AQUELLOS AGOSTOSRodrigo Cuevas y el agosto que se va: "Me conmueve el último episodio de 'Verano azul', cuando Pancho se queda solo"
Se acerca el final del verano, pero la vida del 'transformista supremacista asturiano' que ha llevado el folklore de su tierra por medio mundo no cambia demasiado.

Madrid-
La inconfundible voz de Rodrigo Cuevas se enternece cuando repasa uno de los momentos que asocia al fin del estío. "Siempre me conmovía mucho el último episodio de Verano azul, en el que se van todos y se queda Pancho solo". El cantante, cabaretero y agitador cultural empatiza con ese personaje, "aparte de porque era guapísimo y quería que fuera mi novio, por ese momento en que empieza a sonar 'el finaaal del veranooo' y allí se queda él, frente a la tumba de Chanquete".
La voz de Veleno seguramente hubiera preferido ser el niño que se quedaba en el pueblo y no uno de los que se tenían que volver a la ciudad. En su caso, el primero es Rodiezmo de la Tercia –constan 124 habitantes–, y la segunda Oviedo. Para el joven Cuevas, el pueblo de su abuela materna, donde pasaba el verano entero, el resto de las vacaciones y muchos fines de semana era su hogar de verdad: "Quería vivir allí, volver a Oviedo me costaba, yo solo quería estar en Rodiezmo, era mi vida. Cuando tuve potestad para decidir sobre ella, me fui de la ciudad".
Las largas semanas de calor le regalaron al artista estampas parecidas a las de la icónica serie de Antonio Mercero. "Íbamos mucho en bicicleta. La puerta del bar del pueblo era todo un aparcamiento de bicicletas, nunca he vuelto a ver la imagen de tantas juntas". Días y días de aventuras en los que la única obligación era presentarse en casa para las comidas y una hora de práctica de piano cada jornada: "La libertad del resto del día me la ganaba con esa hora".
El entorno era inmejorable para jugar al verano perfecto. "Rodiezmo está en medio de la montaña leonesa, dentro un valle de origen glaciar, muy grande y muy llano, así que tiene unas camperas tremendas. Es un paraíso". Los escasos vecinos también hacían su parte. "Pasaba mucho tiempo con gente mayor, me encantaba ir con las viejas del pueblo". De ellas quizás escuchó algunas de las canciones tradicionales que han alimentado su proyecto musical, aunque "en esos años no había mucho orgullo hacia el folklore, no se veía como algo que reivindicar ni que preservar más allá de celebrarse popularmente, como se ha hecho siempre".
Reclamado en medio mundo (desde centros artísticos de vanguardia a fiestas mayores) y siempre en el centro de la diana correcta –el medio ultraconservador Libertad Digital le llamó 'transformista supremacista asturiano'–, el mayor éxito de Rodrigo Cuevas es haber llevado ese apego por lo rural a su vida diaria. Por eso sus veranos no son tan distintos del resto del año. "¿Tranquilidad? ¡Ojalá! Tranquilidad es cuando vas a la ciudad, que no hay nada que hacer, pones el lavavajillas y ya está".
En el pueblo, explica, "hay ruido por todas partes, que luego la gente viene de vacaciones y se queja porque canta el gallo. Pues chico, quédate en tu casa, que aquí hay el ruido propio de estar vivas: tenemos que desbrozar, tenemos nuestras gallinas, las vacas, tenemos la maquinaria que nos soluciona la vida…". Que nadie se vaya al campo con el calendario en la mano. "En la ciudad si tienes una reunión tienes una reunión, no hay más que hablar. Aquí uno se plantea trabajar por la mañana, pero se te salen las burras, o viene el que les hace los cascos y hay que atenderle. O pasa alguien conocido y te vas a bañarte al río, que no todo va a ser trabajar".
Y es que, para quienes tienen su residencia fijada en esos lugares pretendidamente tranquilos, el verano es época de visitas constantes. "Siempre viene alguien, porque a la gente de la ciudad no sé qué le pasa que en cuanto tienen un poco de tiempo libre se van de su vida. Les encanta la ciudad, pero en cuanto tienen unos días libres, se piran. No sé si será verdad que les gusta tanto".
Si visitáramos a Cuevas uno de estos últimos días del verano, lo encontraríamos por la mañana recogiendo higos. "Ahora tengo un montón, y los que se caen al suelo se los echo a las gallinas para que no se los coman las velutinas, que tenemos una invasión. Parece esto un aeropuerto". Más tarde, le acompañaríamos al estudio, donde está trabajando en su nuevo disco. "Hago mis ejercicios de voz, muevo el cuerpo, hago un poco de yoga, y luego ya me pongo con las canciones. Aunque muchas veces luego viene un vecino porque se le ha acabado el agua, o porque hay que ir a hacer no sé qué, siempre hay tareínas. En medio de esas tareas voy componiendo".
Una actividad constante, también en los lugares pequeños, que contrasta con el verano reciente más marcado en su memoria. "Recuerdo mucho el segundo verano de pandemia, el de 2021. Fue como volver a los orígenes, como cuando era niño, porque como había mucho confinamiento perimetral y no se podía salir de los concellos, todo el mundo se quedó aquí". Al asturiano le encantó que "no se fuera uno al BBK Live y el otro a no sé dónde. Como en los veranos de antes, la gente no hacía planes a más de unos pocos kilómetros. Pero no sirvió para nada; el año siguiente cada uno para un sitio".
Además de organizar las fiestas de su pueblo, revitalizar el espacio cultural La benéfica, armar Una Señora Fiesta –festival artístico en el entorno rural que desarrolla entre Piloña y Vegarrionda– y las tareínas que se acumulan del día, este verano ha servido al cantante para descubrir que la cocina le gusta más de lo que pensaba –"le hemos dado a los siropes, hacemos de lavanda, de limón, y preparamos unos refrescos maravillosos"–, todo ello mientras prepara su nueva música.
¿Aspira a firmar la canción del verano del próximo año? "Dicen que ya no hay canción del verano. Era chulo compartir algo de esa manera, pero había algunos años que veías venir una que no te gustaba y decías: nooo". En cualquier caso, le preguntamos por su favorita, para despedirnos de este agosto con el empalagoso y siempre estival sabor de la nostalgia. "Defiendo mucho Deja que mueva, mueva, mueva, de Sonia y Selena, que quedó eclipsada por Yo quiero bailar, que me gusta menos". Y así finiquitamos este verano, con una mano en la cintura de Rodrigo Cuevas.
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