Vidas adolescentes en seis pulgadas
El entorno digital ocupa una parte inmensa de la realidad social de los jóvenes, que destinan buena parte de su tiempo a dispositivos móviles, redes sociales o videojuegos.
Los expertos debaten la causalidad entre el uso masivo de las nuevas tecnologías y los problemas de salud mental o la pérdida de capacidad de atención.

Yolanda Virseda / Luzes
-Actualizado a
Los grandes progresos tecnológicos en las áreas de la comunicación siempre han venido acompañados de temor. En su día se temió que la imprenta terminara con el poder de las órdenes religiosas; la aparición del cine preocupó por los problemas que podría ocasionar en la población infantil; sobre los posibles efectos nocivos de la televisión se llenaron páginas de revistas científicas… Pero nada es comparable a la inquietud que está provocando la generalización de las nuevas tecnologías y la velocidad de los cambios ligados a ellas. Preocupa, sobre todo, la hiperconexión a la que están sometidos niños y adolescentes. Preocupa porque, según los últimos datos, pasan demasiadas horas frente a los distintos tipos de pantallas.
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¿"Homo digitalis"?
Son los llamados "nativos digitales". Esos que desde la cuna son capaces de manejar cualquier dispositivo tecnológico. Esos que aún no saben caminar, pero son ya capaces de pasar la pantalla del móvil de su madre. María Couso, pedagoga experta en neuroeducación y autora del libro Cerebro y pantallas (Destino, 2024), afirma que, efectivamente, los niños son habilidosos para presionar, teclear, manejar una pantalla táctil, pero no saben escribir un correo electrónico ordenado, crear un documento de Word con una presentación idónea o navegar por Internet con un sentido crítico. A esa realidad se enfrentan a diario quienes imparten clase en Secundaria.
"Es frecuente que estos nativos digitales escriban el texto del mensaje en el asunto del correo electrónico o que no sepan introducir una tabla o gráfico en un documento de Word", explica Luisa Antúnez, profesora de lengua castellana en un instituto de Pontevedra. La tecnología no mudó el cerebro de los niños, por lo menos por ahora. "El cerebro de un bebé del siglo XXI no difiere en absoluto del de nuestro tatarabuelo, no es distinto en morfología ni en funcionalidad, pero voy más allá: el cerebro de un bebé humano no ha variado en los últimos 50.000 años", afirma María Couso. La cuestión es: ¿Por qué se adaptan tan rápidamente a las pantallas hasta el punto de convertirse, en muchos casos, en un anexo de su cuerpo?
La culpa es de la dopamina
Nuestro cerebro tiene un sistema conocido como "circuito de recompensa cerebral" que nos mueve a repetir aquellos comportamientos que nos hacen sentir bien. Cuando experimentamos algo gratificante, se libera un neurotransmisor llamado dopamina. Aparece cuando practicamos sexo, hacemos ejercicio, al recibir un elogio… Recientemente se ha comprobado que se activa de igual forma cuando recibimos un like en las redes sociales o la notificación de un mensaje. Y aquí surge el problema. A nuestro cerebro le gusta recibir gratificaciones y, si se suceden rápidamente, mucho mejor, por lo que intentará conseguir esas descargas con frecuencia. Las pantallas son perfectas para eso. En ellas se cumplen los requisitos de velocidad y repetición de estímulos. Si los niños se acostumbran desde muy pequeños a jugar con el móvil o la tablet, es muy posible que la vida real les resulte lenta y menos estimulante. Para María Couso, una de las causas del uso excesivo del móvil en la adolescencia podría estar relacionada con esa costumbre extendida de emplear las pantallas como chupete. Ese pedacito de calma asegurada.
Luisa Antúnez: "Son nativos digitales, pero luego no saben introducir una tabla en un documento de Word"
El prestigioso neurocientífico Stanislas Dehaene recuerda que lo más importante en los primeros 18 meses de la criatura es la relación social y la comunicación; es decir, que sus padres le hablen, que interactúen con ella. Lo peligroso, dice, es el uso excesivo del móvil por parte de padres y madres. Así lo recordó recientemente Eugenia Caretti, psiquiatra y presidenta de la Asociación Madrileña de Salud Mental. "Deberíamos preguntarnos si la causa de este exceso en el consumo de pantallas y de esta huida hacia el mundo digital por parte de la juventud no es efecto exclusivo de ingredientes adictivos, sino también el deseo de escapar de un mundo offline que les resulta adverso. Si queremos que saquen sus cabezas de las pantallas, deberíamos construirles un espacio público amable y acogedor".
El mito de la multitarea
Hacer varias cosas a la vez es una de las aspiraciones de una sociedad atravesada por la necesidad de producir. Ya no es extravagante ver la televisión con el móvil y la tablet activas. Esto que denominamos multitarea no es una definición exacta, según la neurociencia. Solo podemos llevar a cabo varias tareas si se trata de acciones sencillas o ya muy automatizadas, pero eso casi siempre supondrá una pérdida de atención sobre cada una de ellas y de forma general. Un estudio publicado en 2017 en la revista Pediatrics, una de las más prestigiosas de este campo, confirmó que los adolescentes dedicaban como máximo seis minutos de atención a una tarea. En 2024 este tiempo ya había mermado a dos minutos y medio. Los gestores de aplicaciones conocen bien este dato y saben que los vídeos o contenidos no deben exceder esta duración. Así se conforma un círculo vicioso: contenidos más cortos y rápidos que no requieran mucho tiempo de concentración.
Sin embargo, el problema surge también en las aulas. "Siempre existió el alumno que se despistaba papando moscas", sostiene la docente, "pero ahora observamos que el alumnado más aventajado necesita que cambiemos de actividad cada poco tiempo. Las explicaciones nunca deben sobrepasar los quince minutos porque sabemos que a partir de ese tiempo pierden atención". La velocidad pasa factura desde edades muy tempranas. "Necesitamos crear un clima en el que la velocidad no sea un requisito del aprendizaje, porque cuando corremos, estresamos el cerebro, y el estrés es el mayor enemigo del aprendizaje", afirma María Couso.
La obligada competencia digital en las aulas
Desde el año 2000, la digitalización de las escuelas en España es una carrera imparable, pero la percepción de los padres y madres españoles sobre el uso de las nuevas tecnologías en la educación ha cambiado significativamente en los últimos años. Mientras que hace una década nadie dudaba de la necesidad y de las ventajas de integrar estas herramientas en la educación obligatoria, los datos más recientes indican una merma en el apoyo a estas prácticas. Según un estudio de Ipsos, el porcentaje de la ciudadanía que considera que la tecnología tiene un impacto positivo en la educación cayó de un 43% en 2023 al 28% de la actualidad. Un 63% apoya la prohibición de los móviles en el aula y el 73% considera que los menores de 14 años no deberían tener acceso a las redes sociales.
María Couso: "La velocidad no puede ser un requisito del aprendizaje en el aula, porque estresamos el cerebro"
Del mismo modo, distintos organismos internacionales como la Unesco o como el informe PISA de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) han alertado sobre los peligros de usar el teléfono móvil en los centros educativos y la conveniencia de prohibirlos. De ahí que en Francia, Italia, Portugal, Suecia y Reino Unido ya se hayan tomado medidas para regular su uso. En España, Castilla-La Mancha fue la primera comunidad autónoma que vetó en 2014 el uso del móvil en los centros educativos, una iniciativa a la que se sumaron después Galicia y Madrid. Pero en el resto predomina la autonomía de colegios e institutos, que suelen permitirlo en la clase con fines didácticos, mientras que lo vetan o limitan en las zonas de recreo.
Las docentes que consultamos confirman que gran parte de los conflictos entre el alumnado tienen origen en los mensajes de los inevitables grupos de WhatsApp de la clase y, por eso, las peleas e insultos se agrandan y se prolongan en el tiempo.
Lectura, ¿papel o pantalla?
Mientras que los dispositivos móviles (portátiles o tablets) van ganando terreno en las aulas en España –en Galicia el alumnado de ESO dispone de un portátil durante el curso; en el conjunto del Estado, el 66% de los centros tenían equipos disponibles en el curso 2022-2023, siete puntos más que en el año anterior–, el Gobierno de Suecia ha decidido fomentar el uso de los libros de texto en las aulas. ¿Por qué una decisión tan sorprendente en la era digital y en un país referente en estrategias educativas? Los resultados del Estudio Internacional para el Progreso de la Comprensión Lectora (PIRLS, en sus siglas en inglés) demostraron una merma considerable de la capacidad lectora y de comprensión en alumnado con edades comprendidas entre los diez y los 14 años.
Con todo, la evidencia científica no es clara al respecto. Un estudio reciente publicado en la revista Cell analizó el efecto que tienen los nuevos sistemas digitales en la comprensión lectora. Los resultados confirman lo que muchas sospechábamos: comprendemos peor si leemos en soporte digital, especialmente si se trata de textos expositivos. Además, con la lectura digital perdemos los llamados anclajes, la visión espacial que nos hace recordar dónde se situaba determinada información dentro de una página o en la totalidad del libro. En un e-book todos los textos son iguales.
Pegados a un móvil
El entorno digital ha invadido el ocio de la adolescencia. Según el informe Impacto de la tecnología en la adolescencia, elaborado por Unicef España en colaboración con la Universidade de Santiago de Compostela, un aplastante 96,3% utiliza el móvil, la tablet o el ordenador varias horas en su tiempo libre. De ellos, un 31% lo hace durante más de cinco horas al día, cifra que asciende a casi el 50% durante los fines de semana. El 94,8% de los adolescentes dispone de smartphone con conexión a Internet, dispositivo al que acceden a los diez años por término medio.
Carla y Sofía tienen 16 años, estudian primero de bachillerato y reconocen sin pudor que pueden pasar horas deslizando el dedo por TikTok. "Como los vídeos duran poco y son de cualquier tema, enganchan". Pese a la confesión, no se consideran adictas a las redes. Admiten, eso sí, cierta dispersión en las aulas al usar el libro de texto digital y dicen que siempre hacen alguna escapada a páginas web muy alejadas del tema que están estudiando. "Si te aburres, lo miras un momento". El móvil es una ventana abierta a un mundo infinito de estímulos y, de nuevo, activa el centro de recompensa del cerebro con ese disparo de dopamina cada vez que recibimos una notificación, un nuevo whatsapp o un like. Este circuito de recompensa es incontrolable en la adolescencia.
Eugenia Caretti: "Más dañino que los móviles es que las personas adultas tengan el deber de trabajar de sol a sol mientras los hijos se quedan solos"
La percepción (o evidencia) de que la juventud solo muestra interés por el móvil llevó a Elizabeth García Permanyer a crear en Barcelona el primer chat de "adolescencia libre de móviles". Su objetivo era remover conciencias para que las familias retrasaran hasta los 16 años la compra del primer smartphone a sus hijos y hijas. Este movimiento se extendió por toda España y se viralizó, precisamente, a través de los móviles. Más de 30.000 padres y madres se unieron a esta iniciativa que se comunica a través de redes sociales y chats.
Bruno y Mateo, de 17 y 12 años respectivamente, también cuentan con su respectivo móvil en el que dedican unas dos horas diarias a ver vídeos en Youtube o TikTok y a usar redes sociales como Instagram. La diferencia es que Mateo accede a las redes en el móvil de la madre, que controla también los seguidores. Tanto uno como otro destinan una hora al día a videojuegos, pero prefieren jugar al fútbol con los amigos que quedarse una tarde delante de un campo en línea.
Lo que es común a Sofía, Carla, Bruno y Mateo es que reconocen que no podrían estar más de una semana sin móvil porque no sabrían cómo quedar con sus amistades.
Miedo a desconectar…
De hecho, ya existe un trastorno relacionado con el uso del móvil: la nomofobia, un temor obsesivo a no tener cerca el móvil, a quedar desconectados. Aún no está incluido en el DSM 5 (la clasificación internacional de enfermedades mentales), pero son muchos los expertos que piden que se introduzca en la siguiente edición. Según un estudio reciente de la universidad de La Rioja, la prevalencia de nomofobia en la adolescencia se aproxima al 50%.
Algunas voces expertas relacionan el abuso de las redes sociales con el descontento con el propio cuerpo o síndromes como el FOMO, siglas de fear of missing out o "miedo a perderse algo". Asimismo, vinculan el exceso de juegos online con la depresión, la falta de atención o la irritabilidad
Hace falta preguntarnos si la prohibición es el único camino. Para Eugenia Caretti, "los demonizados móviles son solo la punta de un enorme iceberg". "Estas prohibiciones no son solo cándidas, sino absurdas y contraproducentes. ¿Qué es lo que sí que podemos acercarle a la juventud? Quizás deberíamos empezar por hacernos cargo de lo inconmensurable y complejo de esta nueva realidad humana y dedicar el tiempo necesario a comprender y escuchar a nuestras hijas y hijos. Más dañino que los móviles en sí es que las personas adultas de la casa tengan el deber de trabajar de sol a sol mientras los hijos quedan solos muchas tardes".
… Y otros problemas de salud mental
Desde 2010 han aumentado los problemas de ansiedad, depresión e intentos de suicidio en la adolescencia. Cuadra con que a partir de esas fechas aumenta también el tiempo en que los usuarios están conectados digitalmente, especialmente a las redes sociales. ¿Se puede establecer una relación causa-efecto? Para Caretti, "el acceso a la realidad digital mediante el simple arrastre de un dedo les permite trasladarse de un mundo a otro, del virtual al material, lo que convierte la experiencia adolescente en un lío de ambas realidades. Sus relaciones virtuales tienen el mismo estatus de realidad que las presenciales. Son capaces de forjar verdaderas amistades e incluso relaciones amorosas que nunca llegan a desvirtualizarse".
Esa traslación y mezcla de realidades se evidencia en la manera de concebir las redes. "Tenemos dos cuentas de Instagram: una abierta y otra privada, solo para los amigos", explican Sofía y Carla. "Ese perfil privado se lo damos solo a quien queremos; es como nuestro diario personal. Si conoces a algún chico y no nos da su Instagram, eso significa que no quiere nada contigo".
Con todo, hay voces más alarmistas sobre el uso abusivo del entorno digital y, de hecho, ya agrupan estos trastornos bajo el término "adicciones sin sustancia". Según el Observatorio Nacional de Tecnología y Sociedad, el 33% de la juventud entre 12 y 16 está en riesgo elevado de hacer un uso compulsivo de servicios digitales.
El síndrome más frecuente es el denominado FOMO, que consiste en la angustia por ausentarse de Internet o de las redes y perder alguna experiencia, la última novedad
También son muchos los expertos que relacionan con el uso excesivo de las redes sociales el creciente descontento con el cuerpo, como se refleja en el Informe sobre Adicciones Comportamentais de 2021. El llamado trastorno dismórfico corporal (TDC) se caracteriza por una preocupación excesiva por los defectos en su aspecto físico. Con el auge de las redes sociales y de la cirugía plástica, esta enfermedad se ha vuelto cada vez más frecuente, principalmente porque estos pacientes pasan demasiado tiempo observándose enfrente de la pantalla, comparándose con las demás y asumiendo unos estándares de belleza que no son realistas. Esta fue una de las razones por las que, en 2023, más de 40 estados de EEUU demandaron a Meta, la compañía tecnológica que incluye las redes sociales de Facebook e Instagram, por "permitir empeorar la salud mental de las y de los adolescentes y solo centrarse en el negocio". He ahí también el caso de Australia, que acaba de aprobar una ley pionera para prohibir el acceso de los menores de 16 a las redes sociales.
El aumento de problemas de salud mental en la juventud es una realidad. Ante tal evidencia, Ana Freire, ingeniera informática natural de Rábade (Lugo) e investigadora en la Universitat Pompeu Fabra, lideró STOP, una aplicación de inteligencia artificial para buscar modelos asociados a diversas enfermedades mentales y conductas suicidas. Después de cuatro años de funcionamiento, los resultados son sorprendentes. La primera campaña incrementó en un 60% la cifra de llamadas al teléfono de prevención del suicidio, y en la última se multiplicaron por diez los mensajes en el chat de ayuda. Además, durante los tres meses que duró la última campaña, se produjeron 25 activaciones de servicios de emergencia y dos rescates, explica Freire.
Eugenia Caretti: "Deberíamos hacernos cargo de lo complejo de esta nueva realidad y dedicar el tiempo necesario a comprender y escuchar a nuestras hijas y hijos"
"Sabemos que muchos adolescentes expresan lo que sienten sin ser juzgados gracias al anonimato de las redes. Probablemente no lo estamos haciendo bien como sociedad, al no saber escuchar sin juzgar o sin comprender a una persona desesperada", mantiene. A pesar de que este proyecto se mete en el laberinto digital para ayudar, "en general, veo que las redes no son lugares seguros para la juventud. Hay mucho contenido agresivo, información falsa, discurso de odio… Por no hablar de que son un ejemplo de tecnología persuasiva para que pasemos el mayor tiempo en ellas, y así generar adicción", concluye.
Juegos 'on line' peligrosos
Xoaquín tiene 15 años, es hijo único de padres separados y cursa tercero de ESO. Lo que más le motiva es jugar en línea con sus amigos. Lo hace todas las tardes: "Como solo y, antes de hacer los deberes, juego un poco. Luego, cuando llega mi madre del trabajo, hago las tareas de clase e intento terminar rápido para volver a conectarme". La tutora de Xoaquín pidió cita con la madre del chico porque solía adormilarse en las primeras horas de clase. La madre ya sospechaba que por la noche Xoaquín quedaba mirando el móvil un rato, pero no sabía que muchas veces lo hacía hasta las cuatro de la madrugada
Desde 2009, la OMS considera como trastorno la adicción a los videojuegos y al juego en línea. Sin embargo, aun existe gran debate alrededor del daño que pueden provocar los videojuegos en la adolescencia. Un estudio publicado en 2021 en la revista JAMA afirma que pasar más tiempo con videojuegos tiene que ver con mayores niveles de depresión, irritabilidad, falta de atención y hiperactividad. Existen más estudios en esta línea, pero para Caretti no son muy fiables porque "la mayoría buscan un resultado concreto, aparte de que en salud mental es muy difícil objetivar los síntomas". "Hay cierto abuso en hablar de adicción a las pantallas. Hay usos desmesurados, pero la mayoría no son adicciones. Que niños y adolescentes no dispongan de tiempo libre para explorar el mundo, moverse, jugar o relacionarse debe preocuparnos, claro, tenemos que ver cuál es el origen".
Exista o no una causalidad entre el abuso de las pantallas y los problemas de salud mental en la adolescencia, nadie ve posible prescindir de ellas, pero hace falta controlar su contenido y educar la población en su uso. "El progreso tecnológico se permite solo cuando los productos pueden aplicarse de algún modo a disminuir la libertad humana", escribió Orwell en 1984. Esperemos que esas palabras no sean proféticas.




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