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Rivera, el camaleón que sueña con permanecer en primera división

Libertas, UPyD y otras amistades peligrosas

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Albert Rivera. Ilustración de Fran Marcos.

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MADRID.- A Albert Rivera (Barcelona, 1979) le ha costado diez años llegar a ocupar un escaño en el Congreso. Diez años de batallas internas en Ciudadanos, pactos fallidos con otras formaciones, un número incontable de citas en las urnas y hasta un cambio de imagen que incluye un (misterioso) crecimiento de pelo.

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Si algo no ha cambiado en sus 10 años en política es su capacidad camaleónica para girar a izquierda o derecha, según convenga

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Esa estrategia no le dio grandes resultados hasta hace un par de años pero, en vista de sus últimos éxitos, ha decidido seguir mudando de piel para mantenerse, al menos, en el cuarto puesto del pódium político que alcanzó -por fin- el pasado 20 de diciembre, cuando consiguió 40 diputados en el Congreso.

Pero las dicotomías no son propias sólo de la vida política de Rivera, sino que forman parte de su ser. De padre catalán y madre andaluza, Rivera es un "liberal de centroizquierda";un 'pijo' sin corbata; tímido, pero ególatra; soñador aunque rechaza la 'ciencia-ficción'; un antitaurino que en su día salió a hombros de la plaza de la Monumental de Barcelona. Sólo hay una característica contundente en él que le define en cada discurso: su antiindependentismo.

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Rivera fue elegido presidente de Ciudadanos por llamarse Albert: fue el orden alfabético del nombre de pila y no del apellido el criterio

Esa es, precisamente, la cualidad principal por la que surgió Ciudadanos, la única en la que estaban de acuerdo los 15 intelectuales que 'parieron' el partido en 2005 y que procedían de ambos bandos del bipartidismo. En función de la documentación que se maneje, C's habría nacido como descontento con un PSC que se había echado en manos del independentismo de ERC o bien, como reacción a un PP que hablaba catalán en la intimidad con CiU. 

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Antes de C's, tonteó con las Nuevas Generaciones del PP pero no llegó a militar

Había llegado al partido de la mano de uno de sus profesores de Derecho, Francesc de Carreras, tras haber tonteado con las Nuevas Generaciones del PP, de las que fue simpatizante, es decir, un afiliado que no pagaba cuotas (no era militante) a quien le llegaba información del partido pero no tenía ningún poder de decisión en el mismo. Quienes le conocen le describen en aquella época como un muchacho con mucha voluntad, aunque sin el menor conocimiento serio de la política. 

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En 2008, cuando puso a España en un quirófano para salvarla del independentismo y la corrupción, pinchó estrepitosamente en su primer intento en unas elecciones generales. Ostentaba el título de "candidato más joven de la democracia", pero nadie le conocía todavía. Poco a poco se deshizo de aquellos que intentaban manipularle en el seno del partido, se rodeó de sus amigos de confianza en la cúpula e inició su camino de verdad. En las catalanas de 2010 consiguió tres escaños que en 2012 se convirtieron en 9 y en 2015, en 25. 

Libertas, UPyD y otras amistades peligrosas

Pero es oro todo lo que reluce. En ese trayecto Rivera obtuvo lo mejor y lo peor de su vida. ¿Lo mejor? Su hija Daniela, que hoy tiene cinco años. ¿Lo peor? Su pacto con los ultraderechistas de Libertas para las europeas de 2009. El partido estaba falto de financiación y el presidente de los naranjas decidió echarse en manos del millonario irlandés Declan Ganley, antieuropeísta, antiabortista y, además, contratista militar del Gobierno de EEUU. La caída fue estrepitosa: un 0,14% de los votos, infinitas bajas en el partido y la propia crisis de Rivera, que, reconocido el error, se replanteó incluso su carrera política. 

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Rosa Díez (UPyD) y Albert Rivera (Ciudadanos), juntos, en una imagen de archivo. EFE

La ruleta había girado ya: aunque Ciudadanos había quedado por detrás en las europeas de 2014 (consiguió dos escaños frente a los cuatro de UPyD), el "espíritu del teatro Goya" -el teatro de Madrid donde el Movimiento Ciudadano comenzó, en 2013, la expansión del partido fuera de las fronteras de Catalunya- ya estaba extendiéndose y Rivera, ya conocido, se había colado ya en la lista de candidatos mejor valorados. En las elecciones andaluzas comenzó la debacle de Díez en favor de Rivera, continuó en las autonómicas y municipales y remató en las generales: Ciudadanos 40-UPyD 0.

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Ahora C's vuela solo. Rivera, apasionado de las motos, sigue su carrera en solitario aunque acompañado de su equipo, que algo aprendió también del waterpolo. Eso sí, el que se mueva no sale en la foto, advierten en Ciudadanos, aficionados como son a expulsar a todo aquel que se sale de los Estatutos y directrices de la todopoderosa cúpula de la formación. Su fugaz crecimiento por España tuvo sus consecuencias: incontables garbanzos negros que incluso han hecho revivir viejas polémicas en las que Rivera se ha visto envuelto como su (falso) pasado falangista que él desmiente cada vez que tiene ocasión.  

Pero por mucho apoyo (moral o mayor) que tenga de las grandes empresas, Rivera no tiene opciones de ganar. Aunque le guste "vivir soñando, soñar despierto", como él mismo admite en su perfil de LinkedIn, y uno de sus lemas sea la frase de Paulo Coelho "imposible es solo una opinión" (también le gustan Víctor Hugo, Martin Luther King o Kennedy como referentes), el candidato naranja ha puesto los pies en la tierra. El 20-D soñó con 100 diputados y se quedó en 40. Ahora se conforma con aspirar a ser bisagra de PP, de PSOE, o de ambos en un Gobierno de gran coalición. 

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En Rivera nada, a excepción de su antiindependentismo, es blanco o negro. ¿El café? Lo pide con leche templada. Ni frío ni calor.

Para arraigarse ese puesto, ha mutado la piel otra vez y ha cambiado su estrategia de campaña. De vender "propuestas para un proyecto común para España" (algunas de ellas especialmente polémicas como la equiparación de penas de violencia de género y doméstica, sanidad universal para todos pero no para los inmigrantes, o apertura de fosas, sí; cambio de callejeros, no en tema de Memoria Histórica), ha bajado al barro, al ataque. Al ataque contra Podemos -su antaño rival entre el sector de la 'nueva política' regeneradora-, contra PP -no apoyará nunca a Rajoy, promete-, y hasta contra el PSOE -no deja de advertir a Pedro Sánchez que no puede dar por hecho la reedición de su pacto de investidura-. 

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