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José Menese, una de las principales voces contra el franquismo y a favor de las raíces flamencas

Marcó su vida con estilos tan infrecuentes como las marianas, las bamberas, el polo o la caña y los romances y fue compañero de viaje de artistas como Rafael Albert, Fernando Quiñones y de José Manuel Caballero Bonald.

Foto de archivo del cantaor flamenco José Menese. - EFE

JUAN JOSÉ TÉLLEZ

José Menese fue una de las principales voces contra el franquismo y a favor de las raíces flamencas. Su muerte ha merecido un sinfín de pésames virtuales y tres días de luto oficial en el Ayuntamiento de la Puebla de Cazalla con la promesa, por parte de su alcalde, Antonio Martín, de que más temprano que tarde habrá allí una calle con el nombre del cantaor. Ya cuenta con una efigie, en el lugar de su infancia y de sus inicios como zapatero, antes de que el mismísimo Antonio Mairena avalara su perfil de cantaor honesto y de voz rotunda: todo un payo en el reino del cante gitano-andaluz, un canon que acuñara el mairenismo y el poeta Ricardo Molina en los años 50 del pasado siglo.

Algunos de los cantaores que también se identificaron con ese mismo perfil acudieron ayer a La Puebla para despedirle. Entre ellos, su paisano Diego Clavel, que junto con José Menese también fuera intérprete de las letras rebeldes y precisas de Francisco Moreno Galván. O Calixto Sánchez. Otros, le saludaron desde la distancia: “José Menese no innovó nunca”, le elogió José Mercé, a sabiendas de que probablemente fuera el mayor reconocimiento que esperase el cantaor fallecido. El artista más internacional de La Puebla –como le definió el escritor Miguel Angel Rivero, a la sazón concejal de Cultura-- se mantuvo fiel a la preservación del flamenco que enunciara Mairena frente a su mixtificación comercial.

En La Puebla de la Niña nació José Menese en 1942. Y allí murió, en la casa donde había encontrado sosiego y refugio junto a su compañera vital Encarnación Gil. Sus paisanos acudieron a honrar sus restos mortales a la capilla ardiente instalada en el Museo de Arte Contemporáneo 'José María Moreno Galván'. El amaba el arte y por eso se le veló allí. El no amaba el clero y por eso el parroco Manuel Avalos fue discreto en su responso, hasta pasar prontamente el testigo a Rivero y al guitarrista Antonio Carrión, el tocaor de Menese durante la última etapa de su vida. Ambos leyeron un texto lleno de memoria y de belleza, ante una muerte que, según sus palabras, "nos deja a todos con la boca seca y los corazones vacíos".

Carrión recordaba su fidelidad al compromiso político que le llevó a militar en el PCE a partir de 1968 y a pagar sus cuotas hasta su último mes de vida: “Se nos ha ido José Menese. Camarada, siempre nos quedará tu compromiso, tu bondad y tu arte”, rezaba el twitter que ayer difundió el Partido Comunista de Andalucía.

No innovó nunca, como diría Mercé, pero si lo hizo: en su repertorio cantaor, con estilos poco frecuentes ya entre los artistas de su época, como las marianas, las bamberas, el polo o la caña y los romances. Por no hablar de sus impecables e implacables tonás, soleares y seguiriyas. Su voz paseó desde las Reuniones del Cante Jondo, que promoviera su mentor Francisco Moreno Galván y a cuya última edición faltó por problemas de salud, hasta el Teatro Olympia de París, como el primer flamenco en pisar sus tablas. Fue, a decir del cantaor y escritor Juan Pinilla, uno de los flamencos que no callaron frente a la dictadura franquista. Tal como escribe Genesis García Gómez en su libro “Biografía jonda” (Ed. El País Aguilar, 1996), en torno al cantaor sevillano "...a partir de José Menese, la historia que pasaba, la cultura que se removía y la vida que se vivía entraron en el flamenco, porque el de La Puebla estaba allí para cantar la cultura, la historia y la vida...". Ya no es la queja de la rebeldía sino el afán revolucionario el que incorpora Menese a su repertorio.

Compañero de viaje de Rafael Alberti o de Fernando Quiñones y de José Manuel Caballero Bonald, en cuya casa de Madrid le tocó la guitarra Paco de Lucía, uno de sus compañeros de generación, junto con Juan Peña El Lebrijano, recientemente fallecido, Camarón de la Isla, Enrique Morente, Antonio Núñez “Chocolate” o Antonio Fernández Díaz “Fosforito”. Su último disco –producido por José María Velázquez Gaztelu en 2005-- juntó su voz con la de Laura Vital, en 2005, en un emotivo homenaje poético titulado “A mis soledades voy, de mis soledades vengo”. Cerraba así una larga discografía iniciada en 1963, con títulos emblemáticos como “La palabra”. En la próxima Bienal de Flamenco de Sevilla, estaba previsto que compartiera cartel con la cantaora Argentina y Milagros Mengíbar. Antes, el festival de Alcalá y el de Mairena del Alcor –cuyo concurso ganó en 1976-- le rendirán, a caballo entre agosto y septiembre, sendos homenajes ya previstos.

Era “la voz del compromiso”, como apuntó María Angeles Carrasco, directora del Instituto Andaluz de Flamenco. Entre sus galardones, el Premio de Honor “Tomás El Nitri”, del Concurso de Cante Flamenco de Córdoba, en 1965. Entre sus misterios, la quiebra de su fama a partir de que se consolidó la democracia, un sistema al que él tanto contribuyó a forjar como uno de los intérpretes imprescindibles de su banda sonora.

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