ecosistema que podemos mapear. Y hemos hecho algunos estudios de género que muestran eso. Y aunque estos datos tienen ya unos años, hace poco más del 70% de los empleadores, si tienen que elegir entre un hombre y una mujer con la misma calificación, elegirá al hombre. Creo que ha de darse un cambio cultural. Supongo que como el cambio climático, como la diversidad de género, como la lucha de la comunidad LGTBI.

Creo que gracias a la tecnología hemos dado dos pasos adelante, pero como las plataformas de los medios sociales también permiten todo tipo de misoginia y sexismo, es como si todo el mundo sacase de sí mismo también su peor yo. Inevitablemente pienso en las minorías, las personas que no tienen una voz más fuerte, se vuelven aún más vulnerables. O asiáticos. Me alegra tanto que saques este tema, porque tú eres un hombre blanco europeo.

Para finalizar, quisiera pedirle un consejo a los lectores, especialmente a jóvenes que quieren contar una historia y que quieren hacer periodismo. ¿Cuál es la regla número uno para usted?

Creo que voy a dar dos. Una es lo que busco en un periodista para contratarle. El otro viene de cuando soy yo quien hace el reportaje.

La primera es cada vez más importante, quizá, sobre todo a medida que me hago mayor. El rasgo necesario para un buen periodista es el valor. Eso es increíblemente importante. Pero no para ir a dar puñetazos: de hecho, yo no ejerzo ese tipo de periodismo. de hecho, no creo que el periodismo tenga que ver con el “te pillé” tanto como con tratar de ponerse en los zapatos de la otra persona, y en el proceso obtendrás mucho más.

Y aquí está el segundo consejo. Cuando eres tú el que hace la información, se trata de llegar al núcleo de la persona con la que estás hablando. Cuando era más joven, solía pensar que cada persona es un tesoro, y todo lo que tienes que hacer es mirar bien. Afortunadamente, sigo pensando así.

Porque a una le puede gustar o disgustar una persona, pero debe descubrir su núcleo: eso es lo que busco. Me atrae la gente que es abierta, pero al mismo tiempo una persona no es abierta puede contener en su núcleo un diamante o una perla, lo que sea que estés buscando. Eso se llama empatía.

La perodista María Ressa en Manila, justo tras conocer que había ganado el Premio Nobel de la Paz 2021, el pasado 9 de octubre.
La perodista María Ressa en Manila, justo tras conocer que había ganado el Premio Nobel de la Paz 2021, el pasado 9 de octubre. Mark R. Cristino / EPA/EFE

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