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Salvar la Casa de Campo tras Filomena: crónica de una catástrofe ambiental

El paso de la borrasca deja al mayor parque de la capital en una situación muy vulnerable. Los jardineros municipales que trabajan en la zona se ven desbordados: "Ves esto y entras en shock. No sabes por dónde empezar, es demasiado".

Richi, un jardinero municipal de la Casa de Campo, carga con una de las ramas caídas tras el temporal Filomena.
Richi, un jardinero municipal de la Casa de Campo, carga con una de las ramas caídas tras el temporal Filomena. Jairo Vargas

"Crunch, crunch, crunch". Han pasado dos semanas desde que el temporal Filomena pusiera patas arriba Madrid y la nieve continúa acumulada en algunas aceras; cada paso es un crujido o un posible resbalón. Tras quince días, los coches ya empiezan a moverse con fluidez, el transporte público recupera parcialmente sus itinerarios y las estanterías de los supermercados vuelven a estar abastecidas. El hielo se derrite y la capital regresa a esa normalidad en la que nada, salvo la rutina vertiginosa, importa. Al fin y al cabo, sólo ha sido una borrasca. No en vano, hay un lugar donde nada volverá a ser como antes; la Casa de Campo, un pulmón verde de 1.700 hectáreas donde los daños provocados por la tormenta son inabarcables.

El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, ha cerrado la zona durante dos meses para evitar que la caída de ramas y árboles afectados pueda provocar daños en los ciudadanos, pero el volumen de trabajo y la escasez de personal ponen en cuestión que se pueda restaurar la normalidad en el parque en ese tiempo. Miguel Sancho, jardinero municipal de la Casa de Campo y portavoz de CCOO calcula que "hay trabajo" para cerca de un año. "Sólo para quitar ese árbol nos tiramos una mañana", cuenta mientras señala un tocón de lo que era un pino que cayó sobre el tejado del embarcadero del lago.

"Al principio calculaba fechas, pero cuando vas viendo como está todo… No me atrevo a decir hasta cuando estaremos podando y retirando ramas", agrega Manolo, otro de los funcionarios municipales que lleva más de veinte años trabajando como jardinero en la Casa de Campo. De fondo, un escenario de tintes bélicos en el que apenas se encuentra un árbol intacto. Bajo un manto de nieve se ven ramas húmedas, esquirlas de madera y hojas perennes molidas. Al levantar la vista se atisban algunos troncos partidos por la mitad y unas copas deformadas que antes terminaban en punta. "Ves esto y entras en shock. No sabes por dónde empezar, es demasiado", lamenta el jardinero. "Este árbol iría fuera y aquel también. A este habría que cortarle por aquí y quizá se podría salvar", añade mientras señala algunos pinos con una pértiga.

De los 880.000 árboles que hay en la Casa de Campo, al menos 550.000 habrían sufrido afecciones tras el paso de Filomena

Pero, ¿cuántos árboles han sufrido daños por la nieve? Por el momento es imposible saber el volumen exacto de desperfectos. Si bien los jardineros municipales no se atreven a dar datos, el delegado de Medio Ambiente del Ayuntamiento, Borja Caravante, declaró a los medios que, de los 880.000 árboles que hay en este bosque urbano, al menos 550.000 habrían sufrido afecciones tras el paso de Filomena. Un dato desolador que contrasta con los 11.000 troncos y ramas dañadas en el parque de El Retiro, la otra zona cero del temporal.

Manolo, Miguel o Richi, tres jardineros con más de una década de antigüedad en el parque, reconocen que nunca han visto nada igual. "La última gran nevada fue en el 2009 y ni por asomo fue como esto", reflexiona uno de ellos, mientras fuma un cigarro en el parking del zoo, donde parece imposible encontrar un árbol en pie y con todas sus ramas intactas. Unos metros más hacia el este, en el lago, un pino piñonero pone de manifiesto lo difícil que va a ser salvar este bosque urbano. Su copa, resquebrajada, ha sucumbido al peso del hielo y ha terminado cayendo al agua congelada del estanque. "Para sacar esto de ahí adentro vamos a tener que usar barcas para ir troceando desde el agua las ramas y el tronco con la motosierra", expone el portavoz sindical de los jardineros del parque.

Miguel Sancho, jardinero municipal y portavoz sindical de CCOO mira un árbol caído en el lago de la Casa de Campo.
Miguel Sancho, jardinero municipal y portavoz sindical de CCOO mira un árbol caído en el lago de la Casa de Campo. Jairo Vargas

Pocos trabajadores y un refuerzo insuficiente

La avenida de Rodajos, un camino asfaltado que parte la Casa de Campo en dos, es el símbolo de la privatización y externalización de los servicios de jardinería y limpieza de la capital. El lado sur de la carretera –Lago, Batán, Casa de Campo o Colonia Jardín– es la zona que continúa siendo competencia del escaso personal municipal que queda en la zona. Desde la calzada hacia el norte, la gestión del terreno es competencia de "la contrata", que se remonta al mandato de Ana Botella. La diferencia entre el arbolado de un lado y del otro es evidente. "A estos les ha venido bien la nevada, así pueden decir que el mal estado es por culpa del temporal", dice uno de los operarios municipales mientras señala la parte de gestión privada, donde cientos de ramas se acumulan en la nieve.

CCOO: "Necesitamos rejuvenecer la plantilla"

"Voy a hacer 58 años. Para que encuentres un trabajador más joven de 40 años tienes que ponerte a buscar bien", sostiene Manolo. "Este es un trabajo duro y yo tengo los riñones jodidos", añade. Tal y como apunta el jardinero, la edad media de la plantilla que trabaja en el parque –compuesta por 70 operarios– no para de crecer, ya que el Ayuntamiento no está contratando personal después de las jubilaciones, algo que desde CCOO consideran inadmisible. "Necesitamos rejuvenecer la plantilla", comenta Sancho.

Pero el personal no es lo único que envejece. La furgoneta que conduce Pedro, otro funcionario público del parque, es un buen ejemplo de ello. La matrícula de esta Mercedes Benz MB 100 da alguna pista de la edad del vehículo, de unos 25 o 30 años de antigüedad. "Justo iba a llevarla a ver si pasa la ITV", dice, mientras se duele de una caída reciente. "Llevamos dos semanas caminando con el hielo y al final te confías y te la pegas". Aunque hay algún Land Rover moderno, la mayor parte de los coches que utilizan las brigadas para moverse por los caminos de la Casa de Campo son de segunda mano, y hace falta tener suerte para encontrar alguno que no sobrepase la veintena de edad. "Solemos reciclar los vehículos de otros servicios municipales de Madrid, como furgonetas del Samur. Antes de que los tiren, los usamos. En el momento de la crisis de 2012 se podía comprender que no se quisiera gastar y nos dieran vehículos usados, pero ahora mismo no se puede entender".

Pedro, jardinero de la Casa de Campo, conduce una furgoneta del Ayuntamiento de más de veinte años de antigüedad.
Pedro, jardinero de la Casa de Campo, conduce una furgoneta del Ayuntamiento de más de veinte años de antigüedad. Jairo Vargas

Debido a la magnitud de los daños provocados por Filomena, el Ayuntamiento ha decidido dar apoyo a los jardineros de la ciudad a través de contrataciones temporales externas. Se trata, según el Ejecutivo municipal, de "1.100 efectivos que se dedicarán intensamente, y durante los próximos 50 días, a las labores de revisión, poda y retirada del arbolado dañado", sirviendo así de apoyo a las brigadas municipales. De este modo, se espera poder restaurar el arbolado de la ciudad en un periodo inferior a dos meses, lo que hace sospechar a los trabajadores públicos de la Casa de Campo que las prisas se puedan traducir en malas prácticas.

"Nos preocupa que se tengan demasiadas prisas y se opte por cortar todos los árboles"

"En dos meses quizá se pueda adecentar la zona más transitada y urbana del parque, pero en general tenemos más de un año de trabajo. Lo que nos preocupa es que se tengan demasiadas prisas y, en lugar de evaluar y seleccionar qué es lo que se debe podar, se opte por lo rápido, que es cortar todos los árboles que tengan algún desperfecto", denuncia Sancho. "Por ejemplo, en ese árbol —señala un pino al que se le ha quitado el ramaje dañado por la nieve— estuvimos una mañana entera trabajando en él. Si tienes poco tiempo, al final, lo que vas a hacer es tirar de motosierra y cortarlo", apostilla.

"Necesitamos más recursos. No puede ser que los políticos estén todo el día diciendo que el arbolado es fundamental para la ciudad y luego no destinen fondos", advierte Manuel de la Puerta, miembro del colectivo ecologista Arriba Las Ramas. "No sólo pedimos más personal y mejores materiales, sino que el personal esté bien formado para que puedan evaluar y después actuar sobre los daños".

Riesgos y oportunidades

Una actuación lenta puede desembocar en otros problemas. Dentro de unos meses, cuando el termómetro suba con la llegada del verano, la capa de ramas caídas que se acumula en el suelo podría convertirse en el combustible perfecto para un incendio forestal. Así lo reconocen algunos empleados públicos del parque. Pero los riesgos no sólo se abren con la llegada del calor, también con las heladas y temporales que le quedan a este invierno, ya que las especies sobre las que no se consiga actuar a tiempo seguirán debilitadas y expuestas a las rachas de viento.

Richi y Miguel, charlando con Público junto a una montaña de madera, coinciden en que ha habido una mala planificación de las especies elegidas para este gigantesco jardín urbano. El caso del parking del zoo es llamativo, ya que se trata de una zona de césped muy húmeda, que no es muy "apropiada" para los pinos. Tanto, que sus raíces no necesitan profundizar demasiado para encontrar agua, de tal forma que los troncos no son tan firmes y estables como deberían.

Pinos y ramas caídas cortan el paso en una carretera de la Casa de Campo, junto a la entrada del zoo.
Pinos y ramas caídas cortan el paso en una carretera de la Casa de Campo, junto a la entrada del zoo. Jairo Vargas

"En esa zona, por ejemplo, se podría aprovechar para plantar otras especies más adecuadas como el olmo de rivera", comenta De la Puerta. "Podría ser un buen momento para apostar por la biodiversidad, incluso para valorar la siembra de especies en lugar de plantaciones procedentes de viveros. Cuando ponemos plantas a crecer y a desarrollarse en una zona, lo que hacemos es que se adapten más al terreno y sean más resilientes. Lo malo es que, desde el punto de vista de la política, lo que interesa es la foto y por eso se eligen especies que sean más grandes y que crezcan rápido, sin valorar si son adecuadas para el entorno".

"Lo que interesa es la foto y por eso se eligen especies que sean más grandes y que crezcan rápido"

Hasta el momento, la gestión de los espacios verdes madrileños se ha sustentado en la elección de especies conforme a sus cualidades estéticas, obviando parámetros ecológicos. Sin embargo, dentro de este caos se abre una oportunidad para reorganizar el entramado arbóreo de la Casa de Campo y de otros parques de la capital. Así lo entienden desde Ecologistas en Acción, organización que pide que en los planes de repoblación se empiecen a introducir especies autóctonas que se ajusten a las cualidades del suelo y del entorno. "Estamos en el territorio biogeográfico de la encina con enebros, retamares y herbáceas adaptadas con algunos quejigos en zonas de buenos suelos, con fresnedas en zonas de suelos profundos y especies arbustivas acompañantes. En las zonas húmedas, especies ribereñas y orlas espinosas arbustivas", exponen.

La Casa de Campo es un símbolo de la capital. Un recinto verde cargado de historia –coto y espacio lúdico de los Austrias, lugar de algarabía popular durante la II República y frente bélico en la Guerra Civil– que sirve de termómetro y refresca la ciudad en unos veranos cada vez más cálidos. Este parque irrepetible es el sumidero de CO2 de Madrid y salvar su flora es tan urgente como oportuno

El Real Jardín Botánico, la otra víctima de Filomena

La Casa de Campo no es el único lugar devastado por la nevada. El Real Jardín Botánico ha tenido que cerrar durante varias semanas para poder reacondicionar este espacio verde emblemático de la capital. Según fuentes de este centro adscrito al CSIC, al menos 16 árboles patrimoniales han sufrido daños en sus ramajes; 4 cedros, 9 pinos y 2 encinas. Además, cerca de 120 árboles más jóvenes han sufrido fracturas. Los daños y el cierre del jardín al público han tenido un coste estimado en 100.000 euros. Así, se espera que el próximo 25 de enero vuelva a abrir para que los ciudadanos puedan disfrutar de los 1.500 árboles que nutren esta colección.

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