a coruña
Actualizado:Empanadas en Luintra, líneas de ayuda, ruedas de prensa y Galicias Futuras. Trece años con Núñez Feijóo a la cabeza de la Xunta de Galicia dejan varias tareas pendientes en el campo cultural: una planificación organizada, un diálogo más útil con los distintos sectores y la definición de un modelo cultural donde puedan participar las iniciativas medianas y de base. También, la constatación y constante renovación de la tesis fraguista de la cultura como herramienta política y creadora de una particular idea de nación.
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Podríamos comenzar este reportaje hablando del Gaiás, de la Cidade da Cultura. 300 millones de euros. Seguramente usted estuvo allí. Estuvo allí físicamente o a través de la televisión, donde los planos del apodado vacinódromo registraron las largas filas de gente esperando por su dosis de Pfizer o Moderna y, en el mismo giro de cámara, se llegaban a ver las colinas y líneas curvas de un agujero negro en gasto cultural que lleva presente en nuestras cabezas desde aquel concurso público para su construcción, allá por 1999.
Fue una época donde, encima del ladrillo, España iba a construir un ostentoso, dorado y marbellí jardín del Edén. Pero para entender estos trece años de política cultural no es preciso mirar solamente las cifras megalómanas de la Cidade da Cultura o escuchar las críticas de las fuentes que trabajan día a día desde las editoriales, colectivos, cine, producción o tablas del teatro; es preciso entender la función de la cultura en el pensar orgánico del partido que, hasta hoy, tiene la mayoría absoluta en Galicia, el Partido Popular de Galicia, el PPdeG.
Los quince años de fraguismo, del 90 al 2005, dejaron una huella y un sello de marca de lo que sería la Galicia de aquel futuro soñado: una relación nacional-popular entre los conservadores y el "ser" gallego en la literatura de la rama piñeirista, la tolerada para el campo progresista –eran los años del consenso socialdemócrata y democristiano en Galicia y Europa– y en la política cotidiana –no es casual ver a Baltar, presidente de la Diputación de Ourense, con el pin de la sirena de Castelao en la americana, así como la presencia única de la bandera gallega en los actos de la Deputación– y las fiestas locales y el ruralismo bucolizado del país entendido como un One Nation disraeliniano, versión noroeste apenoviana.
Pero, por encima de todo, está presente una transversalidad conservadora que supo leer la importancia de abrir las emisiones de la Televisión de Galicia un 25 de julio con el cortometraje Mamasunción, de Chano Piñeiro. La historia de una madre cuyo hijo es emigrante.
Xosé Luis Barreiro Rivas, entonces vicepresidente de la Xunta y principal impulsor de la creación de la CRTVG fusionó, de ahí en adelante, la nueva ola europeizada, vanguardista y personal de los brotes de un nuevo cine gallego con la visión absorbente de unos conservadores que, a la inversa de sus compañeros en el campo estatal, entendían y entienden la práctica política como asimilación y transformación.
Fueron los años en los que Fraga presumiría después en sus memorias, de trasladar a Gerardo Fernández Albor de los "altos cenáculos de Compostela" a "esta vida", en referencia a la política de a pie donde el sonido de la gaita estaba presente en la misma sinfonía junto con los discursos en castellano y gallego, la empanada en Luintra y los chorizos en las fiestas populares de todos los puntos cardinales del país después de la inauguración de una exposición de arte, un auditorio o una presentación literaria. El "populismo gastronómico", como ya lo había apodado el pensador Carlos Calvo Varela.
Hoy es más notable la impresión de la herencia nacional-popular-burócrata de José Manuel Romay Beccaría en un Núñez Feijóo que, cuando anidó bajo sus alas, aun no había llegado a la treintena.
El reparto de cartas nos nuestros días es más evidente entre el PP de a pie, presente en todo tipo de fiestas culturales gastronómicas, gastrónomo-literarias y homenajes culturales que van desde Castelao y Rosalía, pasando por Xosé Filgueira Valverde hasta Xela Arias y el PP del birrete, con ruedas de prensa y anuncios constantes desde San Caetano o el Gaiás, en un ámbito normalmente ligado a la juventud o a las nuevas tecnologías, con exposiciones que van desde Galicia Futura o Galicia de Nós a Nós (ambas programadas dentro del programa del Xacobeo 2021-2022), para enojo constante de la intelligentsia de la oposición progresista, que ve como se le roba su idea de "Galicia".
En un mismo discurso conviven la magia del paisaje y paisanaje de la belleza y delicadeza cunqueiriana del rural con los principios de fría demanda, oferta y una particular visión del progreso del PP más urbano: el de náutico, pantalón vaquero pitillo y un corte de pelo con alguna greña y patillas estilo Diego Calvo.
Comentan los trabajadores de la cultura que la huella de la absorción constante sigue siendo línea de actuación: "Estoy fascinado con lo que programan en la Cidade da Cultura desde la Covid, están empleando la Cidade da Cultura como lugar de marketing y anuncios en relación con la cultura. La función es siempre la misma, ves a Anxo Lorenzo, a Jacobo Sutil… Es una operación publicitaria y ves cómo están extrayendo el valor cultural. Se apropian de las actividades y la visibilidad de nuestro trabajo haciendo campañas en las que se van sumando agentes de la cultura a estas fotos, un escaparate donde van anunciando distintas medidas. A nivel simbólico es un nuevo nivel de extracción", relata Javier Martín, artista de danza y de la interpretación y una de las voces más críticas con la deriva actual del Centro Coreográfico Gallego (CCG).
Esta entidad, sin dirección durante dos años, vio reducido en un 66% su presupuesto en 2020, provocando numerosas protestas en el sector de la danza. "La situación del Centro Coreográfico Gallego pasa por un concurso bastante perverso. La persona que ganó el concurso era precisamente significada en el sector por su desafección con la danza. Esa persona es la actual directora del CCG. Es una falta de ética absoluta. El problema más grave es que el pliego de concurso de la Agadic –Axencia Galega das Industrias Culturais– permite que algo así suceda" cuenta Martín, en referencia a la actual directora del CCG, Pilar Portela, insertada en el organigrama de Agadic en la coordinación de Música y Danza.
El "reparto de recursos" y la "falta de política cultural" que menciona Martín coinciden con la visión de los dos directores de las principales editoras de libros en gallego: Galaxia y Xerais. Francisco Castro, de Galaxia, hace alusión a la situación de la lengua gallega como origen de las preocupaciones en el sector:
"Fueron trece años muy malos. El sector editorial gallego tiene una primera dependencia, que no es la Administración o el mercado, es la salud de la lengua gallega. Si nosotros cogemos el nivel de gallegohablantes de hace doce años y los que hay ahora, si analizamos los estudios de la Real Academia Gallega y del Consello da Cultura Galega, constatamos una pérdida de hablantes terrible. La situación es muy negativa, el núcleo absoluto de cualquier empresa cultural gallega es la salud de la lengua, y es nefasta", alude el vigués, algo en el que concuerda plenamente Fran Alonso, cabeza editorial de Edicións Xerais: "Está habiendo un abandono muy grande en las ciudades debido a la presión enorme del castellano. Todos aquellos tópicos de los años 80 y 90 siguen vivos hoy. Eso significa que la política lingüística fue absolutamente nefasta. La lengua es la base de la cultura gallega. No hay un diseño serio y atrevido de una política lingüística transversal. Creo que esto forma parte de la estrategia de debilitar al gallego. Esto ya no es abandono, sino una estrategia que oculta algo tan grande como dejar morir una lengua. Tenemos que reivindicar la conciencia de la sociedad civil", argumenta Alonso.
Ambos editores están de acuerdo en la necesidad de la puesta en marcha de la Lei do Libro, aprobada por todos los grupos de la Cámara gallega en el año 2006 y frenada en el tiempo por el Gobierno popular: "Hay un incumplimiento general de la Lei do Libro, las cifras son escandalosas. El 61% de la población gallega es lectora, de ese 60% solo un 7% lee gallego de forma regular. La bajada de la cifra es un abismo. Denota dónde son necesarias las políticas", denuncia Alonso.
Por su parte, el actual secretario general de Política Lingüística, Valentín García, disiente: "Ahí tenemos visiones distintas con los editores. Tuvimos que habilitar políticas de auxilio al sector cultural, pero el sector del libro aguantó muy bien el golpe, se siguió consumiendo literatura. La cosecha de premios de nuestros autores a nivel español muestran un músculo literario más grande. ¿Tenemos que meter más recursos? Sí. ¿Tenemos que internacionalizalo más? Sí".
García hace balance positivo y reconoce las tareas pendientes de la Administración respeto de esta década: «Fueron trece años de consolidación y mucho trabajo. La sociedad está mucho más receptiva frente a lenguas medianas, la nuestra cuenta con casi dos millones de hablantes. Hay más receptividad y, al mismo tiempo, más dificultad para su uso", explica el encargado político de la normalización del gallego.
García señala que, si bien la enseñanza tiene incidencia en su uso, su foco está en las "nuevas plataformas" y en aquellos que dudan si hablar o no la lengua propia: "Tenemos que fijarnos en la gente que quiere hablar gallego y no encuentra políticas efectivas para apoyarles, combatir prejuicios y dar pie a las personas que quieren comenzar a hablar gallego. No podemos pretender una lengua exclusiva. Muchos hablantes no hablan gallego por cuestiones identitarias o ideológicas, o de conocimiento literario. La hablan porque la consideran una lengua amable, porque quieren ser plurilingües, por su poca distancia con el portugués, si hablas bien gallego puedes entenderte en la lusofonía. Son atractivos que tenemos que buscar y explorar. Es nuestra prueba de madurez", detalla el secretario general, que quiere poner nota positiva en la singularidad del gallego respeto de las otras lenguas minorizadas de su entorno: "De todas las lenguas cooficiales en España, la única mayoritaria en la población es el gallego. Somos líderes, el 51% de los gallegos hablan gallego por encima de castellano. El único parlamento donde se habla solo la lengua propia es el parlamento gallego", sostiene.
Manel Cráneo, ilustrador de cómic en gallego y también editor en Demo Editorial, pone el foco en la desatención en estos trece años del sector de la ilustración: "Si habían querido mojarse con el sector de la ilustración debería haber líneas de ayuda específicas. Las Letras Galegas tienen repercusión después de implicar a la sociedad tras décadas de trabajo", declara.
Cráneo afirma que estos años de gobierno "fueron un stand by": "No somos capaces de montar industria propia cuando tenemos todos los elementos, sobre todo en el cómic. Faltan políticas culturales que potencien nuevos lectores. El cómic es un producto cultural muy bueno para transmitir cultura. Me da lástima que como editor tenga que negociar con editoriales de fuera de Galicia para adquirir los derechos de un autor gallego", señala el ilustrador, que también pone el foco en la dificultad de acceder a las líneas de apoyo y en la situación precaria de los trabajadores culturales, en su mayoría autónomos.
Melania Cruz, actriz y cofundadora de la compañía IlMaquinario Teatro, reclama una mejora en las líneas de ayuda: "No tienes ayudas salvo que tengas un capital previo para poder llevar eso adelante, ya que comienzan a pagarte después de la producción. Tienes que adelantar todo, seguros, contratos, materiales… Lo importante sería tener una red potente de distribución. Llega un momento en el que los ayuntamientos no tienen dinero suficiente para contratar las compañías", explica la actriz.
"Hay casos buenos, como el premio Manuel María, donde se adelantan 4.000 euros, que parece una ayuda pequeña, pero es enorme, asegurándote ya treinta funciones. No hay otro premio a nivel autonómico que garantice una gira por Galicia". La intérprete demanda que la Xunta escuche un colectivo fuertemente precarizado y coincide con Manel Cráneo en que es responsabilidad del Gobierno gallego definir unas líneas claras sobre lo que es la cultura gallega, si se produce o no aquí y si su mano de obra es o no gallega.
"Habría que ver qué consideramos como cine gallego, ayudas que se reciben mediante productoras gallegas, pero con profesionales de fuera, mientras venden que el proyecto es íntegramente gallego. Eso está todo con dinero público de la Agadic. ¿Qué consideramos cine gallego? Se están vendiendo como producción gallega cosas que en lo material se están haciendo fuera. Ni siquiera son productos elaborados en gallego".
En el audiovisual de la memoria, en semejanza con el ocurrido con el CCG, pero de manera más prolongada en el tiempo, está la situación de la Filmoteca de Galicia, antiguo Centro Gallego de las Artes de la Imagen (CGAI), en situación de parálisis, salvo en sus ciclos de cine, desde hace una década. Si en 2006 su presupuesto era de medio millón de euros, en el ejercicio de 2020 pasó a 155.000 euros.
José Manuel Sande, programador de la Filmoteca y miembro del patronato de la Fundación Luzes, incide en que, se queremos preservar la Filmoteca se deben aplicar una serie de cambios: "Si ya con el bipartito se perdieron algunas funciones, con el PP se perdieron recursos y contenidos. Hay muchos retos para solucionar. En los últimos años no hay exposiciones, no hay biblioteca abierta para que vengan investigadores. Precisamos ese vinculo con el mundo académico. El cierre de la biblioteca es con el argumento de la falta de personal, ya que no convocan plaza para la dirección".
El cierre de la biblioteca significa perder una de las partes más relevantes de cualquier filmoteca, la investigadora, expone Sande. El experto en cine incide en la idea de garantizar un proyecto de espacio, la reapertura de la biblioteca con la consolidación de la investigación y apostar "por el patrimonio, darle una relevancia mayor y una mayor dotación económica. No hablamos de algo desorbitado, sino cubrir dos plazas y amplificar la confianza y los recursos en un campo primordial", describe.
Como ejemplo, la vasca Escuela Elías Querejeta, que cumple las funciones de Filmoteca Vasca con el añadido del comisariado cultural y de la propia creación audiovisual.
Lois Blanco, crítico y experto en teatro gallego, concuerda con Melania Cruz en la importancia de unificar y mejorar la distribución y ocupación de espacios: "Recuerdo un coloquio del Culturgal donde intervino gente de la diputación de Barcelona; allí ofrecían dinamización del tejido cultural en los ayuntamientos que hasta el momento no disfrutaban de eso. Esto en Galicia no existe. Precisamos una red que promueva equilibrar el territorio en oferta cultural. En Galicia tenemos ayuntamientos con lugares de espectáculo vacíos".
Blanco alerta sobre la decadencia en las ganancias de las compañías propias del país: "En el año 1998 Roberto Vidal Bolaño montó Rastros, su presupuesto eran veinte millones de pesetas, para todo. El propio Roberto cobró como un millón y medio de pesetas. Esto es muy demoledor, un espectáculo de este tipo se está haciendo ahora con máximos de 45.000 euros. Directores de escena comentan que lo que gastaban antes en un solo espectáculo es en la totalidad el presupuesto actual del Centro Dramático Galego. Con eso hacen tres espectáculos al año", relata Blanco.
El crítico denuncia una excesiva dependencia del teatro gallego del soporte público, con unos teatros que, cuando son de titularidad privada, como el de la fundación de Abanca en el García Barbón vigués, se tornan "inasequibles".
La visión desde el cooperativismo cultural también apunta a la necesidad de un plan unificado, una visión de país comprensible donde puedan crecer las iniciativas de base: "Esta ausencia hace que haya una sensación de improvisación y una desestructuración en la que parece que este Gobierno puede moverse libremente, sin demasiada presión y libre de cualquier compromiso", denuncia Manuel Roxo, de Culturactiva, empresa que lleva la promoción y agenda de artistas como Mercedes Peón, Luis Iglesia o Guadi Gallego, "un sector que no parece ser estratégico para el gobierno Feijóo, al margen del grande evento o de la mera subvención que convierte a los agentes culturales, cada vez, en más dependientes de la Administración, lejos de generar nuevos espacios nuevos públicos".
Destaca que no aprecian ninguna mano de ayuda por parte de la Administración gallega hacia cultura de base, siendo solo destacable "el trabajo de las entidades de fomento del cooperativismo y de la economía social gallegas, el asesoramiento que ofrecen, la realización de charlas y eventos en pro del cooperativismo y de las iniciativas por el autoempleo y fomento de la economía social", detalla Roxo.
En el campo musical, sostiene Xiana Lastra, trabajadora musical e integrante del grupo A Banda da Loba, a pesar de los deberes pendientes sí que se detectan mejoras subrayables: "De un lado diría que desde siempre hay diferentes circuitos, sí que se hizo bien desde Agadic con los ciclos de Cultura no Camiño. Algo innovador, también en el campo de las actuaciones en salas, ya que se está intentando regularizar la situación laboral de los músicos y de las músicas".
Desde Agadic, sostiene Lastra, "está habiendo apoyo" y se está abriendo una nueva vía y una seguridad para los músicos. Hay también, aún, muchas carencias, sobre todo para el conocimiento de la música propia al otro lado de las fronteras de Galicia: "Desde mi punto de vista no hay suficiente apoyo para que la música del país salga fuera. Hay ayudas para la distribución, pero son escasas. No hay circuito dentro de Galicia, no hubo iniciativa para crear uno de calidad. Si nos metemos en los berenjenales del Xacobeo, no se apuesta por la gente de aquí. Este año solo hay tres bandas gallegas, pero con artistas que no producen en lengua gallega".
En lengua gallega, este año, solo están Tanxugueiras y Roi Casal en el programa del Xacobeo. "Parece que sólo se pone en valor lo que viene de fuera. Claro está que los grupos de aquí no van a poder sumar gente si no están promocionados para que la gente los conozca. Claro está que no hay mínimos de presencia de música en gallego. Como institución, la Xunta debe exigir que un número mínimo de grupos sea en gallego" defiende Lastra.
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