Dominio público

El terrorismo ha cambiado de bando

Ana Pardo de Vera

Estamos en primavera, no ha llegado el verano y tenemos una ola de calor en España, donde el más feliz -que vive en Galicia- es quien puede dormir de noche sin encender el aire acondicionado aunque le dé la nómina para pagarlo. Catalunya arde bajo cuatro espantosos incendios -en el momento en que escribo este artículo- sin efectivos suficientes para hacerles frente. Niños y niñas de Madrid tienen que ser recogidos por sus padres antes de tiempo, porque las aulas de las escuelas públicas infantiles alcanzan los 38 grados de temperatura por la tarde y Ayuso se ha gastado más de 100.000 en un busto de Felipe VI que no puede soplarles siquiera. Como el original, la escultura del jefe del Estado no nos resuelve nada.

Escuchaba a un experto ayer tarde en la Ser diciendo que los menores son las personas más vulnerables al calor, pero en Madrid solo tienen aire acondicionado los que pudieron permitirse la instalación y además, que no es lo mismo, pueden pagar la factura de la luz, disparada pese a la excepción ibérica que aprobaron Bruselas y el Gobierno para España y Portugal. Los dueños de las empresas eléctricas, petroleras y gasísticas tienen el aire a todo trapo en sus amplios despachos de diseño, pero apenas se dan cuenta: su vida siempre es confortable porque la conciencia no les da por saco. Tampoco el Gobierno, y no digamos la oposición del gestor cum laude Alberto Núñez Feijóo.

Oigo en los informativos que en la Comunidad de Madrid, también arde una nave de residuos en el municipio de Serranillos del Valle. Y que en Sevilla y en Córdoba, las crías de vencejos se desploman sobre las calles vacías sin que los auxilios de voluntarios de los centros de aves puedan reanimarlas. La Junta de Andalucía no cuida a estas aves, se quejan los conservacionistas. Es un oscuro presagio para las elecciones de este domingo, quizás, y para el desastre al que nos aboca la emergencia climática, seguro.

Hay un señor con dos pulseras en la muñeca derecha, una verde manzana y otra con la bandera de España, que mira preocupado los informativos tomando una cerveza bien fría en un bar. El país se quema, los animales -humanos y no- se asfixian, demasiados niños y niñas lloran porque les duele la cabeza y no pueden comer ni dormir, así que sus madres y padres se los llevan al supermercado a dar vueltas, donde está el refresco que ellas no pueden permitirse. El hombre de bar, el de las pulseras, sigue sin entender que la culpa no es de Unidas Podemos, de Pedro Sánchez ni de ETA siquiera. O no solo es de ellos. En la cocina del bar, la muchacha que le sirve los torreznos, se disuelve a cuarenta grados: le quedan aún cuatro horas para cerrar. Trabaja a "media jornada", o sea, doce horas.


El Ejecutivo de Sánchez, por una vez, ha dado una respuesta al hombre de las pulseras verde y rojigualda. Lo dice la televisión del bar. La culpa de todo este desastre la tienen los científicos que se manifestaron delante del Congreso, de la misma puerta de los leones, y arrojaron sobre sus nobles piedras zumo de remolacha. Por una vez, piensa el hombre mientras mastica un torrezno requemado, el presidente rojo lo ha hecho bien, gracias, sin duda, a la firmeza de nuestros policías: ha enviado a la Brigada Antiterrorista a detener a esos sujetos armados hasta los dientes con azúcar colorada. ¿Pues no pedían medidas urgentes para esa cosa que llaman "cambio climático" y que él no ha visto jamás? Un invento de comunistas y perroflautas, como tantos.

El ministro del Interior puede estar orgulloso: desembarcar ante el Parlamento a los agentes responsables de la lucha antiterrorista para detener a científicos desesperados por la falta de atención que las instituciones prestan al desastre climático que está arrasando el país (y el planeta) es exactamente lo que se espera de un Gobierno del PP y de Vox. Chapeau para el de la brillante idea en plena ola de calor y de campaña electoral. Será eso.

Es posible, no obstante y pese a sus agallas patrias para atraerse a votantes de centro (qué risa), que Marlaska no logre evitar el Ejecutivo de (ultra)derecha este domingo en Andalucía ni, incluso, en otras comunidades, ayuntamientos o la misma Moncloa en 2023-2024. Cuando se puede escoger entre el original y la (foto)copia, la gente siempre se queda con el original. Y qué quieren que les diga: entre madres entrando en la cárcel por proteger a sus hijos de maltratadores, niños abandonados por el Estado en brazos de abusadores, mujeres que mueren a diario asesinadas por el machismo más cruel pese a órdenes de alejamiento, Paula Bonet teniendo que desaparecer mientras su acosador se come las calles, una ley mordaza que sigue haciendo de las suyas (injustas todas), un rey emérito que se ríe en la cara de todos nosotros con el amparo de las instituciones que deberían juzgarle; otro monarca, el hijo, que no se distingue de un busto pero que hay que mantener a toda costa, unos empresarios que se enriquecen obscenamente con la miseria de la gente, un Sáhara arrojado a las garras autoritarias de Mohamed VI, una Brigada Antiterrorista que detiene a científicos que piden medidas urgentes por el bien de la gente, ... Entre todo esto y lo que podría hacer un Gobierno de (ultra)derecha ... Déjenme que vaya buscando las diferencias (¿?)


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