Este artículo se publicó hace 3 años.
La UE se va a Navidad descoordinada en la pandemia, con la vecindad incendiada y sin acuerdo sobre la luz
Polonia y Chequia vetan las conclusiones de la crisis energética, la prioridad española en la última cumbre europea del año. Además, los 27 líderes piden coordinación ante el huracán de ómicron, pero la realidad deja medidas unilaterales y dispares en cada país.
María G. Zornoza
Bruselas-Actualizado a
Hay muchas expectativas en los resultados de las cumbres europeas. Las citas son épicas por el fondo y por las formas. Seis veces al año, 27 líderes de Estado y de Gobierno se encierran durante jornadas maratonianas para resolver los problemas acuciantes de la UE. Draftings -como se llama en la jerga a la elaboración de las conclusiones finales-, encuentros bilaterales en los pasillos, alguna intoxicación interesada a la prensa y muchos ojos internos y externos en el edificio del Justus Lipsisus –epicentro del Consejo Europeo- crean el caldo de cultivo para esperar grandes resultados.
Pero en la mayoría de ocasiones, este tipo de eventos sirven para un cometido: certificar las divisiones internas de las capitales. Cada Estado miembro llega con su agenda, con sus prioridades y con intereses en juego muy diferentes. A veces, una sola coma del texto final marca la diferencia. Y otras, una palabra en lugar de otra puede dar paso a un bloqueo rotundo que certifica las enormes divisiones internas.
La última cumbre europea de 2021 pone fin a un año de emociones fuertes dentro del bloque comunitario. Y lo hace dejando patentes las divergencias europeas en tres cuestiones clave para el futuro inmediato del bloque comunitario: la crisis energética, la tensión en la frontera ucraniana por una potencial invasión rusa y la gestión de la pandemia del coronavirus.
Jarro de agua fría para España
El Gobierno de Pedro Sánchez aterrizaba en el Consejo Europeo con ganas de dar la batalla para arañar concesiones concretas y conjuntas que permitiesen hacer frente al alza de los precios de la luz, que el jueves marcaba otro récord histórico sorpasando por primera vez la barrea psicológica de los 300 euros por megavatio hora. El resultado ha sido un jarro de agua fría. Madrid se marcha con las manos vacías después de que Polonia y Chequia bloquearan las conclusiones por discrepancias en el sistema de comercio de emisiones (ETS).
Sánchez: "Lamentamos no haber llegado a un acuerdo, pero estamos abriendo camino"
"Lamentamos no haber llegado a un acuerdo, pero estamos abriendo camino. Esto no significa que no se vaya a seguir tratando estos temas en los próximos Consejos", se ha lamentado el presidente del Gobierno español al final de un encuentro que se ha prolongado durante más de 14 horas. "La crisis del precio de la energía afecta a todos los ciudadanos y familias más vulnerables. No podemos permitirnos el lujo de adoptar conclusiones que no aborden los picos de los precios de la energía", se ha excusado Mateusz Morawiecki, primer ministro polaco, reacio a los impuestos al CO2 en el país más dependiente del carbón en la UE.
Todo ello llega a las puertas de un invierno que se prevé gélido y con los precios en la factura de la luz sin visos de calmarse. Una de las cuestiones de fondo que divide a las capitales es la arquitectura de esta crisis. Para España, se trata de un problema estructural. De base. Y, en consecuencia, exige medidas contundentes y rápidas en el corto plazo y de calado en el largo para poder sortear este tipo de eventualidades en el futuro. Propone, por ejemplo, una compra conjunta de gas.
La Comisión Europea ha recogido el aguante proponiendo esta semana una medida en esta línea, pero es voluntaria y contemplada para escenarios que no satisfacen las ambiciones españolas. Madrid cuenta con el apoyo de países como Francia o Grecia, pero se topan con las resistencias de Alemania y los países del norte, que ven esta como una crisis transitoria y no quieren armar una revolución que ponga patas arriba el sistema energético vigente en la UE.
Pandemia y Rusia, las crisis sin fin
Tampoco es un buen momento pandémico dentro del bloque comunitario. Tras meses de una aparente normalidad, las variantes delta y ómicron posicionan al Viejo Continente como el epicentro global de la crisis sanitaria. Varios Estados miembros registran casos sin precedentes y el nerviosismo cunde de cara a salvar la Navidad y para controlar la situación. Los Veintisiete insisten sobre el papel en la necesidad y deseo de coordinarse para tomar medidas comunes. Pero los hechos cuentan otra parte de la historia. De fondo sobrevuelan situaciones epidemiológicas muy diferentes: mientras España cuenta con el 80% de su población inoculada, otros como Bulgaria apenas arañan el 30%.
La UE no tiene competencias en materia sanitaria
Pero sobre todo planean diferencias a la hora de abordar la situación. La UE no tiene competencias en materia sanitaria. Corresponden al completo a los Gobiernos nacionales. Y estos han decidido actuar de forma dispar. Mientras algunos como Austria o Grecia impondrán la vacunación obligatoria, otros como España no se lo plantean. Mientras unos como Italia, Portugal o Irlanda exigen PCR –además del certificado europeo- a los viajeros europeos, otros patalean por desvirtuar el pasaporte covid, una de las medidas europeas estrellas que estaba llamada a eximir de test y premiar a los vacunados.
"Es necesario seguir trabajando de manera coordinada para responder a la evolución de la situación conforme a los mejores datos científicos disponibles, garantizando al mismo tiempo que cualquier restricción se base en criterios objetivos y no menoscabe el funcionamiento del mercado interior ni obstaculice de manera desproporcionada la libre circulación entre los Estados miembros o los viajes a la UE", reza el ambiguo acuerdo alcanzado en la cumbre.
Fuera, pero cerca de las fronteras europeas, la imagen no devuelve un escenario mucho más optimista. La posible intervención militar rusa en Ucrania ha sido el gran elefante en la habitación de la jornada. La UE ha reiterado el mensaje que lleva lanzando desde hace semanas, cuando la inteligencia estadounidense desveló que el Kremlin ha movilizado a más de 100.000 soldados en el Donbás: una agresión rusa conllevará "consecuencias masivas y un gran coste económico y político".
Bruselas baraja cinco escenarios de respuesta, pero se niega a revelar detalles para no dar ventaja al impredecible Vladimir Putin. Nadie duda de que una incursión bélica supondría más sanciones económicas europeas a Moscú. Pero los países del Este y los Bálticos no quieren esperar a que este escenario se materialice y piden medidas restrictivas y preventivas ya. Un escenario poco probable debido a la apuesta por el diálogo y la diplomacia lanzada por el eje franco-alemán. La UE cierra así un año en el que las viejas crisis y las nuevas se entremezclan. Y todas ellas continuarán coleando en 2022.
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