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José María González, 'Kichi': "Cuando se unen los egos a querer mantener los privilegios, se acabó la revolución"

El alcalde de Cádiz, que acaba de anunciar que deja el Ayuntamiento después de ocho años, hace balance en esta entrevista con 'Público'.

José María González, Kichi.
José María González, 'Kichi'. Bea Vaz

Dijo que iba a estar ocho años y ocho años va a estar. José María González, Kichi, (Rotterdam, 1975), alcalde de Cádiz, recibe a Público en el despacho, el antiguo salón de plenos del Ayuntamiento, en el que trabaja. En la pared, detrás de la mesa en la que descansan carpetas y papeles, un retrato de Fermín Salvochea, que fuera alcalde de Cádiz durante la I República. Del rey, ni rastro.

Kichi invita a sentarse al lado de una ventana desde la que entra una luz limpia, la que proyecta el sol de diciembre sobre Cádiz, este viernes entreverado de nubes. En el sofá, hace balance sobre estos años en los que llegó a lomos de unas grandes esperanzas, impulsado por la levantera del 15M, y en los que, como alcalde, se enfrentó a grandes realidades.

Llegó en volandas hace casi ocho años a la alcaldía de Cádiz, una ciudad emblemática por muchos motivos. ¿Qué recuerda de aquel día cuando supo que iba a ser alcalde?

Recojo en la memoria muchísimas imágenes, muchísimas fotos. Tengo la foto de mi padre, por ejemplo, que ya no está con nosotros, y en los ojos la ilusión. Imagina, un obrero del metal, un soldador de toda la vida que de repente ve cómo su hijo se convierte en alcalde. Esa foto de orgullo, de mirada orgullosa, la tengo clavada en la memoria. Tengo muchas miradas en mi memoria. La mirada de ilusión de la gente, también. La mirada y las expectativas de la ilusión de la gente que quería que cambiase algo en la ciudad, que era consciente, como éramos nosotros en aquel entonces, de que el modelo de ciudad que tenía el Partido Popular hecho a base de improvisaciones y de patada para adelante tenía que cambiar. Y de repente, había cambiado. Esa mirada de ilusión la tengo muy grabada. Recuerdo también las ganas, la fuerza con la que entramos en el Ayuntamiento con ganas de abrirlo todo, con ganas de que entrase el aire, no en el Ayuntamiento, de cambiar la ciudad. Son recuerdos muy bonitos. Desde luego, son una de las de las mejores cosas que me llevo de esta experiencia.

Cuando llegó, apartó al rey, puso el retrato de Salvochea, a los días se fue a paralizar un desahucio. ¿El Kichi de entonces estaría orgulloso del Kichi de hoy?

Yo quiero pensar que sí. Quiero pensar que sigo teniendo esa ilusión, ese arrojo y esas ganas de transformar y ese idealismo. Muchas veces se utiliza la palabra idealismo, pero de forma peyorativa. Este es un idealista. Pero yo estoy convencido de que la ideología es la que nos asienta en tierra y la que hace que nuestras raíces se agarren y broten las cosas. Yo creo que sí, estaría orgulloso. El retrato de Salvochea todavía preside el despacho de la Alcaldía y me recuerda todos los días quién soy y de dónde vengo y por qué estoy aquí. Es un ejemplo claro. Con el tema de los desahucios seguimos. Lo hacemos de forma un poco más organizada, no de forma tan repentina, como no tener ningún elemento, ninguna herramienta con la que poder pararlo más que tu propio cuerpo como en aquel momento. Hoy tenemos una oficina en el Ayuntamiento de Cádiz que ha frenado más de 500 desahucios en la ciudad. La base sigue siendo la misma.

¿La vida como alcalde le ha domesticado en las formas y en el fondo o en el fondo es usted el mismo?

Yo no sé si era una cuestión de domesticación o de formalidad. Hay eventos en los que evidentemente uno se tiene que poner una corbata. En la boda de tu prima o de tu primo te tienes que poner una corbata obligatoriamente, y si hay un acto institucional, pues evidentemente también. Y el coche oficial. Bueno, yo me muevo más con taxi o en transporte público. Pero, vamos, si estamos trabajando y tienes que llegar a un sitio muy rápido, pues evidentemente coges el coche oficial como se ha utilizado el coche oficial en el Ayuntamiento de Cádiz desde que yo presido para muchas otras cosas, entre ellas para llevar personas sin hogar al Club Náutico Elcano, donde los albergamos durante los momentos más duros de la pandemia.

O sea, el tema del uso del coche oficial ha cambiado mucho en estos años y se ha diversificado. En el fondo, soy el mismo, más sabio, más listo. He aprendido mucho de haber pasado ocho años por la Alcaldía del Ayuntamiento de Cádiz. Creo que la alcaldía de cualquier Ayuntamiento es una escuela enorme. Yo que sé, como si hiciera tres carreras a la vez. Aprendes un montón, cómo funciona en el interior, por dentro, una administración, una institución como el Ayuntamiento de Cádiz. Eso te da una perspectiva muy amplia de las cosas y de los problemas. De la situación y de las soluciones.

¿Ha descubierto en ese tiempo cuánto manda de verdad un alcalde? Preguntado de otra manera, ¿puede un Ayuntamiento realmente cambiar la vida de sus vecinos o las estructuras económicas son más poderosas?

Esa es una buenísima pregunta. Un alcalde, un ayuntamiento, no puede cambiar la vida de sus vecinos como le gustaría porque evidentemente operan otras variables en la vida real que se lo impiden. Lo que sí se puede hacer desde un ayuntamiento es ensanchar los márgenes de actuación. Es decir, lo que nosotros pensábamos que podía hacer un ayuntamiento es menos de lo que un ayuntamiento puede hacer en realidad. Lo que es posible es ensanchar los márgenes.

Nosotros lo hemos hecho, por ejemplo, con la cobertura energética anual para el pago de la luz de los vecinos y vecinas que no pueden pagar la factura; con el suministro mínimo vital para el agua. Eso era como: eso no se puede hacer, es imposible hacerlo. Pero sí se podía hacer. Entonces, aunque no se puedan cambiar radicalmente las condiciones objetivas y subjetivas de la gente, de tus vecinos y vecinas, porque están los bancos, porque está la empresa, porque hay otras administraciones, porque está la Unión Europea, el FMI... yo creo que es posible llega más allá. Y esa era una de las de las expectativas, de los desafíos que nos marcamos en el 2015 y yo creo que lo estamos cumpliendo.

¿Qué necesita Cádiz, la bahía, para cambiar esa dinámica de la que hablan las cifras de paro, alcalde?

Primero necesitamos precisamente eso. Pensar en clave de Bahía de Cádiz. Históricamente, aunque tenemos algunos mecanismos y entes como la Mancomunidad de Municipios de la Bahía, creo que no pensamos en esta clave. Cada uno va a lo suyo y creo que nos iría muy bien pensando como una aglomeración urbana de 300.000 habitantes, que es lo que somos en realidad, porque las conexiones son no son legales, pero sí son reales. La gente vive aquí, trabaja dos municipios más para allá y viceversa. Entonces lo primero es pensar en clave Bahía.

Segundo: cambiar el modelo productivo de la Bahía de Cádiz. Las empresas que son tractoras económicas de la ciudad, como puede ser el Astillero Navantia (no es una decisión que se tome aquí), deberían de pensar un poco en una clave un poco más actual de la situación. Es necesario un cambio de modelo productivo que se oriente más hacia las energías renovables. Ese paso todavía no está dado. Es necesario también que los sectores que no son tradicionalmente tractores, pero que sí son muy importantes en la economía de la ciudad, como por ejemplo el turismo y la hostelería en general, dialoguen más con esas políticas que hablan de un turismo sostenible, de un turismo que conviva con la ciudadanía, de un turismo que no expulse a la ciudadanía. Se hace necesaria esa regulación del turismo y que este no se transforme en una actividad depredadora de las economías locales, que es lo que estamos viendo en otros municipios a los que no nos queremos parecer en nada.

El tema que desde fuera ha parecido que le ha creado más quebraderos de cabeza, al menos en términos de contradicción entre ideas y praxis, ha sido tal vez el de los astilleros y los buques de guerra. ¿Es así? ¿Ha sido el tema más complejo en ese sentido que ha afrontado?

Ha sido uno de ellos. Estar en política activa en el gobierno es asumir contradicciones y ha sido una contradicción dura, pero lo decía entonces y lo sigo pensando ahora. A los trabajadores y trabajadoras de la Bahía de Cádiz no se les puede descargar en las espaldas del peso de la geopolítica internacional. Es Navantia quien tiene que tomar la decisión de qué contratos se cogen y qué contratos no se cogen. Y cuando haya una carga sostenible y sostenida en el tiempo para la Bahía de Cádiz quizá sí pudiésemos aspirar a coger cargas de trabajo que no atentasen contra los derechos humanos. Lo que pasa es que cuando tú no tienes para llenar la nevera evidentemente tienes que coger lo que haya. Eso es así. Eso hacen ellos y lo haría yo también.

¿Por qué a la izquierda le cuesta mantenerse unida, cuando las diferencias ideológicas son escasas? ¿Las estrategias son las que dividen?

Los egos, son los egos. Para mí son los egos. No, no hay una cuestión estratégica contraria. Yo creo que hay una similitud ideológica y estratégica y programática, ¿de cuánto? ¿del 99%? ¿del 95%? Es una cuestión de ego y es una cuestión de lealtad. Gente que se aferra al sillón hay tanto de derechas como de izquierdas. Normalmente pensamos que quien se aferra al sillón, que quien le coge el gusto a esto de las caobas y de los terciopelos que tenemos por aquí, es la gente de derechas, y no, la gente de izquierdas también, claro que sí. Y cuando tú unes los egos a la querencia, al querer mantener los privilegios y un determinado estatus económico, se acabó la revolución. Ahí no hay una revolución ni cambio de las condiciones de vida de la gente posible. Eso está claro. Son mentiras. Se convierte en un pufo.

¿Qué me dice de David de la Cruz, candidato de Adelante a la Alcaldía?

Es para comérselo. Creo que va a ser un gran alcalde de Cádiz. Hemos aprendido juntos durante estos años desde el 2015. Ha sido mi jefe de discursos durante estos años, mi compañero. Ya te digo, hemos aprendido juntos. Tiene determinadas cosas que yo no tengo, entre ellas la juventud, la fuerza. No es que yo sea un pureta tampoco, pero entiendo que en este momento, cuando ya se ha cambiado la dinámica, la trayectoria, las revoluciones de la ciudad, el número de revoluciones al que se mueve la ciudad, necesitamos una persona con unos determinados valores. He sido el que ha generado la ruptura, el que ha generado el cambio y David es el que va a ir flechado.

¿Cree que debe cerrar acuerdos con otras fuerzas o ir en solitario? ¿Lo han hablado?

Claro, claro que lo hemos hablado. Yo creo que en esta ciudad hemos demostrado que es posible llegar a un entendimiento cuando se ponen por encima los intereses de todos los que están ahí fuera: los ciudadanos y las ciudadanas. Nosotros tenemos la suerte de haber generado un cogobierno con otras fuerzas políticas de izquierda en la ciudad que debemos de seguir manteniendo. Es necesario que la ciudadanía nos vea y nos sienta como un bloque unido. Que sienta que los ponemos por delante y que nos dejamos de nuestras tonterías, de nuestras discusiones y de nuestras incompatibilidades y los ponemos a ellos y a ellas por delante. Eso es una imagen fundamental, porque si no lo que se alienta es el desánimo, lo que se alienta es la desilusión, la desesperanza. Y cuando la gente ya no tiene esperanza, ni tiene ilusión, se abandona y abraza causas peligrosas. Hay gente que te vende el chocolate del loro, como está haciendo la ultraderecha, como está haciendo Vox.

Aquí tiene concejales de diferentes partidos y no ha emergido un ruido excesivo a pesar de las tensiones. ¿Cómo lo han hecho?

Gobernamos con gente de Adelante Cádiz, de Adelante Andalucía, que son los míos, tenemos gente de Izquierda Unida, tenemos gente de Ganar Cádiz En Común. Tenemos las discusiones que tienen todos los cogobiernos del mundo entero. Esto no es un valle feliz. También nos mosqueamos y nos peleamos entre nosotros. También discuto con mi madre a veces y con mi hermana y con mi compañera, pero siempre sabemos solucionar. Tenemos muy claro por qué estamos aquí y para quién estamos aquí. Eso, aunque a veces discutamos, es verdad. Los desencuentros no son desencuentros ideológicos, que sería lo más grave, que tuviésemos soluciones diferentes para problemas comunes. Pero en los métodos, en la forma, en los procesos es donde están los desencuentros y eso, afortunadamente, hasta ahora lo hemos sabido solucionar siempre. Cruzo los dedos para que siga así.

Ha hablado antes de la ultraderecha, de Vox. ¿Cómo se ve desde Cádiz el ruido que se genera desde Madrid, probablemente más ensordecedor a cada momento?

Sí, es verdad. Es un proceso in crescendo en el Congreso de los Diputados. Yo lo veo con absoluta vergüenza, vamos. Me da una vergüenza terrible. Primero, porque si se permite que a una ministra se le digan determinadas cosas, imagínate... Si se consiente que los diputados de Vox le digan determinadas cosas a la ministra de Igualdad, imagínate que es lo que tiene que estar pasando a las puertas de la casa para dentro de la víctimas de violencia de género. O sea, imagínate el drama real que ocurre de las puertas para dentro de las casas de la gente. En segundo lugar, hay un tremendo error de ejemplo. Lo que se está consiguiendo es que se incremente el ya de por sí grande grado de desafección política. Cuando la política es la solución pacífica al problema colectivo, a problemas comunes, y una ciudadana de una ciudad de una piel enciende el telediario y ve la que se está liando allí, de ahí a la jungla... Cada vez parecemos más cerca de una sociedad no civilizada, pero claro, ¿cómo combates también el discurso de la ultraderecha? Porque es un discurso violento. ¿Cómo combates el discurso violento?

Es una buena pregunta.

Es difícil y yo no tengo respuesta para esa pregunta. Podría ser sí, con democracia, con coherencia, con contenido, pero la agresividad real del conflicto y de la vehemencia, de lo airado de los discursos en un pleno, ¿cómo se combate? Si no hay unas reglas establecidas y un respeto escrupuloso al mantenimiento de determinados usos y costumbres. Yo que sé. Hay normas que no se deben de incumplir.

En un pleno suyo, ¿lo cortaría?

Nosotros en el primer mandato tuvimos con el Partido Popular serios encontronazos hasta el punto de tener que interrumpir el Pleno en alguna ocasión de la que se había armado. Porque claro, lo que pasa es que esta gente del Partido Popular no se había enterado de que había perdido el gobierno y se creía que seguían gobernando ellos. Entonces, claro, esa actitud altiva, déspota, casi tiránica de la que habían hecho gala en 20 años de gobierno con mayorías absolutas de rodillo, pretendían seguir manteniéndola, estando en la oposición. Entonces se generaban unos pifostios del carajo. Y eso es lo que se está viendo actualmente en el Congreso. Una ultraderecha venida arriba, una derecha, que cree que está todavía en la época de Aznar, en la época de Rajoy, que no se ha enterado que no gobierna este país y que tiene mucho trapos sucios que esconder, ahora con el Consejo General del Poder Judicial. En fin, nerviosa y que está dando un espectáculo lamentable.

¿Tiene alguna reflexión sobre el uso de las palabras que se hace muchas veces en política? ¿Hay una cierta banalización de lo que realmente significan algunas palabras o cree que son precisas?

Bueno, yo creo que hay poca capacitación y hay poca atención a la oratoria en general. Nosotros aquí tenemos en Cádiz a don Emilio Castelar, que era un orador increíble, ejemplar, que le dio mucho lustre al discurso político y creo que sí, que en estos tiempos o no interesa o la gente es que no lee lo suficiente y utiliza palabras mal encajadas en determinados contextos, que no pegan, ni llegan.

Diga alguna obra que haya podido completar, otra que haya iniciado, pero no esté completa y otra que se le haya quedado en el tintero.

En el corto plazo, una sin duda es el suministro mínimo vital y la cobertura energética anual. La luz y el agua no se le corta a nadie en la ciudad independientemente de su situación económica. Otro que hemos completado ya es el carril bici, que cambia el paradigma de movilidad en la ciudad y hace también una reflexión colectiva sobre el uso del transporte privado y de su impacto en el ecosistema urbano de la ciudad, en el medio ambiente.
En el medio plazo, para mí uno muy importante, al que le tengo mucho cariño, es el Museo del Carnaval. El carnaval es un lenguaje natural de aquí de Cádiz. Es cultura con mayúsculas, va a ser Patrimonio Inmaterial de la Humanidad declarado por la Unesco, hemos presentado la candidatura. Y debía de tener un museo, darle el sitio a lo que se corresponde a esa expresión cultural popular tan nuestra y tan de todo el mundo a la vez.

Y cosas que se me van a quedar por hacer, pero que se van a completar, que están en tránsito... Una de ellas, por ejemplo, es la integración puerto-ciudad. Me parece fundamental el encaje definitivo entre el puerto y la ciudad de Cádiz. Me parece algo fundamental. Es la máxima expansión urbanística que va a tener la ciudad en los próximos 100 años. Eso sí que va a ser a futuro. Estamos trabajando en ello, pero no son los tiempos ni los ciclos electorales los que mueven ese proyecto. Uno que yo no veré como alcalde es la puesta en marcha de un espacio muy interesante que tenemos en la ciudad de Cádiz, hasta ahora un no lugar en la ciudad: los depósitos de tabaco, un espacio de 60.000 hectáreas en la ciudad, que se va a transformar en un dinamizador económico. Es la zona donde va a ir, por ejemplo, la próxima Ciudad de la Justicia, otro de los proyectos que ya no veré como alcalde, pero que alumbramos durante estos mandatos. Y por supuesto Valcárcel. Una de nuestras joyas urbanísticas. En un marco incomparable, en primera línea de playa, enfrente justo de la playa de la Caleta, que va a albergar la futura Facultad de Ciencias de la Educación. Es un edificio que llevaba abandonado quince años. Hemos conseguido torcer el brazo a las administraciones y finalmente conseguir el proyecto y la financiación necesaria.

Hasta mayo, la alcaldía. ¿Y después?

Mi instituto está en Puerto Real. Es un municipio de aquí al lado. Después seguiré haciendo política porque no sé vivir de otra manera, pero desde otro lado, desde otro prisma. Profesionalmente, dedicándome a mis alumnos y a mis alumnas, a mis clases de Geografía e Historia. Me estimula mucho. La verdad es que yo me siento muy cómodo. Llevo trabajando con chavales desde que tenía 15 años. Empecé en la parroquia de mi barrio. Es un ambiente en el que me sé mover. Por lo menos sabía. No sé ahora cuando llegue. Pero bueno, se conecta bien con los chavales. Me gusta mucho enseñar.

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