Este artículo se publicó hace 13 años.
Camboya juzga a la cúpula de los Jemeres
El genocidio acabó con dos millones de personas
Las víctimas del brutal régimen de los Jemeres Rojos llevan mucho tiempo escuchando que el momento de la justicia ha llegado, pero la mayoría sigue sin estar satisfecha. La sensación se volvió a repetir hoy, durante el inicio de la fase decisiva del juicio que investiga los crímenes cometidos por el régimen camboyano que causó la muerte de unos dos millones de personas entre 1975 y 1979.
En el Tribunal Internacional de Camboya, el jefe de Estado del Jemer Rojo, Khieu Samphan; el ideólogo y hermano número dos, Nuon Chea; y el ministro de Asuntos Exteriores, Ieng Sary, escucharon en silencio las acusaciones de genocidio, crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad que pesan sobre ellos.
El Tribunal quiere que los tres acusados escuchen su condena antes de morir
La Fiscalía les refrescó después la memoria con una detallada descripción de sus crímenes. "El Partido Comunista de Kampuchea convirtió Camboya en un campo de concentración masivo, produciendo así una nación entera de prisioneros viviendo bajo un sistema de brutalidad", aseguró la fiscal Chea Leang, quien les acusó de "orquestar" las matanzas y de "planear" el genocidio de las comunidades musulmana y vietnamita.
En el banquillo faltaba una cuarta persona, la exministra de Asuntos Sociales, Ieng Thirith, que la semana pasada fue declarada incapacitada para ser juzgada por la demencia que padece. Thirith tuvo un papel clave en las purgas internas ordenadas por el hermano número uno, Pol Pot, a partir de 1976.
El llamado Caso 002, que juzga la responsabilidad de los líderes aún vivos, comenzó el pasado mes de junio con unas vistas preliminares que dilucidaron sobre qué crímenes podían ser imputados y qué acusados podían ser juzgados. Este tipo de cuestiones, junto a la complejidad de las pruebas y testimonios, ya alargó el caso precedente, que puso en el banquillo de los acusados a Duch, el director de una de los principales centros de detención del régimen, y cuya sentencia definitiva se espera para el próximo mes de febrero.
"Tienen millones de pruebas, todos somos una prueba", dice una víctima
"¿Cómo es posible que dure tanto tiempo? Los crímenes están muy claros, ¿no?", aseguró Ech Say, una minúscula mujer que ha puesto una demanda en el Tribunal por la muerte de diez de sus familiares. "Tienen millones de pruebas. Todos nosotros somos una prueba", afirma Say.
Las víctimas se han mostrado también furiosas por la falta de cooperación de los acusados, ya que sólo Khieu Samphan, el menos importante de los líderes, se ha mostrado dispuesto a colaborar, mientras que Ieng Sary asegura que no testificará. "¿De verdad que no van a hacer nada para que declare?", se mostró furioso Trach Mon, un habitante de Kompong Speu, provincia cercana a la capital.
El proceso es demasiado complicado para las víctimas. El caso ha sido segmentado en pequeños juicios, con el objetivo de simplificar una investigación que implica a casi 4.000 acusaciones civiles y más de 10.000 páginas de documentos. El Tribunal pretende así que los acusados, todos ellos octogenarios, escuchen al menos una sentencia antes de morir, para conceder así a las víctimas al menos algo de justicia.
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