"Cundió el pánico, las madres buscaban a sus hijos": el terror de la ruta canaria, la más letal del mundo
Un total de 46.843 migrantes llegaron a España por la ruta canaria el año pasado, según datos de Interior. En el mismo periodo, 9.757 personas murieron en el intento de alcanzar las islas.
La inmensidad del Atlántico hace que esta ruta sea una de las más peligrosas del mundo ya que muchas embarcaciones se desvían y quedan perdidas sin llegar nunca a su destino.

Madrid--Actualizado a
Eran las 9.35 horas de este miércoles cuando el silencio del puerto de La Restinga (El Hierro) se quebró con un eco desgarrador: sollozos, gritos, voces desesperadas pidiendo auxilio.
Un cayuco con más de 150 migrantes, cargados de esperanza y temores, volcaba frente a la costa de este municipio canario. El balance es desgarrador: han fallecido cuatro mujeres, tres niñas y un bebé se encuentra desaparecido en el océano Atlántico.
Las cámaras de Televisión Canaria fueron testigo del horror mientras la patera viraba. Lo que parecía otro rescate más -uno de tantos que en los últimos años ha vivido este rincón del archipiélago- se transformó, en cuestión de segundos, en una escena trágica.
Después de una pequeño parón de casi dos semanas sin llegadas de pateras a Canarias, esa calma tensa anticipaba un nuevo repunte, dándose una tragedia más en la ruta migratoria canaria, la más mortífera del mundo en los últimos años.
Un total de 46.843 migrantes llegaron a España por la ruta canaria el año pasado, según datos del Ministerio del Interior. En el mismo periodo, 9.757 personas murieron en el intento, de acuerdo con el recuento de la ONG Caminando Fronteras.
Mauritania es el principal punto de partida hacia las Islas Canarias. La ruta argelina, en el Mediterráneo, es la segunda más mortífera según la asociación Caminando Fronteras, con 517 víctimas. El Estrecho se ha cobrado hasta 110 vidas, y otras 73 se han perdido en la ruta de Alborán.
"Pasamos tanto miedo que mucha gente decidió no seguir"
Leas sufrió la ruta canaria hace cuatro años, cuando huyó de Camerún buscando un futuro próspero en Europa. Hubo dos momentos trágicos en su travesía hasta llegar a las islas. El primero fue cuando, a solo 30 metros de la costa de Marruecos, el cayuco en el que viajaba con más de 50 personas se hundió, causando la muerte de uno de los migrantes. "Cundió el pánico, las madres buscaban a sus hijos. Hay personas que desaparecieron. Pasamos tanto miedo que mucha gente decidió no seguir. Los que nos atrevimos a continuar -24 de los 53 iniciales- estuvimos tres días en alta mar, sin comida y perdiendo poco a poco la esperanza de llegar a tierra firme", relata.
"Estuvimos tres días en alta mar, sin comida y perdiendo poco a poco la esperanza de llegar"
El segundo momento fue durante la travesía. "Teníamos el miedo constante de morir. Mucha gente perdió la razón, la mente te juega malas pasadas. La gente vomitaba, gritaba, algunos querían lanzarse al agua o volver a Marruecos. El miedo nos dividió: unos querían continuar, otros regresar", explica.
Al tercer día la patera logró llegar a Canarias, durante la madrugada del 20 de agosto de 2021. “De noche decidimos apagar el motor y esperar. Pensábamos que si estábamos cerca de tierra, veríamos luces. Tras unas horas, vimos cinco puntos de luz y conseguimos acercarnos a un hotel. Poco después, llegó Salvamento Marítimo a auxiliarnos”, cuenta.
Una historia similar es la de Amara, un maliense de 27 años, que dejó su país para huir de la guerra y el terrorismo. Partió desde Marruecos, donde se subió a una patera con otras 54 personas, entre ellas varios niños. "La gente lloraba, estaban nerviosos, nadie sabía nadar. Tratábamos de sacar el agua con lo que podíamos, porque empezaba a llenarse y casi nos hundimos en varias ocasiones", relata emocionado.
"Cuando ya veíamos la costa de Canarias cerca tuvimos un problema con una cuerda de la patera, que es importante para su estabilidad; todos nos asustamos mucho. Pero por suerte, vino Salvamento y todos llegamos bien a España", celebra. Ahora Amara se siente feliz con su nueva vida en Andalucía, donde ha contado con el apoyo de CEAR.
Perderse en la inmensidad del Atlántico
Helena Maleno, activista y fundadora de Caminando Fronteras, denuncia que se produce una omisión del deber de socorro y que los fallecimientos en el Mediterráneo son "muertes evitables". "No se activan los medios necesarios para proteger el derecho a la vida cuando se trata de personas migrantes. A esto se suma el fomento de la externalización de fronteras, delegando esta responsabilidad en otros países que muchas veces no cuentan con los medios adecuados, lo que vulnera la convención internacional para la protección del derecho a la vida en el mar”, remarca.
Irma Ferrer, abogada de oficio que atiende a migrantes recién llegados a Canarias, relata cómo ha visto morir a personas tras ser rescatadas en la playa. “Muchos no solo no saben nadar, es que vienen exhaustos. Tan agotados que se ahogan en la orilla. Podrían hacer pie, pero no tienen fuerza para mantenerse a flote”.
La inmensidad del Atlántico hace que esta ruta sea una de las más peligrosas del mundo ya que muchas embarcaciones se desvían y quedan perdidas sin llegar nunca a su destino. De hecho, este miércoles la Policía de San Vicente y las Granadinas ha confirmado el hallazgo de los cuerpos de 12 migrantes africanos en avanzado estado de descomposición en una embarcación encallada en sus costas. Aunque el destino del viaje y las circunstancias que rodean la tragedia no están claros, es posible que se trate de un barco que se dirigía a las Islas Canarias y que se perdió en el océano.
"El año pasado registramos la desaparición de 131 embarcaciones en la ruta del Atlántico, todas con personas a bordo. Como ya hemos visto en años anteriores, algunas de estas embarcaciones han aparecido meses después en lugares tan lejanos como República Dominicana -como ocurrió en agosto pasado, ya con todas las personas fallecidas-, pero también en Brasil, Trinidad y Tobago y otras zonas de la costa americana", señala Maleno.
El año pasado desaparecieron 131 embarcaciones en la ruta del Atlántico, todas con personas a bordo
Ferrer relata cómo muchos de ellos llegan en estado de shock, incapaces de hablar y sin confianza en nadie. "Tardan meses en procesar lo que han vivido. Incluso el mar se convierte en un trauma. Intentamos llevarlos a la playa, que puedan mirar el mar desde otro lugar, disfrutarlo. Pero muchos ven el océano por primera vez al llegar, y lo primero que conocen del mar es una patera a punto de hundirse", explica.
“Me acuerdo de un chico que me dijo: Pensé que el mar era más pequeño, y que el barco iba a ser más grande”, añade.

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