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Los Oscar prefieren la literatura más crítica

Las adaptaciones nominadas de este año no son una mirada amable de EEUU.

PAULA CORROTO

Oscar ama los libros. Desde que en 1929 se celebrara la primera gala de los premios de la Academia de Hollywood, las adaptaciones literarias han tenido un espacio estelar. El índice que analiza el negocio editorial en EEUU, The Book Standard (ahora Kirkus Review), en una estadística publicada en 2005, ofrece el dato: el 50% de todos los filmes nominados a la mejor película en la historia de los Oscar han sido adaptaciones literarias. Según los analistas de Hollywood, hay una razón: con la literatura, la industria salva su honor y su prestigio. Las idioteces se quedan fuera y Hollywood ofrece su mejor factura.

Este año el dato pasa de la anécdota porque las adaptaciones literarias nominadas proceden de obras que muestran la cara menos amable de EEUU. Una tendencia que en décadas anteriores alcanzó su cénit con Las uvas de la ira (1940), La naranja mecánica (1972) o Alguien voló sobre el nido del cuco (1975). Esta última década también fue la de los años de Vietnam y el Watergate.

La adaptación que este año más critica a la sociedad estadounidense es Revolutionary Road, de Sam Mendes. Basada en la novela de Richard Yates, de 1961, narra la frustración de una pareja encerrada en una sociedad la de los años cincuenta, pero reflejo de la actual cada vez más consumista y menos idealista.

También El curioso caso de Benjamin Button, una adaptación de David Fincher (director de Seven) de un cuento de F. Scott Fitzgerald, esconde una oportunidad de regeneración para Estados Unidos. Incluso La duda, procedente de la obra teatral de John Patrick Shanley, con su visión de ese Nueva York lleno de conflictos racistas, entra en el psicoanálisis que ha hecho este año el cine de Holly-wood sobre su devenir.

Los análisis que han hecho los periódicos norteamericanos este año sobre las adaptaciones señalan que la mirada crítica tiene mucho que ver con el cambio de era en la Casa Blanca. De hecho, como sostiene la escritora Joyce Hackett, 'tras una época moralmente ambigua como la de Bush, es necesario redefinir lo que está bien y lo que está mal'. Y desde luego, ahí está la literatura norteamericana para mostrarlo, ya que al no estar supeditada a ninguna industria, siempre ha tenido las manos más libres que su cine.

Porque este es el problema de Hollywood: las adaptaciones literarias nunca son calcos de las novelas. El ejemplo más claro este año es de The reader, escrita por el juez alemán Bernhard Schlink y adaptado por Stephen Daldry (ya hizo de la adaptación de Las horas, de Michael Cunningham).

La historia fue un éxito en Alemania porque partía del sentimiento de culpa ante el Holocausto. Sin embargo, ha sido totalmente edulcorada por Hollywood, que la ha convertido en un melodrama donde sólo importa que las nazis tengan cara de bulldog, las judías parezcan sacadas de las Misiones en África y los pechos de Kate Winslet queden bien enfocados.

 

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