Este artículo se publicó hace 3 años.
La burbuja de las macrogranjas pincha tras dejar una intensa huella social y ambiental
El desplome de las exportaciones de carne de cerdo a China deja en el aire la viabilidad de miles de explotaciones tras un vertiginoso proceso de industrialización que se ha llevado por delante más de 3.500 explotaciones familiares en siete años de ‘boom’ que han resultados claves para que la mitad de los campos del país estén saturados de nitratos y un tercio de los acuíferos, contaminados.
Zaragoza-
"Una barbaridad". Así definía hace unos días Miguel Ángel Higuera, el presidente de Anprogapor, la patronal del porcino, la magnitud de la caída que en los últimos meses han experimentado las exportaciones de carne de ese animal a China, un mercado cuya relación ha adquirido unos rasgos de dependencia y burbujeo que ahora mismo entrañan el riesgo de añadir una crisis económica a las profundas huellas ambiental y social que el desmesurado crecimiento de ese sector a base de macrogranjas lleva años dejando, entre protestas locales, en eso que se ha dado en llamar la España vacía.
El perfil macroeconómico del intenso desarrollo del sector del porcino en España en la última década, y especialmente en el último lustro, muestra según los datos de la Encuesta de Sacrificio de Ganado del Ministerio de Agricultura, un salto de los 45,89 millones de cabezas que fueron a los mataderos en 2015 a los 56,13 de 2020, un crecimiento del 22,3% que siguió al alza hasta junio de este año, cuando se paró tras crecer otro 4,5%.
En esos cinco años, entre 2015 y 2020, el volumen de negocio del porcino creció casi un 50% al pasar el valor de su producción de 5.840 millones de euros a 8.655, según las estimaciones oficiales de la Renta Agraria, en un desarrollo cuya base, tal y como muestran los datos aduaneros de la Agencia Tributaria y las Cámaras de Comercio, era la exportación a China, el destino de la mitad de las crecientes exportaciones en los últimos años y origen de más de 2.500 de los 5.650 millones de euros anuales que el comercio exterior de la carne de cerdo llegó a generar el año pasado.
Entre 2016 y 2020, España aumentó en 758.000 toneladas las exportaciones a ese país, necesitado de grandes suministros por las mermas de producción de hasta el 40% que le supusieron a partir de 2014 la combinación del decimotercer plan quinquenal y una epidemia de PPA (Peste Porcina Africana), cuando el avance en el cómputo global fue de 659.000, lo que permite hacerse una idea de cómo se fue tejiendo esa dependencia, a la que en los últimos meses se le añadió la captura de una parte del negocio alemán, cuya cabaña también tiene problemas sanitarios.
Esa evolución económica fue acompañada de una transformación del sector en la que, mientras el número de animales crecía sin cesar, se perdían en apenas siete años, de diciembre de 2013 a marzo de 2021 según los datos de Agricultura, una de cada cinco explotaciones familiares (3.835) mientras las de baja capacidad (hasta 350 animales de cebo) resistían y las macrogranjas se expandían por toda la geografía española, normalmente a base del endeudamiento de sus propietarios, con aumentos del 20% en las de hasta 2.000 cabezas, que llegaban a 9.324, y de más del 25% en las de hasta 5.000, que la pasada primavera sumaban 2.126.
China rechaza los suministros de siete cárnicas españolas
Sin embargo, todo ese tinglado se paró prácticamente en seco al acabar el primer trimestre, cuando, tras recuperar el país asiático un nivel productivo similar al de 2014, los importadores chinos comenzaron a dejar de renovar los contratos de suministro que iban venciendo y a negociar a la baja los pocos que les seguían interesando.
El encarecimiento del transporte tras multiplicarse por seis en lo que va de año el coste de los fletes marítimos entre Europa y Asia en lo que va de año añade al cuadro otro factor de pérdida de competitividad, que no es, ni mucho menos, el último.
"Estamos en el inicio de un cambio de ciclo", explica Jaume Bernís, responsable del sector porcino en la organización agraria COAG, que anota que "China está aplicando un filtro cada vez más exigente en toda Europa", donde España es el principal exportador de carne de cerdo hacia ese país, que llega a consumir más del 60% de la producción mundial.
"España es el país que más controles está teniendo, aunque también los hay en empresas de Holanda y de Dinamarca", apunta, algo que, según expusieron el 31 de agosto los responsables de Agricultura a los representantes de la interprofesional del porcino, Interporc, se ha traducido en que el gigante asiático acaba de cerrar la puerta a la última de las siete cárnicas españolas que seguía teniendo vía libre para enviar remesas.
Ese desplome de la demanda desde el país asiático, que equivale a que desde finales de junio se ha quedado sin destino entre la tercera y la cuarta parte del género del primer productor europeo de carne de cerdo (genera un 120% más de lo que consume y la situación afecta a la mitad de ese excedente), ha empezado a reflejarse en los precios, según indican las series del Informe Semanal de Coyuntura del Ministerio de Agricultura.
Así, el precio de los lechones, los cerdos recién nacidos que se engordan, ha caído prácticamente a la tercera parte entre finales de marzo y de agosto en un indicio del desplome de la demanda para volver a llenar las granjas mientras la cotización de la carne de mayor calidad se ha dejado algo más de veinte puntos en solo dos meses.
"El descenso es continuo y parece que no quiere parar", indica Bernís, que llama la atención sobre dos derivadas de esa situación: por una parte, el encarecimiento de los cereales por la mayor demanda de China y la subida del transporte ha hecho que los piensos sean un 40% más caros que a principios de año, lo que ha reducido los márgenes a horquillas de mínimos (de 10 a 12 céntimos por kilo); y, por otra, las canales españolas siguen siendo más caras que las de Alemania (su principal rival), lo que, pese a la receptividad de países como Filipinas o Corea del Sur, reduce las posibilidades de competir con ellas en el intento de abrir o recuperar mercados para evitar el estallido definitivo de la burbuja. Los beneficios de hasta quince euros por cerdo que se llegaban a obtener hace unos años parecen haber quedado definitivamente atrás.
Inquietud en un sector con 45.000 explotaciones
Esas tendencias resultan inquietantes para los propietarios de las alrededor de 45.000 explotaciones, mitad de escala familiar y mitad de formato profesional, que siguen operando en un sector en el que la industrialización se sumó a una ‘uberización’ previa mediate el modelo de las integradoras: las empresas suministran el ganado y el pienso y se encargan de los cuidados sanitarios mientras el granjero pone la cuadra, el agua y el trabajo con contratos que se renuevan, o no, tras cada ciclo de engorde, los cuales no supera los cuatro meses.
Eso expone a miles de granjeros a ver cómo sus instalaciones no vuelven a llenarse si la caída de la demanda se consolida, algo que en el menos malo de los supuestos, que es el de tenerlas completamente amortizadas, les forzaría a cambiar de ocupación y en otros peores a hacerlo con deudas o tras perderlas.
"Muchas granjas han ido cerrando en estos años por haber quedado obsoletas y no cumplir los requisitos sanitarios o por no haber relevo generacional en la familia, pero lo que se ha podido perder en explotaciones se ha ganado en capacidad con las nuevas", señala Bernís, que llama la atención sobre el hecho de que "hay que sacar al extranjero el 60% de la producción, y para eso tendremos que abrir de nuevo mercados de los que habíamos quitado el foco".
Lo contrario supondría un golpe difícil de soportar en términos económicos para un mundo rural que lleva tiempo padeciendo una intensa huella ambiental como consecuencia del desmesurado crecimiento que la ganadería, y dentro de ella especialmente la del porcino aunque también de otras como la avícola, ha registrado en los últimos años, en los que España llevaba camino de convertirse en el establo de Europa ante el descomunal crecimiento de las cabañas.
La cuarta parte del suelo de España sufre exceso de nitratos
"Llevamos tiempo advirtiendo de que esa burbuja podía estallar, y ahora está emitiendo señales que indican que eso está sucediendo", explica Luis Ferreirim, responsable de temas agrarios de Greenpeace, que añade que "mientras eso ocurre, aquí nos quedamos con todos los impactos de esa producción ganadera tan desmesurada".
Los principales efectos ambientales del crecimiento de la actividad ganadera son tres: una mayor emisión de gases de efecto invernadero, especialmente de metano, a la atmósfera y la contaminación de suelos y de aguas, tanto superficiales como subterráneas, con nitratos.
Un estudio del Centro de Transferencia Agroalimentaria del Gobierno de Aragón estima que el 24,21% de la superficie de España (122.517 kilómetros cuadrados de 505.992), y dentro de ella el 52,74% de la que ocupan los campos de cultivo y los pastos, ha sido declarada vulnerable a los nitratos por la excesiva presencia de ese residuo de la actividad ganadera y agrícola en ella.
El terreno afectado se cuadruplicó en Aragón, uno de los principales productores de porcino del país, entre 2012 y 2021. "En general en toda España, el incremento de superficie también ha sido importante", añade el documento.
Paralelamente, los primeros trabajos de la Red Ciudadana de Vigilancia que Greenpeace comenzó a articular hace unos meses por todo el país con organizaciones y voluntarios locales detecto la presencia de nitratos en concentraciones superiores a los 50 miligramos por litro en el 27,6% de las masas de agua analizadas y de 25 a 49 en otro 23%. La primera significa que el agua no es apta para el consumo humano y la segunda obliga a tomar precauciones.
“La huella ambiental de la ganadería es enorme”
"Esa huella de la ganadería la estanos viendo en el agua, con nuestros acuíferos contaminados en una situación que es muy difícil recuperar. La situación es muy grave y está más extendida de lo que se pensaba", indica Fereirim, que destaca lo ocurrido en la localidad zamorana de Barcial del Barco, donde por los grifos de las casas salía agua con concentraciones de hasta 65 miligramos de nitratos por litro: el Procurador del Común (defensor del pueblo autonómico) instó a la Junta de Castilla y León a declarar vulnerable el término municipal, por el que pasa el río Esla y en el que operan varias macrogranjas.
"Estamos encontrando contaminación por nitratos en muchos manantiales a los que la gente va a buscar agua con garrafas para beberla en casa pensando que es de buena calidad", anota el conservacionista, para quién con esos episodios de polución por nitratos "lo está pagando quien no contamina".
"La huella ambiental que está dejando la ganadería es enorme. Habría que hacer cuentas sobre los efectos que tiene esa forma de producir", añade, en un país que, además de presentar las mayores tasas de consumo cárnico de Europa, cuenta con un sector ganadero capaz de fabricar cuatro veces más carne de la que demanda.
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