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Las mentiras de Franco

El historiador Paul Preston desmonta los engaños cotidianos del dictador

 

JESÚS CENTENO

No sé si hay más libertad en la Rusia de Stalin que en la España de Franco, pero me da igual: no tengo intención de pelearme con ninguno de ellos, escribió Winston Churchill tras la II Guerra Mundial. Una frase que resume el favorable contexto internacional para Franco, una de las razones por las que el dictador se mantuvo durante 40 años en el poder. Otra de ellas, que dedicó media vida a ensalzar su figura y controlar su imagen hasta el límite. Fue poco más que eso, un personaje de ambición desmedida para el que su perpetuación en el poder era lo más importante, asegura a Público el historiador británico Paul Preston, que acaba de publicar El gran manipulador (Ediciones B), donde descubre y recuerda las mentiras más aceptadas sobre el dictador.

Complejo de excelencia

Franco no dejó de pulir su propia biografía: cualquier incidente lo reconstruía o lo perfeccionaba de alguna forma. Por ejemplo, hacia 1962, Franco escribió en el borrador de sus memorias el por qué de la caída de la República. Se refirió a los republicanos como a una conjura de masones, separatistas y socialistas... ateos, traidores, delincuentes, defraudadores e infieles en el matrimonio. La realidad es que, hasta días antes del alzamiento, Franco había guardado las distancias con los conspiradores. Nunca fue decidido, pero vendió la historia de que había salvado España, dice Preston. Lo consiguió con el terror, unido a su capacidad para manipular a sus colaboradores y a su habilidad para saber el precio de su silencio.

Franco tenía complejo de excelencia. Desde su campaña en África, donde se cree el Héroe del Rif, comenzó a agigantar su figura, a concebir una idea innecesariamente cambiada y mejorada de sí mismo y de sus actos. Como en 1945, cuando alimentó la idea de que había burlado a Hitler, diciendo que el regalo más precioso de los muchos que había dado a España fue la neutralidad en la II Guerra Mundial. Preston matiza: No cabe duda de que Franco quería entrar en guerra, pero no pudo, entre otras cosas porque su participación no le importaba tanto al Führer. Franco reescribió la historia e hizo de la negativa una victoria.

Después, con la Guerra Fría, la autarquía dio pasó gobiernos de técnicos que pusieron fin al aislamiento. Desde entonces, Franco pasó a ser el jefe de Estado simbólico. Era un personaje muy vulnerable que vivía dentro de un disfraz. Desde 1957, quiso convertirse en el padre y abuelo del pueblo, afirma el hispanista. Máscaras con las que encubría su ambición, todo con un barniz de patriotismo. Quiso perpetuarse con obras como el Valle de los Caídos pero, tras su muerte, su legado consistió en elevadas tasas de inflación y desempleo, terrorismo y golpismo. Eso sí, sin quererlo y en contra de sus planes, creó las condiciones para la llegada de la democracia tras su muerte.

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