Rusia acelera los preparativos para su ofensiva en Ucrania a una semana del primer aniversario de la guerra
La incertidumbre marca la Cumbre de Defensa de la OTAN en Bruselas, con los aliados expectantes ante la esperada ofensiva militar de Rusia, pero reacios a entregar a Kiev los cazas de combate y misiles de larga distancia imprescindibles para detener al ej
Madrid-Actualizado a
La OTAN promete más armas y más munición a Ucrania, pero no del tipo que podría dar un vuelco a la guerra. Tampoco en los plazos que reclama el ejército ucraniano para detener con éxito una ofensiva rusa a gran escala que está ya a las puertas. Al mismo tiempo, los Gobiernos aliados aprovechan el contexto de la guerra para apostar por el rearme de una Europa que sufre en su población las desastrosas consecuencias económicas del conflicto, pero que no pestañea a la hora de empeñar miles de millones de euros en la fabricación y compra de armas.
Rusia está lanzando intensos ataques en las regiones de Lugansk y Donetsk, donde han arreciado los combates en torno a las ciudades de Vuhledar y Bakhmut. Por el momento no se puede precisar la magnitud real del avance ruso, en una guerra en la que la desinformación es generalizada en ambos bandos. Mientras el Ministerio de Defensa de Rusia afirma que se ha roto la línea del frente en Lugansk, los ucranianos subrayan que están frenando el arranque de la ofensiva pronosticada para el primer aniversario de la guerra, que se cumplirá el próximo 24 de febrero.
La duda pende sobre la dirección que tomará la avalancha militar rusa y sobre su dimensión. Podría ser en esas regiones de Donetsk y Lugansk, en el Donbás, foco del conflicto, donde la resistencia ucraniana tiene sus últimos reductos y donde los rusos apenas han avanzado en los últimos meses. Quizá pueda ser en el norte, en la zona de Járkov, o tal vez en el sur, en Zaporiyia o Jersón.
Lo que no parece muy probable es que tal ofensiva sea generalizada a lo largo de toda la línea del frente. Los aliados de la OTAN no creen que el ejército invasor tenga en estos momentos el potencial suficiente para lanzar una acometida total.
Lo único claro es que Rusia tiene que aprovechar estas próximas semanas antes de que alcancen Ucrania los nuevos suministros occidentales de armas. Según el compromiso alcanzado en esta Cumbre de Defensa por los treinta integrantes de la OTAN, pronto llegarán a Ucrania más municiones, nuevos sistemas de misiles antiaéreos y, de momento, unas decenas de tanques europeos de última generación.
¿Una contraofensiva sin apoyo aéreo?
Pero esos carros de combate pesados poco podrán hacer para detener el asalto ruso sin un decisivo apoyo aéreo y sin misiles de larga distancia que puedan barrer a los propios tanques rusos, poner en jaque a los suministros de Moscú y golpear al ejército del Kremlin más allá de la línea del frente. Y Rusia sabe que ésta es una carrera contrarreloj.
Sobre la mesa de los treinta se ha considerado la posibilidad de enviar aviones de combate a Ucrania, pero nadie ha querido dar el primer paso. Además de ser un armamento estratégico para la defensa euroatlántica del que nadie quiere prescindir, casi ninguno de los miembros de la OTAN quiere traspasar de momento una nueva línea roja con Moscú.
Más peligroso es que se empiece a hablar ya sobre la opción de poner tropas de los países de la Unión Europea sobre el terreno. De momento tal posibilidad queda en comentarios por los pasillos de Bruselas, pero ya sucedió lo mismo con los carros de combate pesados hace unos meses. Y ese paso, el envío de unidades militares europeas, aunque fuera bajo bandera ucraniana y sin distintivos propios, a guisa de brigadas internacionales, solo significaría una cosa: la guerra abierta con Rusia. El enfrentamiento armado entre potencias nucleares.
Arsenales exhaustos
El tiempo se acaba y los cuarteles de la OTAN en Bruselas bullen con un nerviosismo lógico. No solo los arsenales rusos pueden estar exhaustos. También los europeos. Y si bien el Kremlin no ha logrado sus aparentes objetivos en un año de guerra, Rusia está muy lejos de haber sido debilitada militarmente hasta los extremos que auspiciaba la OTAN de manos de la masiva asistencia armamentística y económica al Gobierno de Volodímir Zelenski.
La preocupación es grande y, en esta Cumbre de Defensa en Bruselas, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, ha instado con urgencia a los países miembros a fabricar más munición y otros recursos armamentísticos suministrados ya a Ucrania, pues, aunque mucho ha sido prometido, no todo está llegando en los plazos demandados por el Gobierno y el ejército ucranianos.
"La guerra en Ucrania está consumiendo una enorme cantidad de municiones y agotando las reservas de los aliados. La tasa actual de gasto en municiones de Ucrania es muchas veces mayor que nuestra tasa actual de producción. Esto pone a nuestras industrias de defensa bajo presión", ha subrayado Stoltenberg.
El Gobierno de Kiev no lo podría haber dicho más claro, su ejército se está quedando sin munición. De ahí el llamamiento urgente de Stoltenberg a los socios europeos: la prioridad es mandar todo lo que hay, pues estamos en tiempo de descuento.
También lo ha precisado el vicecanciller alemán, Robert Habeck: el envío a Ucrania de los carros de combate germanos Leopard puede llegar "un poco demasiado tarde". Se esta haciendo "lo que se puede" ante la esperada "terrible ofensiva rusa", pero "el tiempo apremia", ha señalado el vicecanciller al diario Die Zeit.
Ucrania pide "más tiempo", pero no será Rusia quien se lo dé
El ejército ucraniano está también forzando las máquinas contrarreloj. El ministro de Defensa de Ucrania, Oleksii Reznikov, se une a quienes reclaman tiempo, tanto para la llegada del nuevo material bélico, "que no puede entrar en Ucrania así por las buenas", como para el entrenamiento de los soldados que lo manejarán.
Reznikov responde así a las crecientes demandas occidentales para que Ucrania lance una contraofensiva una vez que detenga el avance ruso. Pero no es lo mismo enviar armas desde la seguridad de los despachos de Bruselas que decidir la estrategia de una guerra en el propio país en lucha.
En su cumbre de Bruselas, los líderes de la OTAN han reiterado hasta la saciedad que "Putin ha perdido estratégica, operacional y tácticamente" la guerra. No es ésta la opinión de los servicios de inteligencia occidentales o del Estado Mayor de la OTAN, que, si bien tratan de minimizar el impacto informativo de la ofensiva rusa en los medios de comunicación, incluso con amenazas de censura, no pueden evitar su desazón al comprobar que el ejército del Kremlin sigue movilizando a miles de soldados hacia el frente.
Al tiempo, Putin hace un llamamiento para convertir en una prioridad nacional la producción de munición y el ensamblaje de carros de combate. Se abre una carrera entre Bruselas y Moscú para fabricar balas, cohetes y misiles.
Putin ha unido su destino al de la guerra en Ucrania
Cada día que pasa confirma los temores de la OTAN. Rusia maneja la posibilidad de un conflicto muy largo y aparentemente tiene la capacidad para sostener ese esfuerzo de una guerra que no tendrá vencedores. La propia supervivencia política del presidente Vladímir Putin, responsable directo de este desaguisado (autores indirectos hay muchos más), depende en estos momentos de la prolongación de una guerra que sabe que no puede ganar. Pero tampoco la puede perder.
Una vez que termine la contienda, habrá muchos políticos, militares y oligarcas en Rusia dispuestos a cuestionar una estrategia que ha aislado al país y lo ha sometido a una draconiana situación económica. Pero en estos momentos, como señalan los propios analistas rusos, un cambio en la jefatura del Estado llevaría a la catástrofe y posiblemente a un conflicto civil de un alcance impredecible y unas consecuencias terribles no solo para Rusia.
De momento, todos cierran filas en torno a Putin y aquí es donde Occidente ha cometido un grave error. No corren los tiempos de la Primera Guerra Mundial, cuando la contienda en Europa sentó las bases de la Revolución de 1917. Putin se ha blindado dentro del país, anticipándose a cualquier protesta contra la guerra, con una propaganda muy eficaz y la supresión drástica y feroz de todo conato de resistencia.
La OTAN ha recurrido también al puñetazo en la mesa, pero ha supeditado el uso efectivo de la inteligencia estratégica al apoyo con dinero y armas a un país con todo el derecho para resistir la invasión, pero que puede hundir a Europa en un pantano del que será muy difícil que salga indemne. Un pantano que no quiere mostrarse en Occidente.
Nunca antes en Europa habían triunfado en tal medida los desinformadores sobre los agentes de inteligencia; nunca se habían impuesto de tal forma los políticos cortoplacistas y think tankers de última hora sobre los académicos, militares y diplomáticos conocedores de un país tan complicado como es Rusia.
Y mientras, Estados Unidos, líder indiscutible de la OTAN, hace sus propios cálculos sin apenas sentir los efectos de la debacle de Ucrania. Al fin y al cabo, la carrera de armas en Europa la alimentará la poderosa y boyante industria armamentística estadounidense.
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