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Recuperan por primera vez en un libro dos cuentos iniciales de Carlos Fuentes

EFE

Carlos Fuentes escribió de joven algunos cuentos "más serios, filosóficos y realistas" que los de su etapa de madurez. Ahora, dos de esos relatos, publicados en 1956 en la revista de la Universidad de México, aparecen reunidos por primera vez en una edición especial que se presenta el próximo miércoles.

Se trata de "El muñeco" y "El trigo errante", dos cuentos "muy juveniles" que el ensayista y crítico literario peruano Julio Ortega localizó "hace unos diez años" en el archivo que el gran escritor mexicano tenía en su casa y que luego se depositó en la Universidad de Princeton.

Los cuentos han sido publicados por Del Centro Editores en una edición de lujo que sólo cuenta con 100 ejemplares numerados y firmados por Carlos Fuentes, quien está previsto que asista el próximo miércoles a la presentación del libro en la Casa de América, en Madrid

El libro ha sido concebido como un homenaje a su autor y está ilustrado por el artista peruano José Tola. Julio Ortega, gran especialista en literatura hispanoamericana y amante de rastrear manuscritos y textos raros de sus escritores preferidos, se ha encargado de la selección de textos

Ambos cuentos, le dijo hoy a EFE Ortega, "tienen el interés de mostrar cómo trabaja la imaginación de Carlos Fuentes con temas universales".

"El muñeco" está inspirado en la historia de Maximiliano, el emperador que Napoleón III "puso en México", y "El trigo errante" recrea la historia bíblica de Lázaro, "un personaje fascinante porque Cristo lo recupera de la muerte para que muera otra vez", afirmó Ortega, recién llegado a España desde la Universidad estadounidense de Brown donde da clases.

La historia del emperador Maximiliano, que llevó las riendas del Segundo Imperio Mexicano de 1863 a 1867, "es muy trágica. Fue fusilado por Benito Juárez, "el héroe de la independencia mexicana".

Verdad o leyenda, se dice que, cuando fusilaron a Maximiliano, "como era muy alto, le tuvieron que cortar las piernas para que cupiera en el ataúd. De ahí el título de "El muñeco" que Carlos Fuentes le dio a su cuento.

El autor de "Terra nostra" escribe en un fragmento del cuento, protagonizado por la emperatriz Carlota, la viuda de Maximiliano:

"Recuerdas Maxl cuando nuestros pies y bajo nuestra mirada los soldados de tu hermano fustigaban a los soldados italianos; cuando permitimos que dos seres -una mujer embarazada-, fueran azotados hasta convertir el castigo en una ablución de sangre, en Trieste. Me contaron ¿lo creerás?, que matamos a noventa mil mexicanos. Nadie, jamás, nos lo recriminó: éramos sus padres, los queríamos. Nadie los defendió, porque nadie sabía sus nombres. Solo tú y yo teníamos nombre en esa tierra anónima".

"Pero ahora que te imagino, querido Maxl, solitario, enjaulado, convertido en lámina y piedra sobre el altar indio, quisiera gritar, en nombre de los que asesinamos sin mover un dedo, en nombre de los que morían fusilados por nosotros desde las pavanas y las carrozas y el elegante fluir de Miramar y Chapultepec, ¡por la piedad que nos tuvimos, ténganla ustedes! ¡Castiguen nuestros crímenes con su piedad!", continúa "El muñeco".

Julio Ortega tiene la teoría de que Carlos Fuentes, "de joven, vivió su literatura más seria, filosófica, realista, y, de mayor, escribió su obra más juvenil, más audaz, experimental y suelta".

Los dos cuentos que publica ahora Del Centro Editores "son muy formales", y el propio autor, comenta Julio Ortega, los considera "muy juveniles".

Pero al novelista mexicano le interesó siempre "hacer literatura a partir de mitos y leyendas", y en "El trigo errante" reescribió la historia de Lázaro, aunque situándola en la época contemporánea.

Y dice Fuentes en un fragmento de este cuento: "Crees saberlo todo porque fuiste testigo de mi muerte -el hombre dejó caer sus brazos como dos banderas sin brisa. -Y yo que he sido testigo de todo, desde entonces, testigo de todas las muertes y de todas las vidas, sin poder acercarme a ellas, muriendo un poco antes de mi muerte cada vez que moría un ser que debía amar, viviendo un poco antes de mi vida y teniendo que dejar pasar las vidas a mi lado."

"Todo esto, no sé como decirlo, pero no entiendo mi fin ni mi comienzo, todo esto, que hube de soportar sin poder apropiarlo: la guerra y el odio, los momentos de ternura o de holganza o de exaltación, la miseria (...), todo esto hube de atestiguarlo sin hacerlo mío, ¿para justificar un milagro? ¿Para justificar el orden de la creación?", añade Fuentes en "El trigo errante".

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