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Finlandia Sanna Marin o el laboratorio progresista finlandés: más igualdad, más sostenibilidad y más Estado del Bienestar

La 'millennial' primera ministra Sanna Marin, tercera mujer que accede a la jefatura de Gobierno de Finlandia, el país más feliz del mundo, se ha propuesto dar otro salto cualitativo bajo su gestión. A sus 34 años, y sin haber superado aún los cien días en el poder, desea reforzar el generoso Estado de Bienestar finlandés.

Sanna Marin
Sanna Marin, primera ministra de Finlandia, durante una cumbre de la UE en Bruselas. (REINHARD KRAUSE | REUTERS)

DIEGO HERRANZ

Sanna Marin no sólo es la responsable de gobierno más joven del mundo o la más emblemática, quizás, de la nueva hornada de políticos millennials que encabeza un gabinete ministerial. A sus 34 años y todavía sin apurar los cien días de tregua que las democracias otorgan, como periodo de gracia, a un primer ministro antes de iniciar las tareas de oposición –saldrá de cuentas el próximo 10 de marzo– Marin ya ha dejado su impronta personal como primera ministra de Finlandia.

Marin fue una de las estrellas indiscutibles de la cita anual de Davos, a donde acudió al mes de haber tomado posesión del cargo. La socialdemócrata finlandesa, que antes había ejercido como alcaldesa en Tampere, la tercera ciudad más importante de Finlandia, y que también ocupó durante seis meses la cartera de Transportes en el Ejecutivo de Antti Rinne hasta la sorprendente dimisión de éste, ha marcado una hoja de ruta ambiciosa. 

Durante su presencia en la estación suiza que congrega anualmente a los líderes políticos, empresariales, financieros y sociales del mundo, trasladó las dos piedras angulares de su visión sobre Finlandia. Por un lado, avances decididos para consolidar, todavía más, uno de los Estados de Bienestar de mayor solidez del planeta. Y, de otro, demostrar que el sueño americano, que el auténtico país de las oportunidades, es Finlandia. O, dicho de otro modo, su declaración de intenciones atisba un equilibrio perfecto –o idílico– entre libertad económica y protección social.

Pero, ¿tiene la agenda de Marin visos de tener éxito o, por el contrario, caerá en otra utopía de imposible consecución? Dicen quienes la conocen –sus asesores, pero también sus detractores– que el principal rasgo de su personalidad es el pragmatismo. Es la concepción que ha dejado en el subconsciente colectivo de Tampere. Aunque a su favor también juega otro hecho consumado que habla de que Finlandia es una de los pocos países que ha certificado uno de los mayores saltos cualitativos en no pocos parámetros socio-económicos.

La primera ministra socialdemócrata promete un nuevo contrato social que profundice en el equilibrio entre libertad económica y fortalecimiento del Estado de Bienestar finlandés

De ser históricamente el vecino pobre del espacio escandinavo a abanderar estadísticas internacionales. Y no pocas: es el país más feliz del mundo, según el Informe Anual de la Felicidad de la ONU; el segundo, tras Noruega, en libertad de prensa, para Reporteros Sin Fronteras; el tercero en transparencia de acuerdo con el Índice de Corrupción de Transparencia Internacional, y en justicia social para el diagnóstico anual de Bertelsmann Stiftung; el cuarto en igualdad de género –tras Islandia, Noruega y Suecia– en la clasificación del World Economic Forum (WEF), fundación gestora de la cumbre de Davos, y está en posesión del cetro al mejor modelo educativo del mundo a tenor de los resultados del Informe PISA de la OCDE.

Pero Finlandia también se sitúa en puestos altos en indicadores económicos. En el de libertad de mercados de la conservadora Heritage Foundation, aparece en el vigésimo lugar en 2019 –España está en el 57–, aunque en otros como el de la también neoliberal Fundación Cato, ha ocupado el pódium en la pasada década. En el de competitividad del WEF, en el décimo primer escalón y en el de innovación de Bloomberg, en el tercer peldaño, tras Corea del Sur y Alemania.

Pionera en avances de justicia social

El pragmatismo de Marin está en su ADN, pero también en su experiencia vital. Es la primera de su familia en acabar estudios universitarios. Se crió en un ambiente poco convencional, con unos padres separados –su progenitor tuvo problemas de alcohol y su madre vivió su infancia en un orfanato–, acabó viviendo en una familia homosexual, con la nueva pareja materna. En un clima de bajos recursos: "Creo que era la alumna más pobre de mi clase", escribe la propia Marin en su blog personal. Todo ello explica en gran medida la base de su pensamiento: "Para mí, todas las personas siempre han sido iguales; no es una cuestión de opinión, es el substrato de todo, la igualdad".

En su estancia en Davos dejó más botones de muestra de sus objetivos al frente del Ejecutivo finlandés. "Mi país se encuentra ante un desafío ineludible, ante una oportunidad para perfeccionar su sociedad", explicó antes de recordar que "Finlandia ha sido pionera en avances en igualdad de género, pero necesitamos otro gran contrato social". "Es simple" –dijo– "se trata de que la asunción de la igualdad de género en mi país llegue más allá", en definitiva, de que el diferencial que aún persiste en Finlandia en materia salarial –las mujeres perciben 0,83 euros por cada euro que ganan los hombres–, una brecha mínima en comparación con otras naciones, "desaparezca y que los cuidados parentales sean equivalentes". Su propuesta en este terreno es la de instaurar una jornada semanal de cuatro días lectivos, de forma que ambos progenitores se ocupen por igual del cuidado de sus familias. "Así es como veo la igualdad entre personas", espetó, porque "hay que focalizar los progresos en los asuntos y no tanto en los ciudadanos una vez que se supera el escollo de la desigualdad". Doce de los diecinueve integrantes de su gabinete son mujeres.

Pero si hay una política nuclear en la mente de Marin es la del combate contra la catástrofe del clima. Es la piedra angular de su agenda. Su Gobierno se ha comprometido a lograr la neutralidad energética, una economía de emisiones netas cero, en 2035. El road map en materia ecológica pasa por recortar en un 50% los gases de efecto invernadero en el tráfico rodado de Finlandia en 2030, a través de iniciativas de transporte público limpio, subsidios a carburantes renovables y el impulso a las nuevas tecnologías respetuosas con el medio ambiente. "Significa crear empleo y oportunidades para el país. No creo que la lucha contra el cambio climático signifique mayores costes ni un futuro peor, sino todo lo contrario".

Aunque, de momento, las encuestas no le son favorables. Puede que sean sondeos demasiado precipitados. Al fin y al cabo, Marin apenas lleva tres meses en el cargo. Pero el ultranacionalista Finns y su discurso contrario a la inmigración y a la generosidad del Estado de Bienestar finlandés y a los excesivos desembolsos públicos que se emplean en Educación y Sanidad, lidera la intención de voto. La fórmula para derrotar a los movimientos de extrema derecha es otra de sus prerrogativas ideológicas. "Los partidos de corte tradicional deberíamos mirarnos al espejo" –aseguró a Deutsche Welle en una de sus primeras entrevistas tras tomar posesión de su cargo– "porque una de las razones de que Europa sucumba ante el neonazismo es cómo resolvimos la crisis, con la mayoría de los ciudadanos perdiendo su puesto de trabajo y sin esperanzas de futuro". Para contrarrestar su fuerza social, que arraiga en este descontento civil, "tenemos que reforzar la educación y aumentar los niveles de vida de los individuos y las familias". 

Marin quiere implantar la jornada semanal de cuatro días lectivos y pretende instaurar una economía libre de emisiones en 2035

La premier finlandesa conoce bien las embestidas de la extrema derecha. Mart Helme, ministro de Interior estonio y líder del Partido Conservador del Pueblo, quiso menospreciar su ascenso a la jefatura del Gobierno finlandés al asegurar, a los dos días de su nombramiento, que "cualquier cajera de supermercado" puede alcanzar el poder e "incluir en su gabinete a activistas que se han dedicado a tomar las calles con reivindicaciones trasnochadas". Para Marin la luz al final del túnel surge cuando se avanza en el progreso y la justicia social. Y, a su juicio, Finlandia está en disposición de atravesar esa singladura. Con mayor prosperidad, mejores condiciones laborales, la instauración de una economía verde y un clima adecuado para los negocios que revierta en una mejor y más equitativa distribución de la riqueza. En declaraciones a The Washington Post, en Davos, que su país, al igual que el resto de sus vecinos escandinavos, es donde mejor se puede conseguir el sueño americano. Entendido como el elenco de oportunidades que un país ofrece para que sus ciudadanos logren sus metas y ambiciones y que ha presidido la cultura de Estados Unidos. "En el espacio nórdico es donde la infancia puede superar el estatus de sus familias con mayores posibilidades de éxito", porque "tenemos magníficos sistemas educativos, sanitarios y estados del bienestar que permiten a cualquiera escalar en la sociedad". Es muy probable que "detrás de nuestra condición de país más feliz del mundo se deba a todas estas circunstancias", asegura.

El sueño americano … está en Finlandia

Las palabras de Marin al diario estadounidense no son gratuitas. Entre los aspirantes demócratas el senador Bernie Sanders ha abogado en numerosas ocasiones por implantar en Estados Unidos una red de servicios sociales inspirada en los estados de bienestar escandinavos, además de defender a ultranza las políticas socialdemócratas de los países nórdicos europeos por su contribución en el tiempo a la consolidación de sus modelos sociales. El aspirante a la Casa Blanca los ha definido como sistemas con elevadas ayudas a la Educación y la Sanidad, de elevada presión fiscal dirigida a sostener sus elevados gastos y con contribuciones impositivas generosas, pero adecuadas, a las grandes fortunas. Más en concreto, el finlandés: "Es uno de las mejores estructuras sociales y económicas del mundo". A Sanders también le cautiva las inversiones en infraestructuras de la primera ministra finlandesa.

Finlandia está de moda en Estados Unidos. Anu Partanen y Trevor Corson, autores del ensayo The Nordic Theory of Everything, exploran las razones por la que Finlandia, una economía capitalista, es el país más feliz del planeta. En una tribuna de opinión publicada en The New York Times, Partenen y Corson explican por qué lo que denominan "la teoría nórdica del amor" ha situado a Finlandia entre las preferencias de los estadounidenses: mientras que en Estados Unidos el 68% de los ciudadanos pide un préstamo personal cuando deben asumir un gasto extraordinario mensual superior a los 400 dólares, los ciudadanos finlandeses disfrutan de su sanidad universal, las ayudas de 320 euros al mes para el cuidado de hijos menores, elección gratuita de colegio, vacaciones pagadas y tiempo de ocio. "Finlandia es el paraíso del capitalismo", concluyen Anu Partanen y Trevor Corson. Lo dicen con conocimiento de causa: vivieron un año en país nórdico de la Unión Europea y de su experiencia extraen una conclusión más que contundente: "Experimentamos un aumento de nuestra libertad personal".  Algo que en Estados Unidos se valora mucho. 

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