Servicios para víctimas bajo mínimos y un sistema que no detecta potenciales agresores agravan la violencia machista en verano
El período estival concentra alrededor del 30% de los asesinatos por violencia de género registrados en España.
Expertas ponen el foco en la necesidad de reforzar los sistemas de protección, poner la mirada en los perfiles de mujeres más vulnerables y en la prevención desde las masculinidades.
El Ministerio de Igualdad reconoce la necesidad de reforzar la planificación de recursos en estas semanas críticas, aunque sostienen que ya "se viene haciendo a través de diferentes vías".

Madrid-
Las sirenas de la Policía irrumpieron en el vecindario valenciano de Algemesí la madrugada del pasado 25 de junio. Dentro de un piso del parque Salvador Castell, una mujer y su hijo pequeño yacían sin vida. Poco antes, en un contenedor de basura en Gijón, agentes hallaron el cuerpo de otra mujer desaparecida. La escena se repitió en Getafe (Madrid), Las Palmas de Gran Canaria y Ruguilla (Guadalajara) con otras tres víctimas, sumando en apenas tres días cinco asesinatos por violencia de género. Una semana después volvía a suceder en Asturias.
En todos los casos, los acusados de perpetrar el crimen fueron sus parejas o exparejas, aunque ninguna de las mujeres asesinadas en esos dos días estaba incluida en el sistema VioGén. Ninguna había presentado tampoco denuncia. Una dinámica que, lejos de ser una excepción, reincide en alrededor del 60% de las asesinadas, según los datos oficiales de la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género.
Escasez de recursos materiales y asistenciales
El verano acaba de comenzar y con él llega el momento más peligroso del año para las mujeres víctimas de violencia de género. Junio, julio y agosto concentran en torno al 30% de los asesinatos machistas registrados en España. Solo durante estos meses de 2024, 20 mujeres fueron asesinadas. La cifra igualó la de 2023 y 2015, y convirtió a ese período estival en uno de los más letales desde que hay registros después de 2003 con 24 mujeres asesinadas, 2007 con 23, 2018 con 22 y 2019 con 21. De entre todos los meses, julio es siempre el más trágico, con 137 víctimas mortales acumuladas. Le siguen agosto (120) y junio (117). ¿Por qué sucede esto cada año? ¿Por qué ni las instituciones ni los entornos logran anticiparse? ¿Qué condiciones sociales, estructurales u operativas explican esta acumulación de asesinatos?
La mujer asesinada en Algemesí llevaba meses intentando que su pareja abandonara el domicilio. Le pidió que se fuera. Él se negó. La acosaba con mensajes, notas de voz, amenazas. Se llegó a plantear denunciarlo, pero temía cuáles podrían llegar a ser las consecuencias. Ese miedo sigue siendo uno de los factores más decisivos que impide a muchas mujeres dar el paso.
Mónica López, trabajadora social y coordinadora del Programa Fortaleza de la Comisión para la Investigación de Malos Tratos a Mujeres, pone el foco en algo que también se comenta en otras fechas vacacionales como Navidad o Semana Santa: el aumento de la convivencia "debido a una menor actividad laboral". En estos intervalos de tiempo, "el agresor va a tener más estallidos de violencia y va a provocar más conflictos". La especialista también señala en declaraciones para Público que durante el verano hay más presencia de menores en casa, lo que agrava aún más los episodios dado que aumentan "las probabilidades de que el maltrato se extienda" a ellos.
Desde la Fundación Mujeres Unidas contra el Maltrato (MUM) confirman esta observación. "Es algo que vemos que ocurre todos los años y, sin embargo, parece como que no se puede hacer nada. Porque sigue ocurriendo todo el rato igual", lamentan desde la entidad. En la organización insisten en que muchas de las mujeres a las que dan apoyo "quieren salir" de ahí, pero no lo logran debido a la falta de alternativas materiales reales. De hecho, tal y como atestiguan en una conversación con Público, el difícil acceso a la vivienda es uno de los factores que más bloquea la salida de las situaciones de violencia: "Aunque trabajen, aunque tengan dinero... Si necesitan alquilar una casa, muchas no pueden. En muchos casos es complicadísimo. No ven la salida". "La precariedad de los sistemas de acogida de urgencia", con escasas plazas, se suma a la falta de soluciones habitacionales a futuro: "Hace falta una visión realista de lo que necesitan las mujeres: saber que si se van, hay algún sitio al que acudir", indican desde MUM.
Mónica López se expresa en una línea similar al recordar que "los recursos se encuentran colapsados" y que en verano se reduce todavía más "la atención a las mujeres debido a falta de personal por las vacaciones estivales de los y las profesionales, dejando a las mujeres sin soporte". Algo que en las zonas con una gran afluencia turística se multiplica, pues se incrementa desmesuradamente la densidad temporal de población, pero no así la capacidad asistencial. Esto se combina con el desplazamiento durante el verano a otras comunidades, donde las víctimas "pierden" el contacto con sus entornos habituales. Una vez allí, los servicios especializados "desconocen la situación en la que se encuentra la mujer". El "control férreo por parte del agresor", sin embargo, sigue siendo el mismo.
Cuando cuidar lo público es proteger a las víctimas
Las cifras apuntan a dos momentos de especial riesgo: uno se da cuando las víctimas intentan romper la relación y otro cuando interponen las denuncias. Desde la Comisión para la Investigación de Malos Tratos a Mujeres, López explica que "muchas veces ni ellas mismas saben cuál será la reacción de su pareja". Pero el contexto económico y social del verano, con sus particularidades de gastos adicionales, reducción de servicios y presión social, puede aumentar su vulnerabilidad.
Una inseguridad que se recrudece, tal y como reflejan los datos recogidos por Feminicidio.net, en "las mujeres migrantes y extranjeras (un 36% de las asesinadas), las madres con menores a su cargo (también un 36%) y las mujeres rurales (un 35%)". En menores porcentajes, "encontramos entre las víctimas mujeres mayores para las que se perpetúa el rol de cuidadoras de hijos adultos, mujeres en exclusión socioeconómica, mujeres en situación de dependencia o discapacidad, mujeres embarazadas y mujeres en prostitución". La cuestión, a su juicio, es poner el foco en "entender la trampa coercitiva de la violencia machista" y, de nuevo, "ver los obstáculos para la salida". De ahí que para la entidad las políticas contra la violencia machista se relacionen necesariamente "con defender y fortalecer lo público, con exigir justicia social y fiscalizar el destino de los recursos para las mujeres víctimas de violencia".
En cuanto al sistema de protección, en Feminicidio.net hablan de "una necesidad de reforzar la coordinación y avanzar en la formación especializada en las profesiones implicadas". Más allá del sistema policial, los datos "subrayan la urgencia de una respuesta integral y más firme, que abarca la sensibilización social, la prevención, la detección temprana, la protección y la justicia efectivas, el derecho a la reparación y las garantías de no repetición". Así lo ha observado el Comité CEDAW de la ONU en su último informe sobre España de 2023: "El Comité recomienda a España reforzar la identificación de vulnerabilidades, prevenir la reincidencia, reforzar el Observatorio del Feminicidio, evaluar el marco jurídico nacional para combatir la violencia machista y la política de protección de la infancia en este contexto: una lista de deberes para no perder ni un sólo día", argumentan en Feminicidio.net.
Integrantes de este portal feminista no olvidan hacer una mención especial al ámbito de la justicia, donde según refieren "hay insuficiencia y desigualdad de recursos importantes, como la falta de Unidades de Valoración Forense Integral (UVFI), señalada por la propia Fiscalía General del Estado en sus memorias anuales". Mientras que "respecto a las Oficinas de Asistencia a la Víctima (OAVD), se constata la desigualdad existente a nivel nacional y la falta de atención a las víctimas en el ámbito rural".
Al igual que la Fundación MUM, en Feminicidio.net recuerdan, frente a las llamadas a denunciar como vía de escape, que "la interposición de denuncia puede ser el momento más peligroso para una mujer víctima, y hay que garantizar sus derechos también a través de otras vías".
Igualdad reconoce la necesidad de refuerzos
Por el lado del Ministerio de Igualdad, a través de la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género, reconocen esta necesidad de reforzar la planificación de recursos en estas semanas críticas, lo que, según afirman, "se viene haciendo a través de diferentes vías". "Desde junio se ha puesto en marcha un plan de refuerzo estival para los principales servicios de atención a víctimas de violencia de género y violencia sexual. Esta medida, aprobada en Consejo de Ministros, contempla el fortalecimiento de recursos clave como la línea 016, el sistema de atención y protección telefónica (Atenpro), y el servicio de control telemático de medidas judiciales de alejamiento", informan en declaraciones para este medio.
Asimismo, expresan que "cada verano se lanzan campañas de publicidad o en redes sociales específicas dirigidas tanto a las víctimas como a su entorno, con el objetivo de visibilizar señales de alerta, promover la denuncia y activar la implicación de la sociedad". Si bien no dan detalles sobre la financiación con la que cuenta el plan de este año o qué campañas publicitarias se han puesto en marcha este 2025 en concreto.
Mencionan, eso sí, un comunicado dirigido "a las Unidades de Violencia de Subdelegaciones y Unidades de Coordinación de las Delegaciones del Gobierno para que, desde sus ámbitos de actuación (más cercano a los territorios) se mantengan alerta y en coordinación con todos los dispositivos". Y advierten de que "se reforzarán los comités de crisis para analizar todos los asesinatos y no solo los repuntes concretos de cinco o más mujeres asesinadas". A este respecto, recuerdan que "el entorno adquiere un rol clave, tanto en la protección como en la invisibilización del riesgo al encontrarse en primera línea. La campaña ¿Vas a hacer algo?, del verano de 2024, refleja precisamente esta situación y apela directamente a los entornos sanitarios, escolares y sociales a actuar".
Intervenir la masculinidad tóxica antes de que todo estalle
Si bien, para entender los repuntes de violencia machista no basta con analizar lo que ocurre del lado de las víctimas. También es necesario depositar la mirada sobre aquellos que ejercen o pueden llegar a ejercer violencia, a fin de identificar factores de riesgo, fallos de prevención y puntos ciegos en la intervención institucional.
Sobre esto, Jesús Moreno Pizarro, psicólogo experto en género y masculinidades, y responsable del Área de Participación de la Fundación Iniciativa Social, opina que en lugar de reducir la violencia a un problema psicológico de unos pocos hombres, habría que tratar de entender por qué los varones "estamos acostumbrados o aprendemos a resolver los conflictos, sea por intentar que se entiendan nuestras necesidades o por imponer nuestra visión, con la violencia".
Durante los meses estivales, según describe coincidiendo con lo mencionado por las expertas, se acumulan factores que alimentan esta tendencia: "Suele aparecer muchísima más irritabilidad, cansancio (…), muchísimos conflictos que pudieran hacer llevar a que al final las relaciones acaben en una escalada violenta de la que no saben desescalar". En esa escalada, advierte, observa diferencias de género fundamentales: "Los hombres (…) creemos que la otra persona va a bajar antes que nosotros, que es algo que las mujeres por socialización aprenden justo al contrario, a tener que parar el conflicto y resolverlo de otra forma".
Otro de los elementos clave es la manera en que los hombres entienden el ocio y el descanso. Moreno explica que existe una percepción de "legitimación del ocio propio" por parte de muchos varones: "Creemos que tenemos el derecho de poder disfrutar de ese ocio porque nos lo hemos trabajado dentro de la dinámica de la socialización diferenciada de género (…). Queremos estar de cervecitas tranquilamente sin atender a todas las cuestiones de cuidado que existen".
Ello per se genera, según su análisis, una disputa que emana de problemas estructurales: "Las mujeres (…) sois las que nos señaláis todas las tareas de cuidado que invisibilizamos y de las que no nos hacemos cargo" y, cuando esto ocurre, "se da una posición de ataque-defensa". Moreno advierte de que, debido al aprendizaje masculino, hay hombres que son proclives a que se activen en ellos mecanismos de violencia que no siempre son físicos. Tienen que ver con "la aparición de señales micromachistas, de violencia psicológica, emocional y verbal".
Respecto al sentimiento de celos o de pérdida de control en contextos de mayor movilidad de las mujeres, Moreno aclara que esa "libertad" muchas veces no es real: "Más bien tienen que atender a esa responsabilidad de cuidado". Por tanto, a su juicio, el verdadero problema radica en que muchos varones ven a las mujeres "como un impedimento" para el disfrute propio.
En todo caso, Moreno lamenta que la intervención con hombres "siempre" llegue "tarde". Explica que la mayoría de políticas públicas que trabajan masculinidades o violencia se centran en programas penitenciarios o derivados judiciales: "No existe ningún carácter institucional, ninguna coordinación institucional que esté previniendo la violencia que ejercemos los hombres, nada más que desde un carácter difuso, a través de labores de coeducación, de sensibilización, etcétera". El psicólogo critica que se limite el concepto de agresor a quienes ya han sido denunciados: "Esa etiqueta de agresor (…) invisibiliza muchos procesos previos que nos pudieran dar claves para entender e identificar factores de protección y de riesgo".
Desde su experiencia, muchos hombres llegan a los programas divididos en dos grandes perfiles: los que "entienden que los modelos relacionales que están implementando no son válidos para los nuevos valores de igualdad" y los que "mantienen esa visión únicamente de que ellas son las culpables de absolutamente todo". El trabajo con cada uno de ellos es diferente, si bien en ambos casos el objetivo es que comprendan que "el conflicto y el aumento de la conflictividad dentro de las rupturas no lleva a ningún bien para ninguna de las partes (…). Que el acuerdo y la conciliación (…) lleva a una mejora de la calidad de vida de todas las personas".
Moreno insiste en que es posible detectar señales de riesgo antes de que haya una agresión directa: "Cuando trabajamos con agresores y tú vas preguntando cuáles son los circuitos por los que han pasado de atención, vemos que podríamos haber detectado la violencia mucho antes si hubiéramos puesto el ojo también en la prevención desde el agresor". Muchos de esos hombres, explica el experto, pasaron antes por Atención Primaria, servicios sociales o departamentos de recursos humanos por "malestar inespecífico", como ansiedad o depresión, "y todos esos canales que han tenido de intervención no han sabido detectar a tiempo la posible violencia que pueda ejercer ese hombre".
Para concluir, Moreno matiza que esto no significa competir por recursos con los programas de atención a mujeres, sino ampliar la mirada: "No se trata de destinar el dinero que se está destinando al trabajo con mujeres -que siempre es insuficiente-, al trabajo con hombres, sino de intervenir en otros ámbitos donde ya se está trabajando con hombres e incluir la perspectiva de crítica de las masculinidades y trabajar en esa valoración del riesgo".


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