Este artículo se publicó hace 17 años.
Titeuf desbanca en París a la cigüeña y al cine porno
Una exposición explica, con gracia y cómic y sin tabúes, todo sobre el placer y el amor preadolescente.
Entre la cigüeña, de un lado; la profusión de imágenes porno en cada esquina, de otro, y los manuales engorrosos y técnicos sobre la sexualidad y la reproducción, por último, difícil resulta asegurarse de que los preadolescentes comprenden las transformaciones de sus cuerpos y la llegada del deseo. Eso es lo que consigue, con gracia, con cómic y sin tabúes, una exposición abierta en París que ha logrado un llenazo total desde hace varias semanas.
Zi-zi Sexual: la exposición es el título de la muestra que se celebra en la Ciudad de las Ciencias y la Industria de la capital francesa y que tendrá abiertas sus puertas hasta mediados de enero de 2009.
Titeuf, un chaval de unos diez años protagonista de un cómic de inmenso éxito en Francia y traducido a diez idiomas (en España lo edita Salvat), es el guía que acompaña a niñas y niños de entre nueve y catorce años por secciones como “estar enamorado”, “la chica (o el chico) de tus sueños”, o por los juegos con lenguas, vaginas, penes y otras partes.
En esa apuesta reside gran parte del éxito y de las risas constantes de los niños: los menores van con Titeuf y su amiga Nadia; los adultos están fuera de juego y son simples acompañantes que, además, tienen prohibido el acceso a ciertas secciones, exclusivamente reservadas a los menores.
El mérito de la muestra es que da la prioridad a ese estilo desacomplejado, pero ingenuo, picante y respetuoso con la intimidad de los menores, para entrar de forma lúdica en esas cuestiones tan serias que a veces traumatizan severamente a adolescentes, jóvenes, adultos y mayores.
Rally de espermatozoides
A medio recorrido de la exposición, una transformación se opera entre los visitantes. Los niños están cada vez más a sus anchas con los múltiples juegos ofrecidos. Dejan de escucharse las exclamaciones del tipo “¡Oh, qué asco!”. Los adultos se quedan cada vez más absortos ante los paneles de explicaciones, boquiabiertos por aprender cosas que no sabían y que parecen básicas.
El amorómetro, el pubertomátic, el rally de los espermatozoides y la carrera hacia el óvulo son juegos ligeros. La muestra protege la inocencia de aquellos preadolescentes que todavía no entienden nada y, al mismo tiempo, responde a las dudas precisas de los más adelantados.
Detrás de esta exposición, hay un comité científico de alto nivel en el que figuran el paleoantropólogo Pascal Picq, la pediatra Emmanuelle Piet, el psiquiatra y antropólogo Philippe Brenot y el psicoanalista Didier Lauru. Mucha materia gris para explicar, por ejemplo, “lo que no hay que hacer” cuando se besa: “Meter la lengua hasta la garganta”, “hacer que choquen los dientes” o “menear la lengua demasiado deprisa”. Y para dar detalles crujientes sobre qué es el placer o por qué el amor es ciego.
“¡Ah, pues eso no lo sabía, mira!”
Escena capturada poco antes de la salida. Un niño de unos doce años bromea desinhibido con una niña de unos diez, delante de uno de los vídeos que enseña a los menores que, si un adulto intenta abusar de ellos, deben contarlo o llamar a los números de teléfono previstos. El padre del chaval se aventura a decir: “Sí, eso es muy importante”. La niña se gira y le espeta: “Esto ya nos lo habían dicho en la escuela. ¿Pero a que usted no sabe a qué velocidad son eyaculados los espermatozoides?”. El abrumado padre reconoce su desconocimiento. “A 30 kilómetros por hora”, dice la niña. Otras explicaciones pueden sorprender a los adultos. Por ejemplo, la del enamoramiento: una desconexión entre dos sectores del cerebro.
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