Uno de los mayores revulsivos electorales de Vox ha sido siempre el agitamiento del conflicto independentista en Catalunya. A su calor la extrema derecha se siente cómoda, hasta el punto en que Santiago Abascal prometió en la campaña para las generales un 155 de larga duración —"Es absolutamente necesario que haya una intervención sostenida", dijo— y auguró que de formarse un Gobierno de PP y Vox volvería la tensión. 

La tensión ha vuelto, pero ni en el escenario ni de la forma que pronosticó Abascal. El PP ha emprendido, liderado por el tándem Aznar-Ayuso, una ofensiva contra la posible ley de amnistía en la que el tono contra la negociación del Gobierno en funciones con Junts aumenta día a día. Un discurso duro en el que, esta vez y al revés de dinámicas pasadas, Vox ha cedido la iniciativa al PP. 

Abascal comprometió el apoyo de Vox a la investidura de Feijóo hace diez días, cuando la amnistía todavía no copaba el debate político. La extrema derecha se colocó detrás del presiente del PP para facilitarle el camino a la investidura fallida, pero el tablero viró el mismo día de la reunión entre Feijóo y Abascal, dejando atrás la investidura del presiente del PP para centrarse en las negociaciones para un nuevo posible Gobierno de Pedro Sánchez. Y la formación ultra debe decidir si sigue también ahora un Feijóo que hace de nuevo oposición. 

"En cuanto a la pretensión del PP, sobre la que ellos mismos tienen un poco de lío, no sabemos nada, si somos invitados o es un acto de partido", respondió Abascal este jueves a preguntas sobre su asistencia al acto que ha convocado el PP el próximo 24 de septiembre en Madrid. 

¿Vox en un acto de partido del PP?

Lo cierto es que la secretaria general del PP, Cuca Gamarra, dijo en un primer momento que sería un acto de protesta contra la amnistía —solo un día después de que el expresidente José María Aznar presionase a Feijóo para movilizaciones ciudadanas—, pero Génova ha ido matizando el concepto hasta convertirlo en un "acto en el marco de la investidura" de Feijóo. No quieren (por ahora) liderar la convocatoria de una manifestación porque supondría asumir por completo el fracaso de su investidura.

Aún así, desde el miércoles, la pregunta ya era si Vox iba a hacer frente común ese día con el PP, con quien hace solo una semana celebraban el inicio de "una nueva etapa de colaboración". Tras la insistencia de los populares de enmarcarlo en un acto del partido dentro de la agenda de Feijóo para la investidura, la formación ultra no está dispuesta a diluirse en él. 

Sí estarán el próximo 8 de octubre en Barcelona en la manifestación convocada por Societat Civil Catalana, para la que reservan toda su ofensiva. Génova se resiste a confirmar la presencia de Feijóo o de algún miembro de la dirección.

Amenaza a María Guardiola

Así, con el PP en el centro de la tensión política, Vox ha roto, aunque sin grandes aspavientos, la sintonía que se impuso tras la bronca por la Mesa del Congreso. Además de las declaraciones de Abascal en las que criticó la "desorientación" de su socio, su nueva portavoz en el Congreso, Pepa Millán, intervino este jueves con una lista de reproches.

"No cabe llamar a la movilización y al mismo tiempo financiar su plan de destrucción nacional", sentenció en relación a la asignación presupuestaria que le corresponde a los grupos parlamentarios después de que el PP diese vía libre en el Senado a los grupos del PNV, Sumar y Junts. 

La lista era más larga e incluía una amenaza a la presidenta extremeña María Guardiola, que, gobernando con Vox en la Junta de Extremadura, defendió que su relación con el partido ultra era "prácticamente nula o inexistente". "Tendrá que rectificar. De lo contrario, va a tener un Gobierno débil o puede que directamente no tenga Gobierno", zanjó Millán para demostrar el poder que la extrema derecha tiene sobre los populares.