Tras Primo de Rivera, serán exhumados el general Moscardó y Milans del Bosch del Alcázar de Toledo, propiedad de Defensa
La exhumación del fundador de Falange este lunes acorta la lista de generales golpistas que deben salir de lugares emblemáticos para acabar con sus homenajes, en virtud de la Ley de Memoria Democrática.
Madrid-Actualizado a
De los generales golpistas que protagonizaron la sublevación militar contra la República en 1936 y que fueron responsables de la represión posterior, aún descansa con todos los honores que la dictadura le dispensó el general José Moscardó en un lugar preeminente del Alcázar de Toledo, el último santuario franquista pendiente de que se cumpla la Ley de Memoria Democrática.
José Moscardó Ituarte (1878-1956), nombrado conde del Alcázar de Toledo por el dictador Franco, es el siguiente en la lista de exhumaciones del Gobierno para dar cumplimiento a la norma que prohíbe que los protagonistas del golpe de Estado y del régimen franquista sigan enterrados en lugares distintos de los cementerios que puedan "favorecer la realización de actos públicos de exaltación, enaltecimiento o conmemoración de las violaciones de derechos humanos cometidas durante la guerra civil o la dictadura".
Junto a Moscardó, comparte lugar de enterramiento en la cripta del Alcázar de Toledo Jaime Milans del Bosch (1915-1997), que fue teniente general, expulsado del Ejército por su participación en el golpe de Estado de 1981, y que también participó en la sublevación del 36.
El Ministerio de Defensa ya ha iniciado los expedientes para las exhumaciones de estos dos militares franquistas, pero el asunto del Alcázar, actual sede del Museo del Ejército, es complicado, según fuentes relacionadas con Defensa, ya que en la cripta del Alcázar yacen algo más de 200 personas que participaron en la sublevación militar y que permanecieron dentro de la fortificación mientras el Ejército de la República intentaba hacerse con el Alcázar. Tras dos meses de batalla, al principio de la insurrección, las tropas de los golpistas entraron en Toledo, en la que fue una de las primeras victorias del bando sublevado.
El dictador promulgó una ley que permitía la inhumación en la cripta de los que habían defendido el Alcázar de Toledo de la legalidad republicana en 1936. De los casi 2.000 sublevados, entre militares y civiles, que participaron en la batalla, en torno a 200 se encuentran enterrados en el lugar y, al menos hasta el año pasado, reciben un homenaje cada último domingo de septiembre, algo que la Ley de Memoria Democrática prohíbe en los espacios públicos, como lo es el Alcázar de Toledo.
Así lo confirmó su bisnieto Luis Moscardó en Twitter en octubre de 2022 a raíz de la petición de Podemos para que el Gobierno exhume los restos del general y de Milans del Bosch. "Asociaciones revanchistas han iniciado una campaña para así dar carpetazo a los actos que realizamos el último domingo de septiembre cada año donde recordamos a las personas que perdieron su vida en el asedio y la heroicidad de todos (...) Terrible la propaganda de toda esta gente gris que vende un relato que consiste en pelear en los despachos una guerra que terminó hacia un lado hace 83 años y pretenden borrar cualquier recuerdo de unos tiempos donde los principios, la lealtad y la generosidad eran los pilares de una generación irrepetible que lamentablemente no volverá jamás", escribió el bisnieto de Moscardó.
El general Moscardó no se encuentra solo en su honorífica tumba. Además del grupo de adeptos a los que Franco permitió enterrarse allí, toda su familia le acompaña. En la cripta están enterrados su esposa y cinco de sus hijos.
Milans del Bosch, doblemente golpista
Jaime Milans del Bosch también acabó en el Alcázar de Toledo, como era su deseo, tras su muerte en 1997. Considerado uno de los cerebros del golpe del 23F, el teniente general fue expulsado del Ejército y condenado a 26 años de cárcel, pero solo cumplió nueve, al conseguir la libertad condicional cuando cumplió 75 años.
Milans del Bosch se unió a la sublevación militar de abril de 1936, siendo cadete en la Academia de Infantería de Toledo, ubicada en el Alcázar. Después se unió a la Legión, donde combatió con el rango de oficial hasta el final de la guerra; tras lo cual luchó con las tropas nazis en el frente ruso en la División Azul.
Primo de Rivera, fuera del Valle de Cuelgamuros
Tras la exhumación del general Queipo de Llano el 3 de noviembre de 2022 de la basílica de la Macarena de Sevilla, en virtud de la Ley de Memoria Democrática, le llega al turno al principal baluarte del fascismo que sustentó la dictadura de Franco: José Antonio Primo de Rivera.
El cofundador de Falange Española será exhumado este lunes del Valle de Cuelgamuros e inhumado en el cementerio sacramental de San Isidro, de Madrid, por deseo de sus familiares, un camposanto donde estuvo enterrado su padre, el dictador militar Miguel Primo de Rivera, fallecido en 1930 y cuyos restos fueron trasladados en 1947 al convento de la Merced de Jerez de la Frontera (Cádiz), su ciudad natal.
Mola, incinerado, y Sanjurjo, en el Panteón de Héroes
En 2016 el Ayuntamiento de Pamplona, dirigido entonces por el alcalde Joseba Asiron, de EH Bildu, clausuró el cementerio instalado en la cripta del Monumento a los Caídos, un grandioso espacio en la capital navarra dedicado a la memoria de la dictadura militar de Franco, y exhumó a ocho generales franquistas, entre ellos, Emilio Mola y José Sanjurjo, cerebros del golpe militar. La familia del primero no presentó alegaciones en el expediente abierto por el consistorio y acabó incinerando los restos del que fue el planificador del golpe de 1936.
En cambio, los familiares de Sanjurjo, que, igual que Mola, falleció en plena contienda en un accidente aéreo, pleitearon contra el Ayuntamiento de Pamplona. Los restos de Sanjurjo fueron inhumados finalmente en el pabellón de héroes regulares del cementerio de Melilla, en una ceremonia militar, donde estuvo presente el comandante general de Melilla, Fernando Gutiérrez, y el presidente de la Ciudad Autónoma, el popular Juan José Imbroda.
Aquella inhumación secreta, en marzo de 2017, fue un escándalo cuando trascendió. El Gobierno de Rajoy justificó la medida en el pasado militar previo a la guerra civil de Sanjurjo, en las campañas del norte de África; de hecho, fue comandante general de Melilla.
El resto de generales golpistas, en cementerios
El general Enrique Varela se sublevó en Cádiz el mismo 18 de julio, tras ser liberado de la prisión en la que se hallaba por conspirar contra el Gobierno. Los golpistas se hicieron con el control de la ciudad rápidamente y tuvieron escasa resistencia popular. En Andalucía occidental apenas hubo guerra, lo que existió fue lisa y llanamente represión. Hoy día, los restos del general Varela descansan en un panteón-capilla situado en el cementerio de San Fernando, de Cádiz, donde fue enterrado en 1951.
Los restos del general Saliquet, otro de los golpistas, están también en un cementerio, en este caso el de Santa María de Madrid. Saliquet formó parte de la primera junta, que dirigía el general Mola, una especie de primer gobierno en la zona controlada por los golpistas e impulsó el ataque a la república en Valladolid.
El general Juan Yagüe, conocido como el carnicero de Badajoz, está enterrado en el cementerio de San Leonardo de Yagüe, en la provincia de Soria, donde nació. Ahora, el consistorio debe suprimir de su denominación la referencia al militar, en virtud de la Ley de Memoria Democrática. Yagüe fue uno de los militares fascistas más sanguinarios.
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