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Tasa Google: ¿una medida simbólica o un avance en la lucha contra el fraude fiscal?

Francia, España, Austria o Reino Unido impulsan tasas nacionales sobre los gigantes de Internet, tras la negativa de Bruselas a la aprobación de este impuesto en el conjunto de la UE.

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¿Un vulgar premio de consolación o un primer paso en la lucha contra el fraude fiscal en Europa? La creación de impuestos especiales sobre los gigantes de Internet se ha convertido en la última moda de las cancillerías europeas. Francia, España, Austria, Reino Unido… Diversos gobiernos europeos apuestan por crear nuevos mecanismos fiscales para tasar a las multinacionales del sector digital. También conocidas como GAFA (Google, Amazon, Facebook y Apple), estas empresas son campeonas de la optimización fiscal. Ante este problema, varios países intentan corregir este desequilibrio impulsando nuevas tasas. Una iniciativa noble, pero que se confronta con la negativa de la Unión Europea de crear un impuesto europeo sobre los GAFA.

“Más vale apostar por una solución imperfecta que seguir debatiendo sin actuar”, aseguró el ministro de Economía francés, Bruno Le Maire. La Asamblea Nacional francesa debatirá sobre esta medida a partir del 8 de abril y pocos días después debería aprobarla. Lo que convertirá a Francia en uno de los primeros países europeos en el que entra en vigor un tributo de este tipo, también conocido como “Tasa Google” o “Tasa Gafa”. La creación de este impuesto a nivel europeo también es una de las promesas económicas de Pedro Sánchez para el 28-A.

En el caso de Francia, este tributo gravará el 3% de la cifra de negocios de las multinacionales del sector digital que tengan unos ingresos anuales de 750 millones de euros (25 millones en territorio francés). En total, afectará a una treintena de empresas, la mayoría de ellas estadounidenses. El ejecutivo centrista espera recaudar unos 500 millones a partir de este mismo año. “Es una cifra muy baja en comparación con los beneficios que consiguen en Francia los gigantes de Internet”, afirma Henri Sterdyniak, economista de la Oficina Francesa de Coyunturas Económicas (OFCE) y miembro del colectivo de los Économistes Atterrés. Según la asociación Attac, los ingresos de Apple en Francia alcanzan los 4.000 millones, aunque solo declara al fisco unos 800 millones.

Una medida “para presionar”

Según Sterdyniak, el hecho de establecer este tributo especial “servirá para presionar a los GAFA para que acepten negociar la creación de un impuesto de este tipo con la Unión Europea y la OCDE”. No obstante, este economista heterodoxo advierte ante los riesgos judiciales de aplicar esta tasa en función de la cifra de negocios. Para contrarrestar los artilugios de optimización fiscal de las multinacionales, el gobierno francés calculará el tributo en función de los ingresos, en lugar de los beneficios como es habitual. “Pero esto no está contemplado en las convenciones fiscales internacionales. Las empresas seguramente recurrirán esta medida ante los tribunales”, alerta Sterdyniak.

Esta medida también resulta controvertida por el hecho de que el mismo Ministerio de Economía francés se encargará de determinar la cifra de negocios de cada una de estas empresas. Una práctica inhabitual que no solo puede tener consecuencias jurídicas, sino que también requerirá una modernización de los servicios de hacienda. “Si las autoridades francesas recaudan menos de lo previsto —unos 250 o 300 millones en lugar de los 500—, el elevado coste de esta medida puede hacer que al final el tesoro público no gane gran cosa”, reconoce Eric Vernier, investigador del prestigioso Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas y experto en cuestiones relacionadas con el fraude fiscal.

Además, con su proyecto de ley, el gobierno francés ha reducido el porcentaje del impuesto. En un principio, las multinacionales con unos ingresos más elevados debían contribuir con el 5%. Pero el ejecutivo centrista renunció a ello por “motivos de seguridad jurídica”. Esta rectificación no ha impedido a Le Maire presentar esta medida como la ilustración de su compromiso en la lucha contra el fraude fiscal. De esta forma, maquillar la imagen del “presidente de los ricos” que Macron se ha ganado a pulso con sus políticas fiscales regresivas; por ejemplo, con la supresión parcial del Impuesto sobre la Fortuna (ISF) en 2017 o este año con una importante bajada de impuestos a las empresas, valorada en 18.800 millones.

Su aprobación en España dependerá del 28-A

Pese a los claroscuros de la “tasa Google”, varias cancillerías europeas siguieron el ejemplo de Francia. El gobierno de Pedro Sánchez anunció el pasado 28 de enero un proyecto de ley para crear un impuesto especial del 3% sobre los ingresos de los GAFA. Este tributo debía afectar a las grandes empresas del sector digital con una cifra de negocios superior a los 750 millones de euros a nivel mundial, y que esté por encima de los 3 millones en territorio español. El ejecutivo socialista esperaba recaudar 1.200 millones anuales. Con el adelanto electoral, sin embargo, esta medida ha quedado en el limbo. Su aprobación en España dependerá de las futuras mayorías parlamentarias.

Otro ejecutivo que empuja a favor de la aplicación de esta tasa especial es el austríaco. “Los gigantes de Internet deben pagar por fin impuestos como deben. Los consorcios digitales pagan en Europa solo un 9 % de impuestos, mientras que la economía tradicional paga entre el 20% y el 25%”, lamentaba a finales de diciembre el primer ministro Sebastian Kurz. Anunciada en enero por el gobierno neoconservador de este país, esta medida, con prácticamente el mismo diseño que en Francia y España, entrará en vigor el 1 de enero de 2020.

Ese mismo día empezará a aplicarse en Reino Unido una tasa especial a los GAFA. Esta gravará el 2% de los ingresos de aquellos gigantes del sector de Internet con una cifra de negocios de 577 millones de euros a nivel mundial (y de 25 millones en territorio británico). El gobierno de Theresa May espera obtener con ella unos 469 millones. Antes, el anterior ejecutivo italiano, presidido por Paolo Gentiloni, ya había aprobado a finales de 2017 un impuesto para los gigantes de Internet que entró en vigor a principios de este año.

Fracaso del impuesto europeo

Esta proliferación de países que apuestan por la “tasa Google” contrasta con el fracaso en la aprobación de un impuesto europeo a los GAFA. El pasado 12 de marzo los ministros de Economía de la UE renunciaron a impulsar una medida de este tipo a nivel continental. Aunque desde el septiembre de 2017 se debatía sobre ella en las instancias bruselenses, esta ha quedado aparcada tras la negativa de Irlanda, Suecia, Dinamarca y Finlandia.

“A los dirigentes alemanes tampoco les apetecía que se acordara”, asegura Vernier. En diciembre, en plena crisis de los chalecos amarillos, dirigentes franceses y alemanes presumieron de haber alcanzado un acuerdo sobre la aprobación de una “tasa Google” europea. Pero se trataba de un pacto cosmético. “Alemania tiene un gran miedo a la represión estadounidense”, explica Sterdyniak sobre los sudores fríos que provoca en Angela Merkel la posibilidad de que Donald Trump declare una guerra comercial a Europa. De hecho, Washington ya amenazó a mediados de marzo con presentar un recurso ante la Organización Mundial del Comercio contra la “tasa Google” impulsada por París.

Más que por las reticencias estadounidenses, esta iniciativa difícilmente avanzará en Bruselas a causa del veto irlandés. Dublín aseguró en septiembre que un impuesto sobre los GAFA era para su economía un peligro “superior al del Brexit”. La controvertida regla de la unanimidad —una medida fiscal de este tipo solo puede ser adoptada con el apoyo de todos los países miembros— reduce las probabilidades de que vea la luz.

“Los dirigentes europeos deberían decir al gobierno irlandés que apoyan sus intereses en el Brexit a cambio de que este país deje de actuar como un paraíso fiscal”, aconseja Sterdyniak. No obstante, las élites europeas parecen más preocupadas en hacerle la vida imposible a May en lugar de aprovechar la salida del Reino Unido de la UE para confrontarse con la hidra del fraude fiscal. La creación frustrada de esta “tasa Google” a nivel continental “es una ilustración perfecta de la dificultad de los dirigentes europeos para ponerse de acuerdo en materia fiscal”, afirma Vernier. “Nos encontramos muy lejos de la armonización fiscal prometida desde hace décadas”, añade.

La patata caliente en manos de la OCDE

En realidad, las “tasas Google” impulsadas por gobiernos nacionales tendrán un impacto escaso mientras perdure la miopía de las élites europeas ante el dumping fiscal en Europa. Este pasado lunes el comisario de Economía, Pierre Moscovici, se atrevía a decir que “no hay paraísos fiscales en la UE”, pese a la feroz competencia fiscal entre los países del viejo continente. Según un informe aprobado el pasado martes por el Parlamento Europeo, en la UE habría al menos siete países que actúan como paraísos fiscales: Luxemburgo, Malta, Chipre, Irlanda, Holanda, Bélgica y Hungría. Como recuerda el periodista Romaric Godin del diario Mediapart, el economista Gabriel Zucman calculó en 2017 que en el mundo había al menos 7.900 miles de millones de dólares en paraísos fiscales.

Tras renunciar a una “tasa Google” continental, los dirigentes europeos pasaron la patata caliente a la Organización de cooperación y desarrollo económicos (OCDE). 127 países que cooperan con este organismo llegaron a finales de enero a un principio de acuerdo para impulsar una fiscalidad más justa sobre los GAFA. Su éxito dependerá, sin embargo, de la voluntad negociadora de Estados Unidos. Lo que aumenta las dudas de que se aprueben medidas ambiciosas para contrarrestar el fraude fiscal de los gigantes de Internet. “En el caso en que a finales de 2020 no haya un acuerdo en la OCDE, el Consejo Europeo podría volver a debatir sobre un impuesto europeo”, declaró el ministro rumano de Finanzas, Eugen Orlando Teodorovici.

Sin un acuerdo a nivel mundial ni en la UE, los impuestos nacionales sobre los GAFA se convertirán en un simple premio de consolación. Unas medidas con unas finalidades nobles, pero de carácter simbólico. Un símbolo de la parálisis europea.

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