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Kenia bombardea bases de Al Shabab en Somalia como represalia tras el ataque a la universidad

El Gobierno de Nairobi ofrece una recompensa de 200.000 euros por cualquier información sobre el líder de los terroristas y cerebro del atentado que causó 148 muertos

Soldados kenianos junto a la Universidad de Garissa. - REUTERS

AGENCIAS

NAIROBI.- Kenia ha comenzado a bombardear bases de Al Shabab en el sur de Somalia como respuesta al peor atentado perpetrado por el grupo yihadista somalí en el país: el ataque a la Universidad de Garissa, donde el jueves asesinaron a 148 personas.

Aeronaves del Ejército keniano atacan desde el domingo dos bases de los radicales, Gondodowe e Ismail, en la región de Gedo, en el sur de Somalia y próxima a la frontera con Kenia, confirmaron este lunes fuentes militares.

Todavía sin cifras oficiales sobre las muertes que han provocado los ataques de la Fuerza Aérea keniana, residentes de la región somalí han denunciado que en la operación han muerto civiles y ganado. "Todavía no se han identificado bajas de Al Shabab en la zona", informaron vecinos de Gedo.

Además de los ataques aéreos, el Gobierno de Nairobi ha ofrecido una recompensa de 20 millones de chelines (casi 200.000 euros) por cualquier información que conduzca a la captura del líder de Al Shabab en la región somalí de Juba, Mohamed Kuno, supuesto 'cerebro' del ataque perpetrado contra la Universidad.

El Ministerio de Interior keniano ha difundido en las últimas horas una fotografía de Kuno, conocido también con los alias de 'Dulyadin' y 'Gamadhere', en la que le identifica como el criminal "más buscado" del país africano.

Kuno ya estaba en el radar de las autoridades kenianas como presunto responsable de la cadena de atentados perpetrada el año pasado contra la región costera, en los que murieron decenas de personas. Hasta ahora, ofrecían una recompensa de dos millones de chelines (unos 20.000 euros).

Al parecer, Kuno es el responsable de las Operaciones Exteriores de Al Shabab en Kenia, donde actúa usando a miembros de su familia para atravesar la línea limítrofe con Somalia y en alianza con otros tres dirigentes de la secta islamista. El líder yihadista es un ciudadano keniano que abandonó su trabajo como director de una madrasa en la localidad de Garissa para sumarse a las filas de la Unión de Cortes Islámicas, embrión de Al Shabaab, en 2009.

Mala gestión del ataque

Kenia comienza así a cumplir con la promesa realizada el sábado por su presidente, Uhuru Kenyatta: "Garantizo a los kenianos que mi administración responderá de la forma más severa posible al ataque de Garissa", dijo.

La administración keniana se ha visto obligada a dar una respuesta rápida a la mala gestión de un ataque que, según confesó el día de la matanza el propio ministro de Interior, Joseph Nkaissery, ha pillado por sorpresa a su Gobierno. "El ataque de Garissa ha sido uno de esos incidentes que pueden sorprender a cualquier país", dijo, pese a las numerosas alertas de seguridad recibidas por las principales embajadas en Kenia en las semanas previas a la masacre.

A finales de marzo, Kenyatta alardeaba en el debate sobre el estado de la nación de las mejoras en la seguridad del país, gracias a medidas tan extremas como la deportación de refugiados somalíes o la construcción de un muro en la zona sur de su frontera con Somalia, cerca de la turística isla de Lamu. Tras la tragedia de Garissa, la oposición pidió la retirada de las tropas kenianas desplegadas en Somalia para combatir a Al Shabab, argumento esgrimido por los terroristas para mantener su campaña de terror en Kenia. 

"Tenemos una larga frontera con Somalia e incluso levantando un muro, no funcionará. Es el momento de buscar la forma de retirar nuestras tropas de Somalia", subrayó el líder de la oposición, Raila Odinga. Líderes del noreste de Kenia, donde se encuentra Garissa, se han apresurado a reclamar el cierre del campamento de refugiados de Dadaab, uno de los mayores del mundo y donde la mayoría son somalís.

En la sociedad civil, destacados activistas e intelectuales han pedido transparencia y justicia para las víctimas en un país demasiado acostumbrado a la violencia, procedente tanto del terrorismo de Al Shabab como de tensiones étnicas internas.

El escritor Binyavanga Wainaina cree que Kenia debe recordar a todas sus víctimas: "No somos una nación si no podemos recordar a todos los ciudadanos que perdemos (...) El olvido no es bueno", sentenció. El activista Boniface Mwangi, que acusa al Gobierno de ocultar una cifra de muertos en Garissa que estima superior a los 200, ha llamado a la ciudadanía a participar en una vigilia mañana en Nairobi para recordar a los estudiantes asesinados.

La operación militar, todavía en curso, se ha centrado en las dos bases de las que, según fuentes del Ejército, procedían los milicianos de Al Shabaab que masacraron a los estudiantes de Garissa. Kenia ha tenido dificultades para detener el flujo de yihadistas y armas de Al Shabaab a través de la porosa frontera de 700 kilómetros que la separa de Somalia, en un estado de guerra y caos desde hace más de dos décadas.

Esto ha permitido que, en el último año, se hayan incrementado los ataques contra ciudades kenianas fronterizas, como Mandera o la propia Garissa. Pero el ataque contra la Universidad de Garissa ha sido el peor que sufre Kenia desde el atentado de Al Qaeda contra la embajada de Estados Unidos en Nairobi en 1998, cuando murieron 213 personas.

Al Shabaab ha matado a más de 400 personas en Kenia desde abril de 2013 en represalia por el envío de tropas a Somalia, para impedir que los yihadistas instauren un estado de corte wahabí en ese país del Cuerno de África.

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