Este artículo se publicó hace 4 años.
Coronavirus en BrasilLas favelas brasileñas sufren pero resisten ante la covid-19, escapando del desastre
Las organizaciones sociales, en la lucha desde el primer minuto, organizan desde repartos de productos de higiene, limpieza y alimentación hasta sistemas de emergencia propios, ambulancias incluidas.
Víctor David López
Río De Janeiro-
Tenían todas las de perder, pero las favelas brasileñas están resistiendo –llevan toda la vida haciéndolo– al desastre que se preveía con la llegada de la covid-19. Para ello, los líderes comunitarios, al frente de las organizaciones sociales, van saltando los obstáculos que el propio tejido de las favelas plantea: aglomeración, abandono institucional, violencia policial, urgencia económica, desinformación y radicalismo evangélico.
A nivel nacional, las cifras del país, de inmenso tamaño, ya son sobrecogedoras y lo serán más todavía. Brasil continúa simultaneando el problema de la interiorización de la pandemia –comenzó por las capitales para luego avanzar hacia el interior– con la flexibilización de medidas en las grandes ciudades. Ambas situaciones mantienen la curva de contagio en una meseta en las alturas, una velocidad de crucero con la que a mediados del mes de agosto se rozarán dos hitos sofocantes: el de los dos millones y medio de casos confirmados y el de los 100.000 muertos, sin tener en cuenta la subnotificación.
En lo que respecta a los rincones más vulnerables de las ciudades brasileñas, la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz) acaba de publicar el primer número de su Boletín Socioepidemiológico de la Covid-19 en las favelas de Río de Janeiro –el 22% de los habitantes de la ciudad vive en estos barrios–. Destaca la diferencia de letalidad del virus, que casi alcanza el 20% en las zonas del municipio con "altísima concentración de favelas" mientras se queda en un 9,23% en las zonas sin favelas o en un 11,88% de letalidad en las zonas con baja concentración de favelas.
El conteo diario publicado en el portal Voz das Comunidades, que realiza un seguimiento en veinticinco favelas de Río de Janeiro, mostraba en la tarde del 21 de julio 3.908 casos confirmados y 612 fallecidos. Las mismas organizaciones producen los datos que el ayuntamiento no produce. Las favelas más pequeñas, con menos nivel de organización, quedan inevitablemente fuera de estos recuentos.
Tras cinco meses de crisis, bien entrado el mes de julio, el ministerio de sanidad ha publicado una ordenanza mediante la cual credencia a 57 centros comunitarios de referencia para el combate de la covid-19 en diecinueve ciudades con favelas: "Las estructuras refuerzan la asistencia a la población en el Sistema Único de Salud (SUS) durante la pandemia, con la identificación y tratamiento precoz de casos leves de la enfermedad". La velocidad de reacción no puede decirse que haya sido la más adecuada, aunque para los vecinos de las favelas el retardo institucional es algo que se va heredando de generación en generación.
A mediados de marzo, muchas de las favelas de las principales capitales del país ya habían organizado sus propios gabinetes de crisis. Y a principios de mayo, redes de colectivos sociales ya estaban presionando a los gobiernos locales mediante la presentación de planes de acción.
En los barrios marginalizados se han ido buscando salidas sobre la marcha. Desde las ideas primerizas para concienciar a la población, asaltada por los mensajes del presidente Bolsonaro y de los pastores evangélicos, que minimizaban el poder del virus, hasta las medidas necesarias para intentar salvar la vida en caso de emergencia. En Paraisópolis (São Paulo), una de las favelas perteneciente al G10 brasileño –que reúne a las de economía algo más próspera–, las ambulancias no acceden a la mayoría de las calles –pasa algo similar con la recogida de basuras, en casi todas las favelas–. Las asociaciones vecinales no dudaron en contratar una ambulancia propia, y en centralizar las emergencias sanitarias en el whatsapp de una de las líderes comunitarias, como si ella misma fuera el 112.
Organizaciones sociales durante la pandemia
La Rede Favela Sustentável [Red Favela Sostenible] organizó la semana pasada una jornada en la cual líderes de comunidades del estado de Río de Janeiro comentaban sus experiencias durante la pandemia. La educadora socioambiental Iara Oliveira, desde la organización Alfazendo, en Cidade de Deus, comenzaba contextualizando la época previa a la crisis: "2017, 2018 y 2019 no fueron buenos años para nosotros. Vivimos todo el tiempo con operaciones policiales que nos impedían mantener nuestras acciones sociales, y que impedían abrir las escuelas".
Celebraron con esperanza la llegada de 2020, relató la activista. El virus les sorprendió intentando levantar el vuelo. "Pensábamos que no íbamos a poder continuar, que todo había acabado, pero contamos con una red muy fuerte. Comenzamos a llamar a los amigos para ver lo que podíamos hacer". Hoy sacan pecho por haber logrado distribuir ya 2.300 cestas básicas de alimentos, haber dado atención primaria a más de nueve mil personas y, lo que es igual de importante pero no figura en las estadísticas, arropar a todos los vecinos con graves problemas financieros: "En Cidade de Deus los recursos económicos son recursos humanos. ¿Quiénes son las personas con las que puedes contar cuando no tienes dinero? Nosotros tenemos a muchas personas con las que se puede contar".
En el mismo debate de la Rede Favela Sustentável, Verônica Gomez, del Centro Comunitario Irmãos Kennedy, en Vila Kennedy, describía las labores sociales, propulsadas por voluntarios, que habían arropado a los vecinos. Además del reparto de cestas básicas de alimentos, en la favela de Vila Kennedy están distribuyendo en todo momento productos de higiene, productos de limpieza y comida preparada. En varias jornadas de trabajo colectivo, además, han conseguido sacar adelante una huerta comunitaria.
En el norte del país, el gobierno del estado de Pará, uno de los más golpeados en los primeros meses de pandemia en Brasil, ha desplegado a la Facultad de Enfermería de la universidad estatal para confeccionar un estudio epidemiológico sobre el terreno que ayude a trazar, dentro de lo posible, lo que puede esperar su territorio de aquí a final de año. Uno de los primeros barrios en los que se testó a grupos de vecinos fue Terra Firme (en Belém, la capital), una favela con más habitantes que ciudades como Ávila o Zamora.
En Belém viven más de un millón y medio de personas, la mitad de ellas en favelas, y mucho antes de la actuación gubernamental en Terra Firme ya se habían puesto manos a la obra organizaciones como Terra Solidária y Tela Firme, con fundamentales apoyos como el del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), que donó a los vecinos más necesitados una parte de su producción.
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