Este artículo se publicó hace 12 años.
El 15-M "toma los barrios"
Cuando apenas dos semanas después de la irrupción masiva en las calles y las principales plazas de nuestras ciudades del 15-M se convocó a la celebración de asambleas en barrios y pueblos, la masiva acogida que tuvo esa iniciativa superó las mejores expectativas. La toma de nuevas plazas se multiplicó rápidamente y, con ella, este inclasificable e inapropiable movimiento social daba un enorme salto adelante en su disposición a ocupar el espacio público, frente a su mercantilización y privatización crecientes. Se expandía así la esfera de la política más allá de las instituciones y se ofrecía la oportunidad a cualquier persona de pasar de la desafección pasiva a la expresión activa de su indignación en la plaza más cercana, promoviendo un proceso que logró una sorprendente legitimación social en poco tiempo, como se vio reflejado luego en las encuestas. Los videos que quedan de esas primeras reuniones son suficientemente descriptivos de la "comunicación sin barreras entre generaciones, entre seres humanos que no se conocían", del entusiasmo colectivo que tantas gentes vivieron esos días.
El papel activo de esas asambleas en la preparación de las Marchas que desde distintos puntos confluyeron el 19 de junio en la protesta contra el "Pacto por el Euro", ya fue una demostración del anclaje local que estaba alcanzando ese movimiento de indignación frente a la estafa de "la crisis". Esa participación se fue reflejando en sucesivas convocatorias hasta el momento cumbre de la protesta que fue el 15 de Octubre con la jornada de acción global.
Con todo, si ésa fue la fase más visible y mediática del movimiento, lo más relevante durante el tiempo transcurrido desde entonces ha sido la intensa actividad que muchas de esas asambleas han desarrollado en sus propios barrios y pueblos, como se puede comprobar en el caso de Madrid en la web de Toma los barrios o en periódicos como Madrid15m.net. En efecto, además de su implicación en las movilizaciones contra los desahucios, en la organización de la Consulta Social sobre la privatización del Canal de Isabel II, en la denuncia de las redadas racistas o en la Huelga General del pasado 29 de marzo, aportando nuevos "campos de lucha" en el ámbito territorial y de consumo a la misma, hemos visto también un proceso de aprendizaje y de puesta en práctica de cantidad de iniciativas.
Si bien no es fácil hacer una cartografía general de la realidad tan diversa y desigual de este movimiento, el primer valor del mismo ha estado en la celebración regular de sus asambleas y su carácter abierto para que cualquier persona (incluida la que no ve reconocido su derecho a la ciudadanía) pueda disfrutar de la igualdad en el uso de la palabra y en el proceso deliberativo y de toma de decisiones, características de la democracia más genuina y plebeya. En esos nuevos espacios muchos han sido los temas, diálogos y debates que se han ido sucediendo a lo largo de las asambleas celebradas desde entonces, preparados previamente por las diferentes comisiones, grupos de trabajo y de coordinación que han reproducido el "modelo" participativo establecido en Sol y las grandes plazas de otras ciudades. En todos ellos la voluntad de superar la separación convencional entre el "saber experto" y el "saber profano" ha ayudado a generar "conversaciones" de las que van saliendo nuevos saberes y (contra)poderes alternativos para reinterpretar y cambiar de base el mundo, las ciudades y los barrios.
Esos foros, convertidos generalmente en permanentes a través de las redes sociales, han facilitado un proceso de repolitización creciente mediante el contraste respetuoso de distintas opiniones y, sobre todo, han construido algo fundamental en todo movimiento social, más allá de las tensiones que han podido producirse en algunas de ellas: la creación de las suficientes relaciones de confianza desde sus "grupos motores" para ir compartiendo una práctica colectiva común en la que pueden caber distintos discursos y miradas indignadas. Gracias a ese logro, hemos podido ver cómo al proceso de "liberación cognitiva" que supuso el Acontecimiento fundacional del movimiento le ha seguido una ampliación de la agenda en el plano local y barrial, en la que han cabido desde cuestiones relacionadas con la plasmación en el ámbito respectivo de su denuncia de una "democracia" secuestrada por "los mercados" (por ejemplo, frente a unas Juntas de Distrito hostiles a cualquier forma de participación ciudadana), de la falta de escuelas infantiles o de centros para mayores, hasta la apuesta por una "economía moral" basada en la creación de cooperativas, huertas populares, bancos del tiempo e incluso bonos y monedas alternativas para el intercambio de productos y cuidados. Sin por ello olvidar su disposición a seguir movilizándose junto con las asambleas vecinas y las sucesivas "mareas" de distintos colores aquí y en otras partes del planeta para el desafío común a la "dictadura de los mercados" y, en nuestro caso, a la "deudocracia" de la "troika".
Es cierto también que la participación en esas asambleas bajó en muchas de ellas tras las elecciones del pasado noviembre y el duro invierno. El desconcierto que generaron la victoria electoral de la derecha y los intentos de criminalización de este movimiento basado en la desobediencia civil y la acción no violenta han podido hacer mella en una parte de la gente que salió a la calle en mayo pasado. Pero el trabajo realizado en los barrios no ha sido en absoluto inútil, ya que ha conseguido cambiar su fisonomía y, sobre todo, ha sentado las bases de un nuevo imaginario en quienes antes vivían en ellos bajo la resignación y la indiferencia como único horizonte. Por eso ya nada será como antes y hoy es posible preparar esta nueva "primavera global" con más razones y más fuerzas que hace un año.
*Jaime Pastor es profesor de Ciencia Política de la UNED
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