Público
Público

Vivir como un maharajá, una fascinante exposición en el museo Victoria y Albert

EFE

Vivir como hicieron en su época de mayor esplendor los maharajás de la India es llevar el boato hasta límites que hoy resultan extravagantes, y que documenta con todo lujo de detalles una nueva exposición en el museo Victoria & Albert de Londres desde el próximo sábado hasta el 17 de enero.

"Dios creó a los maharajás para que la humanidad pudiera disfrutar del espectáculo de las alhajas y los palacios de mármol", escribió en su día el autor británico Rudyard Kipling.

Para el padre de la independencia de la India, Mahatma Gandhi, o el primer jefe de Gobierno de ese país, el Pandit Nehru, los maharajás no eran sino unos playboys manirrotos que habían vendido su alma al colonizador británico.

Y éste compartía en secreto el desprecio que sentían aquellos héroes de la independencia, como lo demuestra una carta que el que fue virrey británico de la India entre 1899 y 1905, lord George Curzon, escribió a la reina Victoria y en la que describía a los maharajás como "frívolos", "viciosos" y "despilfarradores", entre otras cosas.

Un ejemplo de ese carácter derrochador y extravagante es el caso de Jaiaji Scindia, de Gwalior, quien, al enterarse de que el entonces príncipe de Gales proyectaba una visita a su estado en 1875, decidió construir el mayor palacio de toda Asia, inspirado en Versalles, para impresionar al emisario del poder imperial.

En una de sus salas, como puede verse en una gran fotografía en la exposición, colgaban dos de los mayores candelabros del mundo, mientras que la mesa de la sala de banquetes era tan larga que el maharajá había dispuesto en ella un tren de juguete que transportaba hasta cada uno de sus invitados el brandy y los puros habanos.

Ese es el mundo que refleja el Victoria & Albert en la exposición "El Esplendor de las Cortes Reales Indias", que abarca desde las postrimerías del imperio mogol en el siglo XVIII hasta el final de la administración colonial, en 1947, y explora ese mundo tanto desde el punto de vista de sus manifestaciones culturales como en su contexto histórico y político.

Pese a un trasfondo político de motines, revueltas y divisiones, hábilmente aprovechadas por los británicos para afianzar su dominio, se trata de un período de gran mecenazgo cultural y desbordante creatividad artística, como se desprende de los alrededor de 250 objetos reunidos por el museo londinense, muchos de ellos prestados por vez primera por las colecciones reales de Udaipur y Jodhpur.

Hay entre ellos tronos dorados y lujosos palanquines, una montura para elefantes en plata recubierta de oro, espadas ceremoniales, espuelas de oro con diamantes engastados, cinturones con grandes esmeraldas, pipas de agua y parasoles profusamente adornados, abanicos de plumas de pavo real con mangos de oro y esmalte, tableros de juego así como instrumentos musicales diversos.

Son de extraordinaria calidad artística las ilustraciones de la vida en la corte en la época de los emperadores mogoles: partidas de caza, luchas de elefantes, juegos de polo que parecen torneos medievales, procesiones ceremoniales e incluso escenas íntimas de carácter erótico en las que el monarca parece satisfacer a -o más bien satisfacerse con- varias mujeres a un tiempo.

Ese lujo ostentoso continuó en aquellas cortes hasta bien entrado el siglo XX, cuando los maharajás, ya sin poder real, pues éste había pasado a manos de los gobernadores británicos, viven una especie de esquizofrenia, divididos como estaban entre la necesidad de representar su papel tradicional y comportarse al mismo tiempo como "gentlemen" tal y como correspondía a la educación recibida de la potencia colonial.

Y así pueden verse joyas expresamente fabricadas para los maharajás por famosas firmas europeas como Cartier y Van Cleef & Arpels, saris diseñados por las casas de alta costura francesas, un espectacular Rolls-Royce descapotable, así como retratos de maharajás y sus esposas realizados por pintores o fotógrafos tan famosos como Man Ray, Cecil Beaton o Raja Ravi Varma.

Y en una rara concesión al modernismo, mobiliario diseñado por Le Corbusier, Eileen Grey o Louis Sognot, entre otros.

La exposición incluye, en esa parte final, material cinematográfico de archivo con imágenes de princesas abanicándose en sus palacios y príncipes que juegan al polo por la noche y otras imágenes que parecen extraídas de un cuento de las Mil y una Noches.

Joaquín Rábago

¿Te ha resultado interesante esta noticia?

Más noticias