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Las extremas derechas en Catalunya ante el 12M, dos acentos para un mismo objetivo

La derecha radical populista centra la acción política en la islamofobia. Vox lo tiene complicado para mantener los 11 diputados de 2021, pero puede estrenarse en la cámara la independentista Aliança Catalana.

11/04/2024 - Santiago Abascal i Ignacio Garriga, en un acte recent de Vox a Terrassa.
Santiago Abascal e Ignacio Garriga, en un acto de Vox en Terrassa (Barcelona). Àlex Recolons / ACN

Nada ha marcado tanto la política institucional reciente de Europa como el ascenso de la extrema derecha. Hace tiempo que se habla de ello y, en todo el mundo, no paran de publicarse artículos y libros sobre esta ideología. Es a la vez un fenómeno transnacional y una particularidad nacional que condiciona el día a día de las personas y que también impacta en Catalunya. De hecho, en 2021 la extrema derecha se estrenó en el Parlament con la irrupción de Vox, que sumó 11 diputados, y después de las elecciones del 12 de mayo podría llegar a sumarse la independentista Aliança Catalana, que desde junio pasado gobierna la ciudad de Ripoll, en Girona.

La extrema derecha no es transitoria: ha venido para quedarse y se reformula constantemente. El objetivo, sea cual sea el color de la formación, es común y compartido: tener la hegemonía cultural y diluir la democracia. Su atomización y debilidad parlamentaria contrastan con la sobreexposición mediática de que disfruta. Es así como los principales ejes del discurso de la extrema derecha –el nativismo, el autoritarismo y sus postulados patriarcales, islamófobos y nacionalistas– no solo han saturado el espacio público, sino que han llegado a audiencias mainstream.

En el caso de Vox y Aliança Catalana (AC), destaca el hecho que de cara a los comicios del 12M las dos formaciones han elegido el mismo eslogan, "Salvemos Catalunya", si bien una lo usa en castellano y la otra, en catalán.

La proyección electoral

En este sentido, los sondeos publicados, a pesar de que apuntan a resultados variables, comparten algunos augurios: Vox, liderado en Catalunya por Ignacio Garriga (Sant Cugat del Vallès, 1987) –vinculado, según el periodista Xavier Rius Sant, al Opus Dei–, se mantiene, pero con un porcentaje de los sufragios ligeramente inferior al de los últimos comicios, y AC, la novedad de este año, pese al ruido en redes sociales por la posibilidad que pueda tener representación parlamentaria –fenómeno todavía no detectado en la mayoría de encuestas–, se esfuerza por obtener el 3% mínimo, presentando a la cabeza de lista, Sílvia Orriols, por la demarcación de Girona. Orriols es la alcaldesa de Ripoll.

A todo ello, hay que sumar, como dejó patente el fotoperiodista Jordi Borràs en Nació Digital, el evidente interés del españolismo en toda su transversalidad –así como a su entramado mediático–, de hacer aflorar AC en el Parlament. Una maniobra que conseguiría, por fin, después de años de esfuerzos en esta dirección, reventar todavía más al independentismo y situar en el escenario internacional la dialéctica del independentismo catalán como un movimiento trumpista, identitario y excluyente.

El alcance y tamaño de los partidos

Situar en un mismo plan en Vox y AC, no solo es maniqueo sino que, para algunos, es una estrategia política a explotar. El partido de Abascal cuenta con 124 concejales, 11 diputados en el Parlamento y 275.080 votos en las elecciones generales de 2023 en el Principado, el 7,76% de los sufragios, que se tradujeron en dos representantes en el Congreso.

Vox entró en los plenos de las cuatro capitales: tres ediles en Tarragona, dos en Barcelona y Lleida, y uno en Girona. En los otros 63 municipios catalanes de más de 20.000 habitantes, obtuvo representación en cuarenta ayuntamientos, principalmente, en las comarcas del Baix Llobregat, el Vallès Occidental y el Tarragonès.

Por su parte, el partido de Orriols, sin representación parlamentaria, tiene las alcaldías de Ripoll (1.401 votos, un 30,7% de las papeletas y seis ediles) y de Ribera d'Ondara, un pequeño pueblo de la comarca de la Segarra (Lleida) de menos de 450 habitantes. Esta última alcaldía la tiene como resultado de un pacto con la formación local que representaba a ERC, los concejales de la cual fueron expulsados posteriormente del partido. AC también tiene un representante en Manlleu (Barcelona).

Las bolsas de votos

¿En qué electorados o poblaciones ha entrado más la oferta política de la extrema derecha? La consulta de los resultados de la extrema derecha españolista muestra que Vox tiene tirada en las áreas metropolitanas de Barcelona y de Tarragona, y en localidades como Lleida, Salt y el triángulo formado entre Figueres, Castelló d'Empúries y Roses, en el Alt Empordà, en Girona.

La fuerza de Vox se encuentra básicamente en las ciudades, cuanto más grandes mejor, pero la tendencia es dual. Los barrios más pobres de las ciudades catalanas son donde la extrema derecha logra más porcentaje de voto. Ahora bien, el apoyo a Vox es especialmente significativo en las zonas de rentas más alta. En Sant Climent Sescebes (Alt Empordà, Girona), donde está la principal base militar del ejército español en Catalunya, Talarn (Pallars Jussà, Lleida), donde hay una academia militar del ejército, o Sant Andreu de la Barca (Baix Llobregat, Barcelona), sede de la Comandancia de la Guardia Civil, Vox obtiene resultados notables.

Sirviéndose de la última encuesta del GESOP, el politólogo y analista de datos de la UB, Xavi Calafat, explica que el potencial votante de AC se encuentra ideológicamente a la derecha, hace frontera con Junts y es residente en municipios pequeños y medios, poblaciones donde el independentismo es hegemónico. Según Calafat, si analizamos la simpatía al partido por la medida de municipio se observa que Orriols ya tiene más simpatía que la CUP en los municipios de entre 10.000 y 100.000 habitantes y más que ERC y Junts en aquellos más pequeños, de menos de 10.000.

En este sentido, AC, capitalizando la antipolítica del postprocés, intenta captar al votante proveniente del sector más conservador de la extinta y refundada Convergència i Unió, personas desencantadas con el puigdemontismo y sus propuestas. De hecho, AC ya ha conseguir condicionar la agenda política de Junts, como se ha visto los últimos meses en cuestiones migratorias

AC se proclama como partido nacionalista, conservador y democrático. Uno de los principales ideólogos del partido, Jordi Aragonès, primo de Pere Aragonès, vinculado al pasado a Unió, defiende que no son extrema derecha, pero a la vez se aprovechan de ella.

¿Partidos comparables?

Si como apunta el historiador Enric Ucelay-Da Cal, definir el fascismo ha sido uno de los mayores desafíos politológicos e historiográficos del siglo XX y el mismo continúa irresuelto, obviamente tampoco se ha llegado a un consenso respecto al neofascismo o postfascismo y sus continuidades con la derecha radical populista actual.

El propio Ucelay-Da Cal coordinó, conjuntamente con Xosé Manuel Nuñez Seixas y Arnau González Vilalta, el libro Catalanisme davant el feixisme, 1919-2018 (Editorial Gregal) que se pregunta sobre la existencia de un fascismo catalanista. La conclusión de los autores es que, a diferencia del español –de donde bebe parte de Vox– ha habido fascistas catalanistas, pero no un fascismo catalán y catalanista. No cuajó ningún movimiento organizado, pero sobresalieron individuos concretos.

Ambas formaciones comulgan en su discurso en contra la inmigración y la comunidad musulmana y existen vasos comunicantes y similitudes entre ellas. Por la red X circula un recurrente y viralizado hilo del bombero e historiador Marc Ferrer comprando el discurso de AC y de Orriols con lo otras formaciones de extrema derecha de Europa. El resultado es contundente: "Cuando tienes el mismo discurso que la extrema derecha, eres extrema derecha".

Es evidente la coincidencia temática e ideológica de Orriols con la gran familia de la derecha radical populista y sus líderes: Giorgia Meloni, Marine Le Pen, Matteo Salvini, Geert Wilders, Jimmie Åkesson, Éric Zemmour, André Ventura o Tino Chrupalla. También, claro, con Santiago Abascal.

Cualquier vecino de Ripoll que recibiera la propaganda electoral municipal de Aliança Catalana en 2023 no podría distinguir si se trataba de un partido independentista, autonomista o españolista. AC empleó la misma fórmula que usó durante años Josep Anglada con Plataforma per Catalunya (hoy extinta y parcialmente integrada en Vox): atizar el racismo y la islamofobia.

Las discrepancias

Las discrepancias más grandes se encuentran en el eje identitario, como pasa, también, en otras latitudes europeas entre diferentes extremas derechas: entre la valona y la flamenca, entre la rusa y la ucraniana o entre la francesa y la bretona. Mientras que AC es un partido pretendidamente independentista, Vox es abiertamente españolista y legatario, como apunta el historiador Xavier Casals, del integrismo nacionalista surgido en ultramar, esencialmente en la Cuba colonial.

Para Casals, "la España viva", lema e idea fuerza de Vox, supone la existencia implícita de "una España muerta" a la cual se tiene que combatir, que no es otra que la anti-España. Este concepto ha designado históricamente a una amalgama de ilustrados y liberales, nacionalistas periféricos y grupos de izquierdas que negarían la "España genuina", que sería la nacionalcatólica e hispana.

Para la candidatura de AC, con un discurso abiertamente xenófobo, "la inmigración es la principal amenaza de Catalunya": "La invasión inmigratoria descatalanizadora genera inseguridad y conflicto social". Orriols sostiene que "es evidente que España tiene un interés especial al hispanizar, islamizar y descatalanitzar Catalunya".

De hecho, Orriols formó parte del colectivo El Intransigent de Catalunya, un grupúsculo etnopluralista de Ripoll que difundía un ideario nacionalista esencialista y defendía "los disparos etnográficos e identitarios de los catalanes". El nacionalismo de AC se percibe como una variante autóctona del nativismo propio de la extrema derecha.

El politólogo Caso Mudde describe este concepto como "una ideología que sostiene que los Estados tienen que estar habitados exclusivamente por miembros del grupo nativo (la nación) y que los elementos no nativos (personas e ideas) están amenazando fundamentalmente al Estado-nación homogéneo". Este posicionamiento casa con la defensa orriolista de la teoría del Gran Reemplazo, que preconiza que "la población autóctona europea será sustituida por una de foránea y musulmana, porque se reproduce más deprisa", un concepto primordial en círculos ultraderechistas.

Aun así, el afán de AC en marcar perfil propio y desmarcarse de Vox, el PiS polaco o el Fidesz de Viktor Orbán, ha llevado a la formación a abanderar el homonacionalismo, es decir, a instrumentalizar los derechos LGBTIQ+ como arma arrojadiza contra la población extranjera. AC, como Le Pen o la extrema derecha sueca, defiende la causa LGBTIQ+ (y a veces el feminismo) como un valor de la Europa blanca.

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