Yolanda Díaz se marca un 'sold out' a lo Karol G
El lleno ha sido absoluto en el acto de presentación de Sumar en Madrid. La organización del evento ha tenido que habilitar un segundo espacio para que el público pudiera seguir la puesta de largo del proyecto de la ministra de Trabajo.
Madrid-Actualizado a
Esto no es la radio, pero son las 10.30 horas y hay nueve grados de temperatura; esto tampoco es un concierto de Karol G, pero la calle está repleta y la cola para entrar al pabellón Magariños, que baja por la calle Vitruvio, está a punto de llegar al madriñeño Paseo de la Castellana.
Es domingo, 2 de abril, y, además de ser el Domingo de Ramos, es la presentación de Sumar, el proyecto político de Yolanda Díaz. Tras muchas jornadas de escucha y recorrido por las principales plazas de la península, toca hacer sonar la campana y presentar todo el tinglado: ya se ha hecho público lo que se debía hacer público, ahora es el turno del directo.
En las cercanías del Polideportivo Antonio Magariños, antigua sede del Estudiantes de Baloncesto hasta que se les quedó pequeño y tuvieron que mudarse al Wizink Center, menudo guiño, el ambiente es jovial, tranquilo y desarreglado.
La cola, casi una hora antes de que abran puertas, es larga y soporífera, pero parece que vale la pena con tal de ver a la vice, que quiere dejar de ser vice para convertirse en presidenta (aunque esto no se sabrá con seguridad hasta más tarde).
En grupitos, en parejas o en solitario, las miles de personas pendientes de entrar al recinto hacen tiempo: hay sillas plegables, como las de los forofos de Beyoncé, y la gente lee o mira el móvil o fuma con la vista perdida. Hay de todo, aunque lo que se respira, principalmente, es ilusión.
El cielo está despejado, cada vez hace menos frío y la arquitectura del barrio de Salamanca, ensanche caro de Madrid, cobija a los que hacen cola. Los hay jóvenes y mayores, también de mediana edad; hay niños, todos ellos acompañados de sus padres; y, grosso modo, hay representantes de (casi) todas las tribus urbanas posibles.
– ¿Vais a sacar bocadillos o algo? – le pregunta un señor, rondara la setentena, a una voluntaria de Sumar que lleva un peto magenta.
Por lo general, el runrún que se expande por la cola es homogéneo: ilusión, sí, pero también preocupación por lo de Podemos y por lo de la dirección y por lo de las primarias y por lo de bla, bla, bla (ya os lo sabéis).
Cada pocos metros, hay militantes madrugadores que, periódico en mano, repasan con ojo fino las páginas de política para comprender al dedillo qué fue exactamente lo que se dijo (y no se dijo) en la Reunión del Consejo Estatal del día anterior (sábado, uno de abril).
Es cierto que hay preocupación por lo del partido morado, sin embargo, hoy no toca; no es el día. Más allá del ruido de sables de Twitter, de las indirectas –y directas– que se disparan con calibre gordo, lo que toca es celebrar la unión (como sea) y que una candidata de izquierdas tiene posibilidades de sacar un resultado electoral realmente bueno.
– ¡Desde las siete y media de la mañana llevamos aquí! – cuenta Leonor, primera de la cola junto a su marido, para entrar al pabellón –. Hemos venido de Murcia para ver la presentación. Hombre, yo creo que Podemos también tiene derecho a hacer lo que quiera... pero nosotros estamos aquí. ¿Sobre Pablo Iglesias? Respetamos lo que hizo... respetamos su trayectoria.
Leonor, que se encuentra rodeada de los nuevos amigos que ha hecho durante la espera, supera la mediana edad, sin embargo, la cola es heterogénea como un bazar y la juventud se replica por todos lados.
Hay chavales con gafas de aviador y zapatos planos, también con chains falsas y Adidas Spezial; hay chavalas con gafas Biggie y top lilas, también con camisetas por el Sáhara Libre y zapatillas J'hayber. El ambiente es diverso, muy diverso, y todo el mundo suma.
A las once y media de la mañana, hora pactada, el pabellón abre sus puertas y Leonor, nuestra amiga de Murcia, es la primera en entrar. Los ligeramente menos madrugadores van detrás y, levantando las manos, pasan al polideportivo para ver a la Karol G de Fene –algunos, incluso, llevan pancartas-.
Por detrás, la cola es cada vez más larga: llega ya, recorriendo el Paseo de la Castellana, hasta la plaza Gregorio Marañón (casi un kilómetro, para los que no sean de Madrid). De hecho, hay tensión entre los asistentes que se arremolinan frente al polideportivo, pues, se rumorea, el pabellón no tendrá espacio suficiente para albergar a todos los que se han acercado.
– ¡Te dije que nos pusiéramos a la cola antes! – le increpa una mujer de unos treinta años a su acompañante –. Ay, espero que entremos.
La pareja no entrará en el pabellón, que cuelga el sold out en un abrir y cerrar de ojos, sin embargo, la tensión se aplaca rápido al desvelarse que la organización ha habilitado un segundo espacio, el patio del CEIP Ramiro de Maeztu, para meter a otras 4.000 personas que podrán seguir la presentación desde una pantalla gigante.
– ¡Venga, vamos poniéndonos en la cola y entrando! – chilla repetidamente una voluntaria de Sumar que custodia la fila –. Que está a punto de empezar y la que no se lo quiere perder soy yo.
Al final, todos los que hacen la cola consiguen entrar en el patio cuando el acto lleva unos minutos empezado y, poco a poco, se van poniendo cómodos (algunos, que se tumban en el suelo, quizá demasiado).
El acto, mientras va desarrollándose, es interrumpido por aplausos y ovaciones (cabe destacar la que provoca Carla Antonelli, que pone patas arriba el patio) y gestos de asentimiento por los asistentes: la crispación no existe, tampoco la lucha fraternal de la izquierda. Todo eso se ha quedado en casa (en las redes sociales, quiero decir).
Al final, cuando el tinglado lleva ya más de una hora, Yolanda Díaz aparece en la pantalla y el patio se cae y la estrella de la jornada no tiene ni que esforzarse para meterse en el bolsillo a aquel par de miles de personas.
Aunque el éxtasis de todo aquello llegará al final, cuando la vicepresidenta anuncie su candidatura a la Moncloa, cabe destacar un momento deslumbrante: desde su atril, la vicepresidente alega que ella no es de nadie, que no tiene que rendir cuentas a ningún hombre.
Todo esto recuerda, se perdone la insolencia, a lo de Karol G, cantante colombiana que, según ha narrado en sus canciones, vio su carrera y sus alegrías supeditadas a las de su novio, el trapero puertorriqueño Anuel AA.
A pesar de estar supeditada a sus órdenes, deseos y designios, Karol consiguió dejar atrás a Anuel y empezar a brillar por ser ella misma: sin el control radioteledirigido de ningún hombre. Ella no es la mujer de, ella es Ella.
En la frase anterior, por cierto, hablaba de Yolanda, no de Karol G.
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