Este artículo se publicó hace 14 años.
"Los delitos de genocidio no pueden quedar impunes"
En el día internacional de los derechos humanos, Julia Cortez, presidenta de la AJR de Guatemala reivindica la memoria de las víctimas de los gobiernos militares
Patricia Campelo
Julia es una mujer valiente y sosegada. Lo dice la impávida expresión de su rostro y sus manos pequeñas con las que acompasa cada palabra que pronuncia. Se define con humildad como "una ama de casa" que trabaja las tierras que dan de comer a su familia y retiene el dato sobre su labor de militancia hasta que no se le pregunta directamente.
Julia Cortez Tecú es la presidenta de la Asociación Justicia y Reconciliación (AJR), entidad invitada por la Fundación Paz y Solidaridad (CCOO) para que den a conocer en España el trabajo que desarrollan en Guatemala en el ámbito de los derechos humanos y de la recuperación de la memoria histórica.
Con motivo del Día Internacional de los Derechos Humanos, Julia, en representación de la AJR, ha tenido la primera oportunidad de visitar España y conocer a miembros de las asociaciones de memoria, integradas en la Plataforma contra la Impunidad del Franquismo, con quienes se ha reunido para compartir experiencias y plantear posibles modos de colaboración.
Víctima del genocidioLa circunstancia familiar llevó a la presidenta de la AJR a emprender el camino de la militancia en los derechos humanos. Es hija y hermana de dos víctimas del genocidio maya que asoló Guatemala durante la conflicto armado interno que desangró el país entre 1960 y 1994, y que alcanzó su mayor punto de brutalidad en la década de los 80.
"Trabajamos por las víctimas de los años 80 a 1996 porque fueron años muy duros, donde no se respetaban los derechos fundamentales", rememora Julia, quien subraya que es el momento de que los que sobrevivieron a la tragedia busquen justicia y "que no queden impunes los delitos".
El gobierno entregó viviendas defectuosas a víctimas del genocidio para reparar su dañoEl testimonio de la presidenta de la AJR es el de una mujer que no tiene miedo, a pesar de las represalias que existen en su país contra quienes militan en defensa de la justicia.
Recuerdo colectivoEn Rabinal recuerdan cada una de las fechas en que se masacraron a sus seres queridos. La AJR, formada por 300 miembros, realiza 22 conmemoraciones al año en las cinco regiones donde desarrolla su labor.
El trabajo que realizan por "recordar y no olvidar" lleva a las víctimas a organizar actos, desde hace diez años, en colaboración con otras comunidades afectadas por la represión de los gobiernos militares, y, de esta manera, construyen su duelo de manera colectiva: "Una vez al año hacemos un encuentro con otras comunidades con las que compartimos el dolor por la pérdidas de nuestros familiares", relata Julia.
Los paralelismos con el movimiento ciudadano de la recuperación de la memoria histórica en España son más que evidentes. "En el año 2000 comenzó la asociación porque empezaron a producirse las primeras exhumaciones", señala la activista sobre lo que fue el cumplimiento, por parte del Estado guatemalteco, de una de las recomendaciones que le hizo la Comisión para el Esclarecimiento Histórico (CEH), al amparo de las Naciones Unidas, tres años después de finalizar el conflicto armado.
A pesar de los mecanismos de la comunidad internacional para lograr verdad, justicia y reparación "el Estado no ha hecho lo suficiente", denuncia Julia, quien confía en que un nuevo cambio que se dará pronto en el Ministerio Público, "retome su causa y pueda hacerse justicia". Asimismo señala que parte de la reparación insuficiente del Gobierno de Guatemala consistió en "levantar unas casas para las víctimas que pasados unos tres años se venían abajo".
Visibilizar el genocidioDar a conocer la historia hace que no vuelva a repetirse". La líder de AJR conoce bien la máxima de Churchill que repite con frecuencia porque considera muy importante que "los testigos del genocidio certifiquen lo que pasó y que no se olvide".
Transmitir la memoria histórica a los jóvenes es una tarea vital que la asociación no ha descuidado. "Por lamentable que sea lo que pasó, no podemos esconder la historia a la juventud aunque - reconoce Julia- hay historias horribles que no se han contado por la dureza de su relato".
Un mural con 2000 fotos recordó a los muertos y desaparecidos el pasado noviembreConsciente de las críticas que suscita su compromiso social, responde a quienes tratan de acallar a los militantes de AJR aduciendo que "tanto recordar, acabará repitiéndose la tragedia". "Dando a conocer la verdad, concienciamos a los jóvenes para que no repitan los errores del pasado", insiste.
Uno de los recursos que utiliza esta entidad es el de la "memoria fotográfica". El pasado noviembre, más de 2.000 nombres y fotografías de mujeres, hombres, ancianos y niños asesinados por militares entre 1981 y 1982, llenaron la pared de un cementerio de Rabinal en un acto simbólico "por el recuerdo y la dignidad" de las más de 200.000 víctimas entre muertos y desaparecidos que dejó el conflicto, según el informe de la CEH.
Difícil reconciliaciónLa AJR busca "que no queden impunes los responsables de torturas, asesinatos, violaciones y demás agresiones terribles" y reconoce Julia que la "reconciliación" que la propia asociación lleva por nombre es un concepto que a ella le cuesta mucho asimilar. "Reconciliar es algo que no podremos hacer".
Esta campesina y ama de casa encuentra un punto de satisfacción en su lucha al sentir que lleva consigo "la memoria" de sus "seres queridos" y que contribuye activamente a "visibilizar lo que sucedió", como superviviente de una tragedia que la llevó cuatro años a vivir en la montaña.
"No se puede esconder la historia, por lamentable que fuera" "Tras la masacre del 15 de septiembre de 1980 a los campesinos de mi región, tuvimos que refugiarnos en las montañas para salvar la vida", un lugar en el que asegura no haber visto "a ningún guerrillero". "Los soldados nos acusaban de ser la guerrilla, pero vivíamos allí solo para defender nuestras vidas".
Como prueba que refuta sus palabras, Julia esgrime un último argumento: "En las exhumaciones de aquellos campesinos no apareció ni una sola arma de fuego".
El cuerpo de la hermana de la presidenta de la AJR fue hallado recientemente. El de su padre, en cambio, continúa buscándolo. Ambos fueron asesinados durante el exilio interior que vivieron huyendo de los militares.
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