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La Cumbre del Clima arranca empañada por las heridas de la pandemia, la guerra y con un nuevo orden mundial

La COP27 de Egipto será clave para garantizar que los países del sur global, los más expuestos a la crisis climática, consiguen financiación para adaptar sus economías a un contexto cada vez más marcado por sequías, inundaciones y olas de calor extremo.

Cartel de la Cumbre del Clima de Egipto en la ciudad de Sharm el-Sheikh.
Cartel de la Cumbre del Clima de Egipto en la ciudad de Sharm el-Sheikh. Sayed Sheasha / REUTERS

Esta no es una Cumbre del Clima (COP27) cualquiera. Desde que la ONU empezó a celebrar este tipo de encuentros multilaterales a finales de los años 90 del siglo XX, pocas veces se había visto un escenario marcado tan de lleno por la inestabilidad. Inestabilidad derivada de múltiples factores, como las heridas de una pandemia que persiste en buena parte del planeta o por los daños económicos y humanitarios desencadenados por la guerra en Ucrania, de la que ha brotado un posible cambio en el tablero global. En este escenario, surgen dudas sobre si las delegaciones lograrán sacar adelante los debates climáticos –de por sí marcados por la polarización– y conseguir acuerdos de consensos para frenar el calentamiento acelerado de la tierra

La primera duda en esta cumbre egipcia es el papel que puede desempeñar Rusia. Está por ver si el nuevo contexto mundial le otorgará un papel relevante a la hora de bloquear acuerdos o apoyar intereses y cuestiones que perjudiquen a sus adversarios diplomáticos, EEUU y Europa.

"No se espera que tenga una postura muy importante. El capital político ruso va a estar en otro lado y no se espera que tenga una posición muy bloqueadora en esta cumbre, como por ejemplo se vio en el pasado, cuando no apoyaron las conclusiones científicas del IPCC", explica a Público Lara Lázaro, investigadora principal en Clima del Real Instituto Elcano, que aunque indica que no es posible adivinar cómo va a llegar Moscú a esta cumbre, sí considera que lo habitual es que continúen con el "perfil bajo" de los últimos años

Esta COP27 tiene un elemento importante en la agenda: acuerdos para paliar la desigualdad a la hora de luchar contra la crisis climática. Los países deben abordar, por enésima vez, un acuerdo para que los países desarrollados, aquellos que más han contribuido al calentamiento del planeta con sus emisiones, aporten fondos para que los Estados del sur global y en desarrollo puedan adaptarse a la nueva coyuntura y sufragar daños generados por inundaciones, olas de calor o sequías extremas vinculadas al cambio climático.

Este fue un elemento de fricción en la anterior COP de Glasgow, donde se evidenciaron las diferencias entre el bloque EEUU-Europa y el bloque de los países africanos, los pequeños Estados insulares y algunas de las naciones de América Latina. En ese sentido, muchos Gobiernos de esta suerte de entente de países vulnerables al cambio climático son aliados diplomáticos de Rusia o China, por lo que también se puede esperar que los bloqueos de Moscú se evidencien de una forma más sutil, apoyando los intereses de algunos de estos países a la hora de reclamar más fondos para adaptación y para sufragar pérdidas y daños. 

Las otras crisis sin resolver en una COP contra la desigualdad

"Esta COP no es difícil sólo por la guerra. Es que se trata de una cumbre complicada porque viene después de encadenar varias crisis que no se han resuelto. Hay que recordar que venimos de la pandemia, que aunque Europa ya parezca ver el final, la mayor parte de los países siguen. Se están concatenando una crisis tras otra, la pandemia, con los problemas energéticos, con la guerra y la inflación y con la inseguridad alimentaria en parte del mundo", describe Lázaro.

"Europa ha conseguido mutualizar su deuda, pero no todos los países del mundo han tenido la capacidad de salir de la crisis de la pandemia como nosotros", analiza la experta, que recuerda que la forma de salir de la difícil situación económica derivada de la pandemia en Europa ha estado marcada por la necesidad de avanzar en la descarbonización de la industria. "No todos han conseguido aprovechar la recuperación para destinar el 40% de los fondos a proyectos de transición energética y ecológica", apunta.

Esta situación, la falta de recuperación económica de buena parte del sur global –donde los índices de hambrunas han crecido por primera vez en años y donde la crisis climática ha causado estragos en forma de sequías y falta de recursos agrarios– tiene relevancia por el debate mencionado sobre los fondos para adaptación de los países más vulnerables. Egipto, al asumir la presidencia de la COP27, ya dejó claro que este iba a ser el asunto central de las negociaciones.

En 2009 se arrancó el compromiso de que los países desarrollados aportasen, antes de 2020, una financiación de 100.000 millones de dólares para los países empobrecidos y expuestos al calentamiento del planeta. Esa cifra, en 2020, no se llegó a alcanzar y se quedó en los 82.000 millones de dólares, así que en Glasgow se decidió que en 2025 se aumentase el fondo. Además, los pequeños países insulares lideran el reclamo de un mecanismo que garantice que las naciones ricas también destinan financiación para que el sur global asuma los costes para la reparación, las pérdidas y los daños derivados de la crisis climática. Estos dos puntos serán clave en Egipto, mientras las crisis económicas agravadas por la pandemia y la guerra de Ucrania elevan las desigualdades entre regiones.

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