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Schönes neues jahr 2009!!!

La Puerta de Brandeburgo de Berlín atrae a miles de turistas en Nochevieja

 

P. CORROTO

La noche del 31 de diciembre de 1988, la puerta de Brandeburgo, en Berlín, fue un páramo. Como todas las noches desde los últimos 28 años. Un muro de más de dos metros de altura parapetaba cualquier acercamiento desde el lado Este a aquel símbolo del poder alemán en tiempos del káiser Federico Guillermo II. Allí no se celebraba nada. Mucho menos Silvester, tal y como llaman los alemanes a la Nochevieja, la última noche del año.

Once meses después, el mundo cambió. Cayó el Muro y la plaza de París donde se encuentra la Brandenburguer Tor se convirtió en el centro de todas las celebraciones del país. También de Silvester.

El cambio de milenio significó su gran puesta de largo. Según relatan las crónicas periodísticas sobre aquella primera noche de 2000, en un perímetro de más de cuatro kilómetros (desde la Columna de la Victoria hasta Alexanderplatz pasando por la Puerta de Brandeburgo) dos millones de personas celebraron la llegada del nuevo año a ritmo de las campanas de Mike Oldfield y las guitarras de Him. Aquel fue también el comienzo del nuevo Berlín, de esa ciudad cosmopolita que en los años siguientes recabaría toda la atención por parte del arte, el diseño, la arquitectura y la música más contemporánea.

De Madrid a Berlín

Desde entonces, si en Madrid la Puerta del Sol se atesta de individuos ataviados con bolsas de uvas y botellas de cava, en Berlín es este simbólico lugar el que se llena de berlineses y multitud de turistas con ganas de vivir la última fiesta del año mientras bailan y lanzan cohetes y petardos.

Durante la Nochevieja berlinesa, y quizá antes de acercarse a la Puerta de Brandeburgo, un barrio por el que merece un esfuerzo pasarse es Prenzlauer Berg. Un punto de encuentro se halla en la calle Schönhauser Allee (entre Knaack, Sredzki y Danziger Strasse): la Kulturbrauerei, un centro cultural que hasta no hace demasiado funcionaba como una fábrica de cerveza, y que ahora también se ha llenado de clubs. Como las calles adyacentes, llenas hasta los topes de gente aunque las temperaturas estén por debajo de los cero grados. En esa zona se encuentran algunos bares clásicos de la escena noventera, como el Duncker o el Bastard.

Comida internacional

Cerca queda también el barrio de Friedrichshain con su renovadísima Frankfürter Alle. Esta calle, conocida por sus edificios de hormigón gris, construidos para los obreros que reconstruyeron Berlín tras la II Guerra Mundial y que ha vivido bastantes manifestaciones laborales, es hoy una avenida en cuyos escaparates sólo entran accesorios y ropa de primeras marcas. Del barrio obrero al pijerío refinado. Lo mejor es que al lado está la Simon- Dach Strasse con sus cafeterías y restaurantes, y este es un buen lugar para la cena de Nochevieja (la cocina es bastante internacional. No hace falta darse el atracón del codillo o del ganso).

Möchten Sie ein bisschen Glühwein? ('¿Quiere usted un poco de vino caliente?'). Esta pregunta es habitual durante los días más fríos del año, ya que los puestos que ofrecen esta bebida pespuntean por toda la ciudad. Y no viene nada mal echarse un chupito de esta mezcla de vino con azúcar y algunas especias como el clavo y la canela. Por cierto, las tazas en las que sirven este vino son de lo más kitsch. Por supuesto, tras una noche en la que se baila y se bebe sin excusas, el destrozado estómago agradece cualquier resto de comida. Y, por suerte, al igual que los puestos del vino caliente, también abundan los que venden las bratwurst salchichas a las cinco de la madrugada. Si no, también quedarán los kebabs, que se encuentran en cualquier parte (Berlín es conocida como la pequeña Estambul y es la segunda ciudad con mayor número de turcos del mundo).

La resaca de Año Nuevo puede sobrellevarse con algún paseo por los Weihnachts-markt (mercados navideños). Uno de los mejores es el que se monta cada año en la plaza Gendarmerplatz, muy cerca del Reichstag (Parlamento alemán). En ellos se venden desde Papá Noel de madera hasta castañas calientes, fruta y apfelstrudel (el famoso pastel de manzana).

Tras pasear por este mercadillo se puede salir a la nevada (con suerte) Unter den Linden y regresar a la Puerta de Brandeburgo. Claro que esta vez no estará tan bonita. Las botellas y vasos habrán acabado con ella.

 

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