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La muralla verde del Sahel o cómo salvar el suelo de la desertificación

Los últimos informes de Naciones Unidas sobre la degradación de los suelos del planeta apuntan a estrategias locales tradicionales para recuperar la fertilidad de la tierra.

Grupo de agricultores en Tarfila, Burkina Faso, uno de los países que participan en la creación de muralla verde espontánea que recorre el Sahel.
Un grupo de agricultores en Tarfila, Burkina Faso, uno de los países que participan en la creación de una muralla verde espontánea que recorre el Sahel. Wikimedia Commons

Cuando se intentó en 2007, fracasó. Once países de la Unión Africana acordaron levantar una muralla de árboles que cruzara África de lado a lado, desde Senegal, en el este, a Djibouti, en el oeste. La idea era sembrar una franja de 8.000 kilómetros de largo y 15 kilómetros de ancho para frenar el avance del desierto.

Una forma excelente de conseguir sombra, atraer biodiversidad, enriquecer el suelo con los restos orgánicos de hojas y ramitas, retener el agua, sujetar la arena y frenar la erosión con sus raíces o proveer de madera y frutos a los lugareños.

La iniciativa oficial fue un chasco porque cuando los arboles eran abandonados a las inclemencias del calor y la sequía en zonas deshabitadas, más de la mitad morían. Sin embargo, la idea sobrevivió de una manera inesperada. En la sombra, sin notas de prensa ni publicidad, los lugareños llevan más de una década trabajando poco a poco por hacer más verde su desierto. En sus campos, en sus poblados, aprovechando técnicas tradicionales de agricultura y de recogida de agua de lluvia y subterránea.

Construyendo vergeles en el desierto

En muchos poblados de Burkina Faso han levantado barreras de piedra alrededor de los campos de cultivo para aumentar la infiltración de agua de lluvia y contener su escape. Y han cavado zais, una técnica milenaria y barata que consiste en hacer fosas de ente 20 y 30 centímetros de profundidad, separadas por un metro entre sí, que promueven la infiltración y retención de agua en periodos secos, además de servir para hacer compost de forma natural.

En Níger, los campesinos vuelven a cuidar las semillas de árboles que germinan de forma natural en sus tierras. Durante 100 años, una ley impuesta por el colonialismo francés para frenar la deforestación castigaba con la cárcel a quien cortara un árbol. En la práctica, la consecuencia de esta legislación fue que ningún granjero dejaba brotar nada en sus campos.

El valle de Zinder, en Níger, ha multiplicado por 50 el número de árboles que tenía en 1975

Hoy, el valle de Zinder, en Níger, ha multiplicado por 50 el número de árboles que tenía en 1975, según datos de la revista Smithsonian. Mientras, en Senegal, se han plantado más de 50.000 acacias de la especie Senegalia senegal, que además de todas las bondades descritas más arriba, producen goma arábiga, una fuente de ingresos asegurada para los aldeanos.

Campesinos, los mejores valedores de la restauración

Es lo que pasa cuando se deja la regeneración natural de los campos de cultivo y pastoreo en manos de campesinos y granjeros, las personas que realmente se benefician de los resultados en su día a día. Son, además, quienes tienen más conocimientos sobre la forma tradicional de adaptarse a la aridez de sus tierras.

De hecho, en el último informe de Naciones Unidas para la Conferencia de las Partes para Combatir la Desertificación se habló de esta Gran Muralla Verde del Sahel como uno de los ejemplos a seguir en el resto del mundo para frenar la erosión y pérdida de fertilidad de los suelos del planeta.

Es, además, un caso de éxito que demuestra cómo la gestión natural de la tierra es, casi siempre, la mejor opción para proteger los ecosistemas. Una de las propuestas de Naciones Unidas es fomentar la agrosilvicutura, sistema productivo que integra árboles, ganado y pastos en la misma unidad de terreno.

Otro ejemplo son estrategias de rewildering –que puede traducirse como vuelta al modelo silvestre– que buscan aprovechar la capacidad protectora de la naturaleza, como el sistema de prevención de incendios implantado en el Valle del Côa, en el noreste de Portugal. El método es de lo más natural: han soltado allí caballos y vacas salvajes que se mantienen solas, con pasto de sobra para comer, al mismo tiempo que desbrozan, limpiando los prados de las hierbas y arbustos secos que podrían alimentar el fuego.

Protegerse del agua es el objetivo de otra iniciativa, esta vez en Mozambique, donde más de 300.000 personas en condiciones precarias de viviendas viven en riesgo continuo de inundaciones por tormentas violentas. El proyecto Ciudades de Mozambique y Cambio Climático ha plantado un parque urbano de 45 metros cuadrados a las orillas del río Chiveve: las raíces de sus árboles y vegetación son un excelente remedio para contener el avance del agua cuando el río se desborda.

El 70% de los campos de cultivo del planeta están en manos de solo el 1% de los agricultores

En la otra cara de la moneda, está el crecimiento intensivo y extensivo de los monocultivos, que ocupan tres cuartas partes de la superficie mundial de cultivo y es responsable del 80% de la deforestación y el 70% del uso de agua potable, según el informe citado. Y solo para beneficio de unos pocos: el 70% de los campos de cultivo del planeta están en manos de solo el 1% de los agricultores.

"Irónicamente, los esfuerzos para aumentar la seguridad alimentaria y la productividad de la tierra convirtiendo pastizales en campos de cultivo en regiones áridas han resultado en suelos degradados y reducción de la capacidad agrícola", señala el nuevo informe de la ONU sobre pastizales, publicado esta semana.

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