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"Si lo llego a saber, no me opero el pecho ni loca"

Varias afectadas por la rotura de las prótesis lamentan haber puesto en peligro su vida por mejorar su imagen

VANESSA PI

'No quería ni que mi marido me tocara, tenía los pechos hasta la cintura y eso me deprimía. Pero si lo llego a saber, no me opero ni loca. Ahora estoy 50 veces peor'. Emi Mignone, valenciana de 40 años, decidió elevar sus pechos y aumentar su tamaño hace seis años, tras amamantar a su segundo hijo. Hoy es una de las miles de afectadas en España por la rotura de las prótesis PIP y es la tesorera de la asociación que las agrupa.

Emi, que está en el paro, tuvo que retirarse los implantes el pasado agosto y aún arrastra las consecuencias y el miedo a la silicona no apta para uso humano que se ha extendido por su organismo. Emi se arrepiente de haber puesto la belleza por encima de su salud. Y lo dice convencida, 'incluso' dice 'si las cosas hubieran salido bien'.

Los expertos critican que se banalicen estas intervenciones

Es condición humana el no arrepentirse de hacer algo si las consecuencias no son negativas, pero Emi confía en que su experiencia ponga sobre aviso a las mujeres de que nadie puede garantizar la inocuidad de introducir silicona en el cuerpo. 'Los médicos sólo te dicen lo bonito. Nadie me advirtió de que, por ejemplo, a los diez años de la operación hay que someterse a una revisión exhaustiva y que en la mayoría de los casos las prótesis se tienen que cambiar', denuncia. 'Psicológicamente, ahora estoy mucho peor que antes', lamenta.

La alerta de las prótesis PIP ha saltado justo cuando se cumplen 50 años de la primera operación de aumento de pecho, en EEUU. Las técnicas han evolucionado hacia las incisiones menores y las prótesis ya no son el globo redondo de antaño, sino que son anatómicas, explica el cirujano plástico Antonio Porcuna.

Hoy, el aumento de pecho es la segunda operación estética que más se realiza en España. En 2010, el último año del que se disponen datos, se hicieron 28.787 aumentos. Según un estudio de la Sociedad Española de Cirugía Plástica Reparadora y Estética (Secpre) una de cada dos clínicas cree que este tipo de operaciones crecerá en los próximos años, pese a la crisis. La operación cuesta entre 4.500 y 6.000 euros, dependiendo del tipo de prótesis que se ponga.

«No tenía pecho, no me sentía atractiva hacia mi pareja», dice una afectada

Los cirujanos de la Secpre, que representa al 90% del gremio, sí tienen un documento unificado, amplio, en el que informan a las mujeres de los riesgos que corren. Pero existen casos en que apenas se da a firmar una página con cinco líneas. Y es que 'hay mucho intrusismo, cirujanos no especializados que han aprendido sólo las técnicas básicas y no operan en sitios adecuados', denuncia el presidente de la Secpre, Jaume Masià. 'Ojalá el conflicto de las PIP sirva para regularizar el mercado', añade.

Eva Giménez, de 37 años, denuncia que tampoco le dieron toda la información que sí obtuvo cuando empezó a tener problemas. 'El médico me dijo que la prótesis era para toda la vida. Si llego a saber que no es así, no hubiera pasado por quirófano. Por querer sentirme mejor puse en riesgo mi vida y la salud es lo primero', lamenta. Es la presidenta de la asociación de afectadas por las prótesis PIP. Aumentó su pecho en 2007, la silicona se salió y tuvo que enfrentarse a tres operaciones más 'para quedar peor que al principio'.

La cirugía sí palía los problemas de las mujeres mastectomizadas

'Quería tener pecho, la naturaleza no me lo dio, pero la ciencia sí podía dármelo', justifica Eva. 'No me sentía mujer. Desde los 18 años llevaba pensando en operarme', defiende, cansada, dice, de que se la tache de 'inconsciente' por haberse operado. Eva asegura que su sentimiento no lo causaba la imagen que la publicidad da de la mujer. 'De cara a la calle, siempre podía ponerme un sujetador con relleno, y algo de pecho aparentaba entonces, pero al quitármelo, no me sentía atractiva hacia mi pareja', explica.

La falta de información sobre los riesgos de la cirugía ha llevado recientemente a un juzgado madrileño a obligar a una clínica a indemnizar con 7.500 euros a una mujer a la que se le rompió una prótesis PIP. 'Esto sienta un precedente, las clínicas tendrán que explicar mejor a las pacientes qué les puede pasar por llevar las prótesis', explica Antonio Navarro, el abogado de la Asociación el Defensor del Paciente que la representó.

Pero también hay miles de mujeres que sí están satisfechas con los resultados de su pecho. Mujeres como María, de 29 años, que pasó por quirófano hace seis para 'poder ponerse escote'. Apenas tenía pecho y está contenta con el resultado, aunque no oculta cierto temor a que las prótesis lleguen a dañar su salud. 'Tranquila del todo, nunca puedes estar', confiesa. La Secpre calcula que el 17% de las operadas sufre complicaciones y el 10% se tiene que volver a operar.

Los cirujanos calculan que habrá más intervenciones, pese a la crisis

'La cirugía estética forma parte del Estado del bienestar. Es prescindible, pero es posible acceder a ella cuando se tienen cubiertas las necesidades básicas. Además, todos queremos mantenernos jóvenes y bellos', explica Masià. 'Pero ningún cirujano serio va a indicar operarse a una mujer que con ello ponga en riesgo su estado de salud', insiste. 'No hay que frivolizar la estética, como la gente que se puso mucho más pecho del que necesitaba', reconoce. 'No se trata de operar por operar o para ganar dinero', añade Antonio Porcuna.

Por su parte, el catedrático de Psiquiatría de la Universidad del País Vasco José Guimón explica que hay que estudiar caso por caso. 'Existen bastantes casos de alteraciones del aspecto físico, por razones de nacimiento o por accidentes, que producen un sentimiento muy profundo de inseguridad o inferioridad. En estos casos, con la cirugía plástica se obtiene una mejoría', explica. Un ejemplo son las mujeres que han superado una mastectomía por un cáncer de mama y quieren pasar página reconstruyendo su pecho. Es el único caso de aumento de mamas que está financiado por el Sistema Nacional de Salud.

Por otra parte, también hay quienes se operan por vanidad o porque por su profesión necesitan tener una imagen atractiva, explica Guimón. Son los más influenciados por la publicidad, en que las mujeres, aunque delgadísimas, muestran pechos grandes. 'En esos casos, no es seguro que la cirugía pueda ayudarles, depende del caso', cuenta.

Este psiquiatra, que ha publicado varios libros sobre la materia, añade que, por último, existe un grupo de personas que perciben la imagen de su cuerpo de una forma que no se corresponde con la realidad. Sufren dismorfofobia. 'En realidad, su aspecto es normal. Por eso, aunque se sometan a una operación, los resultados no van a servir de nada, porque ven la realidad deformada', explica.

Guimón defiende 'el derecho a operarse', pero critica la moda extendida sobre todo en países de latinoamérica, en que los padres regalan un aumento de pechos al llegar a la mayoría de edad. 'Son caprichos que responden a la moda, a la imagen que la publicidad nos da del cuerpo de la mujer. Como profesionales, nos preocupa', recalca.

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