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La España de Franco, el hogar de nazis y fascistas que soñaban con volver al poder

Los croatas Ante Pavelić y Maks Luburić, el belga León Degrelle y franceses como Pierre Laval y Abel Bonnard encontraron en el régimen fascista un escudo ante la persecución de los antifascistas.

11/04/2024 Montaje fotográfico en el que figuran el al ministro de Exteriores alemán Ribbentrop, Maks Luburić y Ante Pavelić, el dirigente fascista de mayor rango, entre otros.
Montaje fotográfico en el que figuran el al ministro de Exteriores alemán Ribbentrop, Maks Luburić y Ante Pavelić, entre otros.

La colaboración franquista con el régimen nazi fue mucho más allá del envío de tropas a Stalingrado con la División Azul. El franquismo, a lo largo de los 40 años que pervivió, acogió a no pocos personajes ligados al fascismo y el colaboracionismo a nivel mundial. El historiador José Luis Rodríguez Jiménez acaba de publicar Bajo el manto del caudillo (Alianza Editorial, 2024), el primer estudio conjunto sobre los refugiados políticos en la España de Franco.

Más allá de nazis alemanes y fascistas italianos, la dictadura arropó a franceses llegados del régimen de Vichy, varios gobernantes sudamericanos, como Juan Domingo Perón, y dictadores, tales como el cubano Fulgencio Batista y el venezolano Marcos Pérez Jiménez

La reciente publicación profundiza en el hecho de que España fue el país europeo que acogió el mayor número de nazis, fascistas, ultraderechistas y colaboracionistas con el Tercer Reich, lo que sucedió a partir de la segunda mitad de 1944, cuando cambió definitivamente de signo el devenir de la Segunda Guerra Mundial. "Lógicamente, en un régimen dictatorial, y entonces fascistizado, fue el Caudillo quien autorizo que estos huidos se instalaran en España o entraran en el país en tránsito hacia Sudamérica", introduce el propio Rodríguez. 

En ningún otro país se juntó semejante representación de cuadros intermedios y de alto nivel de las organizaciones fascistas y ultraderechistas, incluidos dirigentes de gobiernos y de partidos políticos. En este sentido, sobresale Ramón Serrano Suñer, el exministro de la Gobernación y de Exteriores, y "cuñadísimo" de Franco, con tres de los refugiados destacados: Léon Degrelle, líder del Partido Rexista belga, Karl Bömelburg, jefe de la Gestapo en Francia durante la Segunda Guerra Mundial, y el general Salan, uno de los cuatro generales que organizaron en 1961 el golpe de Estado de Argel y fundador de la Organización del Ejército Secreto

Genocidas croatas sin juzgar viven en España

En este sentido, entre la ristra de personajes que el investigador analiza, sobresalen dos figuras clave relacionadas con el nacionalismo radical croata, dirigentes del Estado Independiente de Croacia, creado por los nazis alemanes.

Se trata de Ante Pavelić, el dirigente fascista de mayor rango, y Maks Luburić, quien ya residía en España en el momento de la llegada de aquel y, posiblemente, el "más relevante de entre los mandos militares responsables de crímenes de guerra y de genocidios que no fue conducido ante un tribunal", confirma el autor. 

Pavelić comandó el extermino de varias comunidades de grupos étnicos, tales como serbios ortodoxos, gitanos, judíos y simpatizantes anarquistas, comunistas y socialistas, así como indigentes, personas con diversidad funcional y prostitutas. Tras pasar por Argentina y sufrir un atentado en 1957, este fascista croata viaja a Chile, Paraguay y, a finales de ese mismo año, con un franquismo ya consolidado, llegó a España. "No tardaría mucho en morir. Fallece en el hospital alemán de Madrid en 1959, y se le entierra en el cementerio de San Isidro, donde siguen sus restos", completa el historiador. 

A pesar de que Pavelić tiene un corto recorrido en tierras españolas, no deja de ser el refugiado político criminal de guerra y genocida más importante que ha estado en el país, tal y como sostiene Rodríguez en su monografía. Le sigue Luburić, "el segundo criminal más importante, la mano derecha de Pavelić y responsable de los campos de concentración y exterminio croatas", califica el experto, que estuvo en el país desde 1944 hasta 1969. 

Luburić pasa a llamarse Vicente Pérez

Luburić entró de forma secreta en España, sin que los aliados pudieran percatarse de ello. "Recibió mucho apoyo religioso a su llegada, sobre todo de los franciscanos, que le ayudan a esconderse mientras el Gobierno le dio una nueva identidad. Se hizo llamar Vicente Pérez García", añade Rodríguez. La tranquilidad con la que Luburić se vio en España fue tal que en noviembre de 1953 se casó con una española, hija de un empresario industrial vasco. 

"No hay que olvidar que este hombre ha matado gente con sus manos, estrangulándolas o cortándoles el cuello, y al final termina viviendo en València, donde montó una granja de avicultura junto a su mujer", incide el experto. Una vez separado de ella, Luburić no se olvidó de sus ideales y montó una imprenta, en la que edita revistas y panfletos que expanden su ideología anticomunista y nazi. 

"Aprovechando que Pavelić había muerto, Luburić quiso hacerse con el control de la emigración ustashiana por el mundo, así que envía sus panfletos a países con importante emigración croata, como Alemania, Canadá, Estados Unidos, Argentina y Australia", sostiene. 

Por otra parte, en España también se jugó otra guerra mucho más subrepticia. Los llamados "cazanazis" persiguieron a Degrelle en Sevilla y a Luburić en el País Valencià. "Desde la Yugoslavia de Tito enviaron a una persona que se hizo pasar por nacionalista croata, se ganó su confianza, le contrató para trabajar con él en la imprenta y es ahí cuando lo mata, en una fecha emblemática", desarrolla Rodríguez. 

El 20 de abril de 1969, en el 80 aniversario del nacimiento de Hitler, asesinan a Luburić. Sus restos todavía reposan en el cementerio de la localidad valenciana de Carcaixent, donde la familia erigió un mausoleo en homenaje y durante la década siguiente fue un lugar de peregrinación y exaltación para los ultranacionalistas croatas

La Francia ocupada se refugia en España

La relación del franquismo con los huidos franceses que destacaron durante la etapa de la ocupación nazi es algo más truculenta, aunque el amparo de los fascistas sobresale por encima de cualquier otra cuestión. En cambio, no fue así para Pierre Laval, huido a España al producirse la liberación francesa. "Llegó en un avión a El Prat a plena luz del día. Los servicios de inteligencia de los aliados lo sabían", comenta el historiador. 

El régimen franquista, temeroso de que el final de la Segunda Guerra Mundial no terminara con la liberación del país galo y se expandiera hacia la península Ibérica, consideró oportuno colaborar con el país vecino. "Deciden entregarle el 31 de julio de 1945 y es condenado a muerte por traición y colaboración con el enemigo. Se le fusiló el 15 de octubre de ese mismo año", comenta el especialista. A partir de entonces, el Gobierno de Franco no entregará a ningún otro refugiado nazi o fascista de cierta relevancia. 

Pero Laval no vino solo. En aquel avión le acompañaron Abel Bonnard, escritor y académico, quien residió en Madrid el resto de su vida hasta 1968, y Maurice Gabolde, el antiguo ministro de Justicia en la Francia ocupada de Vichy, quien vivirá en Barcelona durante 30 años. "Se quedaron a vivir en España sin ningún problema dos colaboracionistas con el régimen nazi. El Gobierno francés tampoco reclamó su entrega", confiesa Rodríguez. 

La OAS nace en el norte de España

No fueron los únicos franceses que pisaron España para refugiarse o rearmarse. También fue el caso de Raoul Salan, ferviente opositor a la independencia argelina de Francia. Llegó a España en octubre de 1960, una vez que De Gaulle ha vuelto a gobernar en su país, y se movió por el norte: San Sebastián, Pamplona, Barcelona, hasta que se instala en Madrid. Tras él, llegaron otros políticos opositores al régimen democrático francés. Todos ellos crearon la conocida Organización del Ejército Secreto (OAS), en la capital, en enero de 1961. 

"Crearon campamentos para entrenar comandos, sobre todo en Gipuzkoa, elaboraron temas de propaganda y contactaron con todos los políticos que les podían ayudar. De nuevo, Serrano Suñer es quien más apoyo les procura", comenta Rodríguez. Pese a que Franco también estaba enterado de las operaciones, el régimen vio en la OAS una forma de conseguir una contrapartida

Según dice el investigador, "el franquismo estaba cansado de que los exiliados comunistas, anarquistas y socialistas en Francia realizaran sus tareas de propaganda y organización de guerrilla allí, por lo que dar manga ancha a la OAS era una forma de conseguir que Francia pidiera el cierre de los campamentos para, así, poder exigir a cambio que se persiguiera a los opositores al régimen en el país vecino". 

Aquí, tan solo unos ejemplos de una larga lista de nazis, fascistas y colaboracionistas que encontraron en la España de Franco un hogar en el que seguir esparciendo su ideología. Y Rodríguez se pregunta: ¿Por qué personas españolas prestan ayuda a nazis y fascistas? Los motivos son varios, entre los que se encuentran la sintonía ideológica y un "deber" hacia esos regímenes y fuerzas políticas que les ayudaron durante la Guerra Civil, además de que una parte de ellos son útiles para desempeñar trabajos.

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