Este artículo se publicó hace 2 años.
Una UE dividida se reúne con Blinken para hornear una respuesta "firme" y "rápida" ante una eventual invasión rusa a Ucrania
Los ministros de Asuntos Exteriores europeos se reúnen el lunes con el jefe de la diplomacia estadounidense para pasar revista a una situación que mantiene en vilo en Europa y para coordinar la crucial respuesta que Occidente dará a Rusia en los próximos
María G. Zornoza
Bruselas-Actualizado a
"Es un giro bastante interesante el que estamos viendo en Europa. No está claro qué pretenden. Quizá recordarles al resto del mundo que existen cuando ni siquiera están en estas conversaciones". Estas palabras de Sergei Lavrov, ministro de Asuntos Exteriores ruso, tras finalizar la reunión con su homólogo estadounidense Anthony Blinken en Ginebra son un buen ejemplo de cómo ve el Kremlin el papel de los europeos: residual.
La UE como bloque no participa en ninguna de las negociaciones que se suceden durante estas semanas para rebajar la tensión en la frontera ucraniana. En Bruselas repiten que los rusos tendrán que hablar con los europeos "les guste o no", pero son conscientes de que la única opción aceptable para los de Putin en estos momentos es mantener el diálogo sobre la seguridad europea con Estados Unidos.
Las negociaciones del viernes en la ciudad suiza dejan un sabor agridulce: se gana tiempo, pero se pierde otra oportunidad para descartar un nuevo conflicto bélico en el Viejo Continente. Y Bruselas busca su lugar en esta macro-crisis. "Nada será decidido sobre los europeos sin los europeos. Es inconcebible que cualquier decisión se tome sin nosotros", reiteran fuentes comunitarias.
Calendario: ¿y ahora qué?
Los 27 ministros de Asuntos Exteriores europeos se reúnen el lunes en Bruselas para medir la temperatura de la situación actual y tratar de fijar con Blinken, que participará por videoconferencia, una coordinación transatlántica. No obstante, se prevé que de la cita no salgan decisiones más allá de reiterar la amenaza del elevado coste político y económico que tendría para Rusia una intervención militar en Ucrania.
La propia Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, ha advertido recientemente de que una reinvasión rusa a su vecino tendría consecuencias económicas y financieras "masivas". Pero en la capital comunitaria llevan estos preparativos con mucha cautela para no revelar sus cartas, aunque fuentes conocedoras de la negociación aseguran que si se desata el peor escenario, la UE respondería de forma "firme" en cuestión de días. "No sabemos qué van a hacer los rusos pero afrontamos la situación más importante de seguridad en Europa desde el fin de la Guerra Fría. Y la respuesta europea estará a la altura de los desafío", aseguran.
Los europeos están debatiendo varias opciones, pero no cuentan con un esquema cerrado. Y tampoco la Comisión Europea ha presentado al Consejo una lista de sanciones. Entre las opciones a debate se encuentran restricciones a las exportaciones, incluidas las del gas, limitaciones al intercambio comercial o la desconexión de Rusia del sistema interbancario SWIFT, que dejaría prácticamente aislado al aparato financiero del país. Este último movimiento solo se ha aplicado a Irán.
Los ministros, sin embargo, no debatirán el lunes el alcance de las sanciones. Y, desde luego, no se aprobarán más medidas restrictivas. La UE renueva progresivamente las sanciones que impone a Rusia desde la anexión de Crimea y la invasión del Donbás en 2014. Son, junto a las que mantenia sobre Irán, las más potentes en la historia del club comunitario. Y una nueva agresión rusa a su vecino supondría otro cortafuegos "sin precedentes" destinado a acorralar al régimen de Putin y asfixiar la economia del país.
División en el seno europeo
Los Veintisiete convergen en el fondo, pero difieren en las formas. Abogan por responder con más sanciones si hay escalada bélica de cualquier tipo. Pero el Este y los Bálticos las quieren ya, preventivas y de gran alcance. Mientras que otros liderados por Alemania y Francia abogan por el sosiego y por explotar la vía diplomática. También coinciden en la apuesta por el diálogo, pero mientras Macron activa la tecla para que la UE tenga voz y voto en las negociaciones, otros como España –postura que es la mayoritaria- subordinan su sillón al papel de Estados Unidos y de la OTAN. Hace unos meses, los europeos no fueron ni capaces de acordar un encuentro a nivel UE-Putin, algo que con poca duda no sentó bien al orgullo del presidente ruso.
Aunque los europeos insisten en que nos encontramos ante la situación de seguridad más volátil de las últimas tres décadas, sus limitaciones en materia exterior y de defensa han provocado que su reacción se circunscriba al ámbito de la OTAN. Tampoco aquí hay unidad. España y Países Bajos han enviado cazabombarderos y buques en el marco de la misión de la Alianza. Estonia, Letonia y Lituania enviarán a Kiev material como misiles antiaéreos. Pero por otro lado, Francia y Alemania se niegan a suministrar equipamientos armamentísticos y buscan reactivar el diálogo en el formato de Normandía (mesa que sienta a Berlín, París, Kiev y Moscú).
Mientras se explota la vía diplomática, ambas partes continúan en paralelo armándose. Rusia ha movilizado a tropas en Bielorrusia y se niega a retirar a los 106.000 soldados que mantiene en Ucrania. Por su parte, Estados Unidos ha dado luz verde a un paquete de 200 millones de euros a Ucrania que le proporciona material médico y munición para una eventual batalla, aunque los de Biden descartan de momento desplegar tropas. Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, ha señalado recientemente que si Rusia pretendía disminuir la presencia atlántica en el flanco oriental, está consiguiendo justamente lo contrario.
Sanciones sobre la mesa
Lavrov pide rebajar la "histeria" de Occidente ante lo que considera una amenaza "imaginaria". Occidente le responde que la única vía para ello es que repliegue las tropas de Ucrania. En este escenario molotov, las líneas rojas de las partes no se mueven. Rusia pide garantías legales de que la OTAN no se extienda al Este, así como la retirada de material bélico de los aliados en sus fronteras. Estados Unidos responderá a estas demandas la próxima semana. Es la única patada hacia adelante rubricada en Ginebra. Por ello, los días venideros y la reacción de Moscú serán determinantes para el devenir de esta crisis que mantiene en vilo a Europa. Washington asegura que consultará este escrito con sus aliados europeos antes de remitirlo al Kremlin.
Nadie sabe cuál será el resultado de esta crisis. Pero hay algo en lo que todos coinciden: Putin hará prevalecer su orgullo y no permitirá que Rusia salga proyectado como perdedor. Por ello, con las posiciones tan enfrentadas e irreconciliables, todas las opciones están abiertas. El propio jefe de la Armada Naval alemana ha señalado recientemente que el "presidente rusos solo quiere respeto". "Y, por favor, el coste de dárselo es pequeño. La península de Crimea se fue y no volverá (…) Putin está presionando porque sabe que puede hacerlo para dividir a la UE, pero todo lo que busca es respeto", ha señalado.
Qué nos dice la lección de Crimea
La UE impuso sus primeras sanciones a Rusia un día después del referéndum en Crimea, que consumó una anexión no reconocida por la comunidad internacional. Desde entonces, las relaciones Bruselas-Moscú no levantan cabeza. Las medidas, no obstante, no han afectado a grandes funcionarios u oligarcas rusos y aunque sí han tenido un impacto notable en la economía del país no han cumplido el objetivo disuasivo para el que están pensadas.
Durante estos años, Rusia ha pasado de ser para la UE un vecino estratégico a un dolor de cabeza estratégico. Putin ha sabido aguantar el envite de las sanciones internacionales modelando su modelo económico. Pero los europeos han carecido de visión largoplacista y han quedado a merced de su dependencia energética del Kremlin, del que importan más del 40% del gas. En este equilibrio geopolítico, económico y energético de alto voltaje nadie enseña sus cartas. Pero la opción de mantener encuentros poco sustanciales no puede prolongarse sine die. Por ello, los próximos días serán claves para el futuro inmediato de la seguridad en Europa.
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