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El ejército controla la capital de una Tailandia desgarrada

Bangkok recupera la calma pero no se descarta un resurgir de las protestas

DAVID BRUNAT

'Tenga mucho cuidado ahí adentro y sobre todo no se ponga el brazalete verde [el elemento que identifica a los informadores]. Hay radicales merodeando a la caza de periodistas y algunos van armados', advertía preocupado un hombre después de que un periodista franqueara ayer un control militar. Al parecer, los camisas rojas no estaban del todo felices de que la prensa extranjera eso por no hablar de la tailandesa haya mostrado estos dos últimos días al mundo que el rojo pacífico de sus ideales tiene también destellos muy desagradables.

La escena sucedía a escasa distancia del Central World, el que fuera segundo centro comercial más grande del sureste de Asia y que hoy no es más que un esqueleto de metal carbonizado. 'Esto para nosotros es como el 11-S. Es increíble', exclamaba un joven tailandés. También el edificio de la bolsa, el lujoso centro Siam Paragon, bancos, el Canal 3 de televisión y así hasta 36 inmuebles son ahora pura devastación.

La zona comercial de Bangkok es un paisaje de pura devastación

La ciudad ha ido recuperando cierta normalidad con el paso de las horas. Primero, porque los soldados han endurecido los requisitos para entrar en la 'zona cero'; y segundo, porque durante la jornada de ayer, apenas hubo noticia de las bandas de hasta 200 motoristas enajenados que aprovecharon la noche anterior para saquear centros comerciales y concesionarios de automóvil mientras reinaba el toque de queda. El orden ya fue casi total cuando el ejército consiguió desalojar a los mil camisas rojas que aún resistían en el monasterio budista de Pathum Waranan. En su interior, los soldados hallaron seis cadáveres tiroteados durante la batalla del miércoles.

Otros cientos de manifestantes, desarmados y aturdidos tras el fin de las protestas y la detención de sus líderes, fueron trasladados desde varios centros comerciales a una comisaría de policía cercana. 'En general, la situación está bajo control', señaló a media tarde el portavoz del ejército, el coronel Sansern Kawekamnerd. Aun así, el Gobierno ha decretado tres noches más con toque de queda para estabilizar por completo la ciudad.

El ejército cree que los partidarios de los camisas rojas' son unos 13.000

Sofocado el movimiento rojo de las calles de Bangkok, miles de manifestantes agotados hacían cola para tomar uno de los cientos de autobuses que debían llevarlos de regreso a sus hogares, la mayoría situados en las provincias del norte y noroeste de Tailandia, bastión de los camisas rojas.

'Estoy muy triste, pero no nos vamos a rendir. Queremos justicia para nuestra gente. Estos días se ha demostrado que en Tailandia hay dos baremos. Uno para los amarillos [partidarios del actual Gobierno], quienes en 2008 ocuparon el Parlamento y el aeropuerto y nadie hizo nada; y otro para nosotros, que hemos sido reprimidos por el ejército', se quejaba una mujer antes de subir a un autobús.

De hecho, el movimiento rojo podría rebrotar con mayor furia contra el Gobierno y su primer ministro, Abhisit Vejjajiva, por haber ordenado el asalto del miércoles. El ejército calcula que unos 13.000 partidarios del frente rojo 'esperarán el momento para fomentar disturbios'.

Así lo proclamó en enero Nattawut Sai-kua, uno de sus líderes: '¡Si siguen aferrados al poder, quemaremos todo el país!' Tailandia está desgarrada y pocos confían en que los puntos de sutura aguanten.

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