Este artículo se publicó hace 2 años.
Pablo Motos
Pablo Iglesias
Madrid-
Escribía este martes en CTXT que Pablo Motos es un actor ideológico mucho más relevante que figuras como Ana Rosa, Susana Griso, Carlos Herrera, y no digamos que Ferreras. Pablo Motos juega en otra liga porque encarna un modelo de masculinidad: el de esos millones de cuñados empequeñecidos y ofendidos por el feminismo.
Incluso la modesta estatura de Motos es un símbolo y una referencia para los hombres que se ven o se sienten pequeños y amenazados por las mujeres. Para esos hombres pequeños, Motos encarna el éxito ¿Qué significa el éxito para esos tipos? Básicamente pasta y pibones.
Motos sabe mucho de comunicación, pero quizá, como a cualquier hombre orgulloso de sí mismo, el amor propio le jugó una mala pasada el otro día. Cuando se grabó un vídeo a cámara dándose por aludido por el vídeo de la campaña del Ministerio de Igualdad, Pablo Motos se suicidó, metafóricamente hablando.
Su soberbia no solamente hizo que el vídeo de la campaña "¿Entonces quién?" del Ministerio de Igualdad lleve ya millones de reproducciones, sino que provocó un movimiento de respuesta en las redes sociales en el que millares de tuiteros ganaron la batalla de la censura a Atresmedia, vitalizando momentos machistas infames de Pablo Motos en El Hormiguero.
Motos ya ha pasado a la historia como representante cultural del machismo en España. Su soberbia al sumarse de manera tan torpe a la cacería contra Irene Montero le ha presentado como lo que es: un machista incapaz de rectificar y disculparse.
Todos, o yo por lo menos, hemos sido pequeños y machistas como Pablo Matos algunas veces. No hay por qué negarlo, llevamos el machismo tatuado en las entrañas, entre otras cosas por la educación audiovisual que hemos recibido. Pero de lo que se trata no es de reivindicarlo, sino de reconocer que si algo puede hacernos mejores a los hombres, es el feminismo.
Hoy en La Base hablamos de machismo audiovisual, de Pablo Motos y de El Hormiguero.
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