"El estado de muchos pisos es de película de terror": la cara b del mercado del alquiler en las ciudades
La escalada de precios en los alquileres ha dado paso a una oferta que incluye trasteros sin cédula de habitabilidad, pisos parcelados, zulos sin ventilación o viviendas en un estado verdaderamente ruinoso.
"La realidad del mercado es que todo el mundo quiere sacar partido de sus inmuebles en una dinámica alcista de sálvese quien pueda que resulta muy lucrativa", apunta Alejandro López Parejo, arquitecto y urbanista de la EMSV de Getafe.

Madrid--Actualizado a
Fue a través de Idealista. "Vi un piso pequeñito, para una persona, que no estaba excesivamente lejos del centro para lo que es Madrid. A algo más de media hora de mi trabajo", recuerda en conversación con Público Álvaro, un joven inquilino de 26 años. Tenía buen aspecto. Limpio, reformado, luminoso. Una rareza. Enseguida se interesó. "La inmobiliaria me dijo que no admitían visitas hasta que se marchara el anterior inquilino y que, si no lo reservaba ya, no me podían garantizar que no se lo acabara quedando otra persona", continúa contando.
A ciegas, confiando en las fotos del anuncio y en la aparente seriedad de la agencia, dejó la vivienda señalizada. Con un mes de alquiler. 620 euros. "Prefería pagar y asegurarme el piso a competir con otros 20 candidatos una vez estuviera libre", razona el inquilino. Por pura necesidad. Se le acababa su anterior contrato y no tenía donde vivir.
Álvaro, inquilino: "Las imágenes que me enseñaron no tenían nada que ver con lo que me encontré"
Llegó el día de la formalización del contrato. "A última hora, me suspendieron la visita del piso que teníamos programada antes de la firma. Me lo justificaron con que lo estaban adecentando ahora que se había marchado el anterior inquilino y me aseguraron que todo estaba en orden. Que encontraría un piso impoluto", refiere el inquilino. Decidió confiar. Tampoco tenía mucha más opción. "En menos de una semana tenía que estar fuera de mi anterior piso", explica. Firmó, ingresó la fianza -dos mensualidades- y el equivalente al mes corriente. 2.500 euros y todavía no había pisado la que sería a partir de entonces su casa. Un salto al vacío.
"Y efectivamente me estrellé", confiesa el inquilino. Cucarachas, humedades, temperaturas insoportables. "Era literalmente un trastero. Abuhardillado, viejo y que no se habían molestado en habilitar para vivir", denuncia Álvaro. "Entré en julio y el calor era insoportable", añade. Sin aire acondicionado a la vista. Solo unos ventanucos por los que apenas corría el aire. "Llegué a medir más de 40 grados dentro del piso algunos días de ola de calor", asegura el fotógrafo de profesión. Los problemas no terminaban ahí. "Se caía a cachos. Es imposible que ese piso tuviera cédula de habitabilidad o cualquier tipo de certificado de eficiencia energética real", concluye el inquilino.
Aguantó tres meses. "Y todavía tuve que compensar al propietario por abandonar antes de tiempo el piso", señala con indignación. Se siente estafado. Víctima de un fraude. "Las imágenes que me enseñaron y el piso que me describieron no tenían nada que ver con lo que me encontré", apunta el inquilino. "Conservo algunas fotos, pero no puedo demostrar que las saqué de un anuncio de ese piso", se desahoga Álvaro. Algo que la inmobiliaria niega en rotundo. No puede hacer mucho más.
Menos por más
"La realidad actual del mercado es que todo el mundo -fondos, bancos, grandes y pequeños propietarios- quiere sacar partido de sus inmuebles en una dinámica alcista de sálvese quien pueda que resulta muy lucrativa", valora Alejandro López Parejo, arquitecto y urbanista de la Empresa Municipal de Suelo y Vivienda de Getafe. Y no es una mera cuestión de dinero. "Ya no solo es que los precios estén desbocados, es que además se alquilan cada vez cosas más cutres, más pequeñas y en peores condiciones", corroboran voces del Sindicato de Inquilinas de Madrid.
Alejandro López Parejo, urbanista: "La ausencia de alternativas asequibles fuerza a quienes más lo necesitan a renunciar a unas condiciones mínimas de confort"
Trasteros sin cédula de habitabilidad, pisos cada vez más parcelados, habitaciones todo en uno, zulos sin ventilación o viviendas en un estado verdaderamente ruinoso. "Con mal aislamiento térmico, problemas de accesibilidad, sin una instalación de calefacción adecuada, con ventanas y puertas defectuosas, humedades, moho, filtraciones…", enumeran desde el sindicato de la capital. "Un despropósito de casas".
En el caso de Álvaro, fue a través de un anuncio engañoso. "Es bastante frecuente. Tanto que los anuncios no se correspondan con la realidad de los inmuebles que se pretenden alquilar como que te pongan problemas con las visitas o que no te enseñen ni siquiera fotos. Nos lo estamos encontrando cada vez más", desarrollan desde el sindicato. Con todo, hay gente dispuesta a alquilar lo que a todas luces son infraviviendas, incluso cuando no hay ni trampa ni cartón de por medio. "La ausencia de alternativas asequibles fuerza a quienes más lo necesitan a renunciar a unas condiciones mínimas de confort y habitabilidad", advierte López. "La gente está desesperada por encontrar algo, lo que hace que haya una demanda efectiva que alquile estas propiedades absolutamente carentes de garantías", concuerda Javier Gil, investigador del CSIC y del Grupo de Estudios Críticos Urbanos (GECU).
Una renuncia que repercute de manera directa en su calidad de vida, ahondando la brecha de la desigualdad. Condenando a los grupos más vulnerables -jóvenes, personas migrantes, pensionistas o familias- a vivir en condiciones directamente indignas. Con total impunidad. "Se suman tres factores fundamentales. Primero un parque de vivienda muy avejentado, construido en su mayoría entre los años 60 y 70. Segundo, que los caseros, por norma general, se niegan a reinvertir nada del beneficio que sacan en rehabilitar la propia vivienda. Tercero, la ausencia de una regulación efectiva sobre las condiciones de habitabilidad de un piso en alquiler", desarrollan desde el sindicato. ¿El resultado? Para el casero, menor inversión. Un negocio redondo. Para el inquilino, un camino sembrado de precariedad.
Alquilar con derechos
Con un objetivo en mente: corregir la asimetría de poder entre caseros e inquilinos. En su artículo 21, la Ley de Arrendamientos Urbanos ya obliga al arrendador a realizar, sin subir la renta, todas las reparaciones que sean necesarias para conservar la vivienda en condiciones de habitabilidad. Dos problemas. "Por un lado, la ausencia de controles y de régimen sancionador, que es una forma evidente de abandonar al inquilino a su suerte", reprocha Gil. Por otro, la proliferación de fórmulas de alquiler que escapan a esta normativa. El alquiler de habitaciones, de temporada o vacacional. "Mientras dejemos estos frentes abiertos, les estamos dando en bandeja de plata a los caseros el subterfugio perfecto para continuar vulnerando los derechos de sus inquilinos", concluyen desde el sindicato madrileño.
López propone tres líneas de actuación. "Lo primero es el fomento de políticas de rehabilitación y regeneración de edificios y barrios para adaptarlos a unas condiciones de confort y eficiencia que respondan a las demandas actuales", desarrolla el arquitecto. En otras palabras: rejuvenecer el parque de vivienda existente. "Un segundo paso sería impulsar desde las instituciones públicas la vivienda en alquiler asequible. Contando también con los agentes del sector inmobiliario que buscan un lucro limitado", continúa proponiendo. Como las Housing Associations, un modelo habitual en algunos países del norte de Europa. "Por último, la implicación de todas las administraciones, comenzando por quienes tienen la atribución competencial directa: las comunidades autónomas", exhorta el urbanista. "Es una responsabilidad de todos".

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