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"Sé que arriesgo, pero hay que romper esquemas"

Ferran Mascarell agita el debate político en Catalunya tras su inesperado fichaje como conseller de Cultura de la Generalitat.

 

J. R. GONZÁLEZ CABEZASL. PENELO

Ferran Mascarell (Sant Just Desvern, Barcelona, 1951), apuesta estrella de Artur Mas en su estrategia de apertura, continúa agitando el debate político en Catalunya tras su inesperado fichaje como conseller de Cultura de la Generalitat, departamento que asume también la gestión de la política lingüística. Mascarell, hasta ahora militante del PSC, se define como socialdemócrata y catalanista.

'Catalunya precisa un Estado que lo sienta como propio y eso hoy no pasa'

¿Considera que la incomodidad que siente hoy Catalunya en su encaje con España se traduce en una deriva soberanista?

El catalanismo no se encuentra en una deriva. Siempre ha tenido una opción más o menos autonomista, y otra más o menos independentista o soberanista. El catalanismo en el que yo me siento cómodo es el que tiende a considerar los siguientes parámetros: primero, Catalunya es una nación, y segundo, una nación necesita un Estado que sea pertinente y adecuado.

¿Un Estado propio?

'Las políticas lingüísticas deben seguir el ritmo de las personas'

La manera en que el Estado actúa sobre Catalunya no favorece desde hace mucho tiempo los intereses de los ciudadanos catalanes. Catalunya necesita un Estado pertinente, un Estado que lo sienta como propio, que le sea propio. Un Estado propio no quiere decir que no pueda ser federalizante con alguien. El mundo tiende a federalizar y necesita federalizar, tanto a nivel español como europeo y planetario. Pero para federar tienes que encontrar gente que quiera tratarte de tú a tú y actúe de acuerdo contigo. Catalunya necesita un Estado en el que se sienta absolutamente cómoda y correspondida en sus necesidades. Y eso hoy no pasa.

La apertura a la izquierda impulsada por Nicolas Sarkozy ha sido comparada con la apertura lanzada con usted por Mas. ¿Es una vía con futuro o una experiencia episódica?

Mi decisión está pensada y tomada en términos de abrir y no de cerrar. Catalunya vive un momento de crisis económica que obviamente no es específica del país, unas relaciones con el Estado complicadas como ya sabemos y, al igual que otros países de nuestro entorno, un momento de cierta dificultad de la política. Ante este estado de cosas, creo que las fuerzas tradicionales parecenagarrotadas.

Su decisión es comprome-tida e incluso arriesgada.

¿Arriesgo? Sí, naturalmente. ¿Arriesga el president Mas? Me parece que también, pero las dos cosas juntas son las que me producen una cierta vibración positiva. Ahora toca tener una cierta capacidad de riesgo y soy consciente de lo que supone, pero pienso que de eso saldrá algo positivo para el país y bueno para la propia política catalana. Hay que romper esquemas.

¿Qué hay que hacer con la política lingüística?

Si las políticas lingüísticas se articulan con normalidad serán buenas. Las políticas deben seguir el ritmo de las personas, no deben captar comportamientos extraños. Tenemos tres retos. Primero, acoger al millón de inmigrantes que al llegar no conocen la lengua ni el entorno del país. En segundo lugar, necesitamos un mejor uso y calidad de la lengua. En tercer lugar, la lengua en Catalunya tiene un problema que no es del catalán, sino del Estado. La gente en el Estado identifica el catalán como un problema, y hay que explicar que la lengua no es un problema para los catalanes. No podemos convertir la incomodidad de unos pocos en un problema de la mayoría.

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